Juan Manuel Galán
Las visiones nacionalistas delirantes de Putin, Trump y Nethanyau, dejan de lado el interés general de la Humanidad o, como diría nuestro Presidente, de la Vida, que gira en torno a la energía. Sin ella no hay desarrollo e inclusive las posibilidades de la vida humana, estarían amenazadas. La vida es energía. El avance de la Humanidad está marcado por esa situación; la periodización histórica se puede establecer a partir de las diferentes fuentes de energía empleadas a lo largo del tiempo. El desarrollo es un proceso de transformaciones, caracterizado por la energía dominante en cada período. Dadas las formas como esta se genera actualmente, la mayor demanda/consumo de energía se traduce en un proceso continuado de calentamiento global a lo largo del último siglo y medio, a partir de la Revolución Industrial, con su consumo masivo y creciente de energía.
La disyuntiva hoy parece ser, entre desarrollo y calentamiento global. El pragmatismo y las demandas inmediatas de la cotidianidad le apuestan al desarrollo, aún a costa de su impacto ambiental; una posición cada vez más cuestionada, pues la amenaza de crisis ambiental está pasando, o ya pasó, a ser una realidad. Pretender un desarrollo integral de la sociedad, no solo económico, sin una sólida fuente de energía de respaldo es irreal. El problema no es el consumo, es la fuente generadora de esa energía, para que no sea contaminante. Y ahí es donde entran las decisiones políticas.
Obviamente, el camino son las energías alternativas –hidráulicas, eólicas, solares -, para las cuales Colombia tiene enormes y variados potenciales. No se trata de una decisión con efectos inmediatos, pues ello exigiría desconectar el avance, no solo material, del país. Se trata es de tomar como prioridad nacional, desarrollar fuentes alternativas, que ya están a nuestra disposición para que, en un plazo no mayor a diez años, realicemos nuestra transición energética.
Que es necesaria, y es posible; solo falta hablar menos carreta y poner manos a la obra, con una decisión que no tiene color político. Es la vida la que nos la reclama. No hay un minuto para perder.