El alma de Colombia son sus municipios

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Juan Manuel Ospina

Desde los tiempos precoloniales, el desarrollo de Colombia ha sido marcado por la diversidad de sus regiones, que sustenta la diversidad y riqueza de su potencial productivo, al igual que su configuración poblacional y su organización social, en buena medida resultado de su configuración geográfica. Esta característica le ha dado al país la flexibilidad necesaria para enfrentar y aprovechar la complejidad de su realidad, permitiéndole una producción diversificada, la desconcentración de su poblamiento y la heterogeneidad de sus pobladores. El desarrollo de sus entidades territoriales – municipios y departamentos – tienen por eso, historias diferenciadas. El periodista del Canal RCN, José Manuel Acevedo Molina, en Instagram, tiene un buen análisis del punto, concentrándose en cinco ciudades – Cartagena, Barranquilla, Medellín, Cali y Bogotá -.

El concepto de democracia tiene orígenes urbanos, en las ciudades de la Grecia clásica; el ciudadano, es decir, el habitante de la ciudad, tenía voz y capacidad decisoria en su gobierno; nace como una democracia directa. La sociedad, el Estado y el poder gradualmente se hacen más complejos, el ciudadano ya no decide personalmente; su poder es indirecto, y para ejercerlo, elige quien lo represente. Nace la democracia representativa o indirecta, que se consolida en la Modernidad.

En la dinámica de la vida diaria, con sus problemas y posibilidades concretas, los ciudadanos los enfrentan en espacios más cercanos a ellos. Un ejemplo claro es que problemas como el hurto y los homicidios, pero también el desempleo, se gestionan de mejor manera en la ciudad, grande o pequeña, donde el gobierno, que es local, es más concreto, más cercano y efectivo en sus resultados; es más un gobierno de hechos y de realizaciones, que de discursos y promesas que invaden y debilitan al gobierno central. Es la realidad que expresó Andrés Pastrana, en su lema para su Alcaldía de Bogotá, “Diciendo y haciendo”. Es Mockus proponiendo contribuciones voluntarias para financiar obras locales de interés general; es Fico Gutiérrez en Medellín… En fin, es el gobierno cercano al ciudadano, trabajando hombro a hombro con este, que a la par ejerce un

control efectivo sobre la gestión y el empleo de los recursos públicos. Como resultado, aumenta la confianza ciudadana en sus gobernantes expresada, entre otras, en su disposición a pagar contribuciones para obras o políticas de interés general (“el bien común ciudadano”).

El desgaste y deslegitimación que, en estos tiempos está sufriendo la democracia, se supera bajándose de planteamientos dirigidos a la felicidad mundial, para concentrarse en asuntos más terrenos, de ciudades y veredas, de los cuales depende la felicidad ciudadana y su capacidad para progresar individual y colectivamente. El avance más importante del actual Plan de Desarrollo, centrado en el territorio, lo aborda desde la perspectiva, del desarrollo con enfoque territorial, que ya estaba presente en Los Acuerdos de La Habana.

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