El presidente Gustavo Petro tiene total libertad para venderle al mundo el “país de la belleza” que gobierna. Si los medios tradicionales –según Petro– no dicen la verdad sobre sus logros y ejecutorias, entonces les toca a él y sus funcionarios salir a contar la “historia oficial” de su mandato.
Trump vs. Petro
En su afán por defenderse de los ataques injustos que dice que sufre y por cuenta de la premisa, según la cual todos mienten menos Petro, el Gobierno decidió invertir miles de millones de pesos para que los colombianos y el mundo entero sepan todo lo que sucede en el país y que los medios tradicionales no quieren que se sepa, según Petro y sus amigos.
El primer y principal vocero de esa “verdad oficial” es el propio Petro, quien cuenta con una audiencia garantizada en su cuenta de X de 8 millones de seguidores. Es decir, 8 millones de personas leen todo lo que Petro escribe, así sea a las 3:00 de la madrugada. Ningún medio de comunicación en Colombia tiene ese alcance. Hace algunos días, Petro se ufanó de que uno de sus trinos en X tenía 44 millones de “vistas”. Es decir, había sido leído por 44 millones de personas.
Pero como Petro no es un tuitero cualquiera, sino que se trata del jefe del Estado colombiano, lo que hay que analizar es cuántos de esos lectores de su trino –colombianos, sobre todo– estuvieron de acuerdo con lo que escribió, en este caso contra Donald Trump y los Estados Unidos.
Y ello es así porque Petro no es un ciudadano común y corriente, o un influencer desesperado por tener un mayor número de seguidores, como ocurrió –por ejemplo– con Epa Colombia y sus actos vandálicos contra Transmilenio en el 2019, hechos por los cuales fue condenada a 5 años de cárcel.
Pero como si la “verdad oficial” que cuenta Petro –que no es sometida a ningún tipo de verificación o filtro antes de ser difundida, como sí ocurre con los medios tradicionales– no fuera suficiente, entonces el Gobierno nacional decidió pagarles miles de millones de pesos a bodegueros e influencers para que –por una buena cifra de dinero– se dediquen todo el día a defender las decisiones de Petro en las redes sociales.
Al igual que sucede con todo lo que publica Petro, nadie verifica, ni confirma, si todo lo que escriben los bodegueros es cierto. El rigor no es su fuerte, ni les interesa ni les importa. A ellos lo único que les importa es propagar “su verdad” de los hechos. Hoy vemos las oficinas de prensa de todas las entidades del Estado plagadas de influencers y bodegueros, quienes no solo devengan buenos salarios, sino que tienen entre sus objetivos atacar las informaciones provenientes de medios tradicionales.
De esta forma, todo lo que publican los medios tradicionales –que compromete la credibilidad del Gobierno nacional– de inmediato es respondido con un aluvión de improperios y agresiones. La premisa es muy simple: todo lo que nosotros decimos es verdad y todo lo que ustedes dicen es mentira.
¿Qué tanta razón le asiste al Gobierno en sus quejas sobre el tratamiento que recibe por parte de los medios tradicionales? ¿Puede el Gobierno derrochar miles de millones de pesos, pagándoles a influencers y bodegueros para que lo defiendan?
¿Tiene sentido gastarse 4.000 millones de pesos en un concierto en tiempos de austeridad?
En tiempos de austeridad y en momentos en que el Gobierno nacional no cuenta con recursos suficientes para poner en marcha buena parte de sus programas, ¿tiene sentido gastarse 4.000 millones de pesos en el llamado “Concierto de la esperanza”, que tendrá como figura principal al cantante puertorriqueño Residente? ¿No es acaso un derroche ofensivo en medio de tantas y apremiantes necesidades del país? Mientras el Gobierno promueve su segunda reforma tributaria, ¿tiene sentido pagarle 2.000 millones de pesos a Residente para que defienda a Petro en la tarima de la Plaza de Bolívar de Bogotá, el próximo 2 de marzo? ¿Cómo puede el Gobierno justificar el aplazamiento de obras muy importantes para el país y para la región Caribe, como los metros de Bogotá y Medellín y las obras del Canal del Dique, mientras despilfarra miles de millones de pesos en conciertos que se prestan para lavarle la cara a Petro? No es justo ni coherente que un gobierno que dice promover la austeridad en el gasto y que recorta proyectos fundamentales para el país malgaste más de 4.000 millones de pesos en autobombo.
Austeridad para los colombianos y derroche para el Gobierno
¿Cómo hubiese reaccionado Petro si un gobierno distinto al suyo decidiera contratar un concierto por más de 4.000 millones pesos con el fin de promover las bondades de sus políticas? ¿Justificaría ese derroche o por el contrario lo sometería a todo tipo de cuestionamientos y reproches? La austeridad en el gasto es la mejor recomendación en tiempos de ajustes fiscales. El Gobierno no puede pedirles a los colombianos que se ajusten los cinturones, mientras Petro y compañía derrochan a manos llenas. Eso se llama cinismo. Llama la atención que quienes, desde la oposición, en tiempos de Uribe y Duque fueron implacables con los gastos suntuosos, ahora se valen de miles de atajos para justificar lo que carece de justificación. ¿Qué sentido tiene pagar miles de millones de pesos en contratos a personas que carecen de la idoneidad y la preparación para cumplir a cabalidad con los objetos de los mismos? ¿El solo hecho de defender y promover las políticas del gobierno justifica ese derroche de recursos públicos, pagados con nuestros impuestos? Al parecer, si lo justifica, a juzgar por las actuaciones de funcionarios del Gobierno.
Petro no necesita amenazar para que algunos petristas actúen en su nombre
Si Petro acostumbra a manipular y sesgar la información que suministra durante sus discursos, es apenas natural que desde la prensa tradicional se le cuestione y exija mayor rigurosidad. Hacerlo no significa ser su enemigo. Punto. Como todo servidor público, Petro debe rendir cuentas de sus actos. Pedirle que lo haga no es razón para que los cientos de bodegueros a su servicio –pagos con nuestros impuestos– gradúen de enemigos a quienes así proceden. El primero que lo hace es el propio Petro, quien desconoce –al parecer– las graves consecuencias que tiene el hecho de ser señalado o “perfilado” por él en un país como Colombia, donde cualquier enajenado mental interpreta una palabra suya como una orden perentoria que hay que cumplir.
Petro no necesita amenazar para que algunos petristas actúen en su nombre. Ese es el poder que tiene un gobernante que se ufana del hecho de que 44 millones de personas lean sus trinos. ¿Qué pasa si uno de esos 44 millones de lectores de sus trinos interpreta como una orden un señalamiento suyo contra un opositor y actúa contra él? ¿Quién responde? ¿Petro?
Obligación de petristas y antipetristas: suministrar información rigurosa
Los excesos y abusos por parte de quienes cuestionan al Gobierno, sin pruebas y sin rigor, por supuesto que también deben ser reprochados. Al Gobierno en general y a Petro en particular les asiste la razón cuando se quejan de ese tratamiento injusto y desproporcionado. La información debe ser rigurosa de lado y lado. Igual sucede con la opinión, que debe ser informada y responsable. El Código Penal contempla sanciones y castigos en casos de injuria y calumnia. Promover campañas de censura, desde los despachos oficiales, no es ni sano ni mucho menos democrático. En una democracia es mejor una prensa desbordada que una prensa amordazada. Punto. Quienes hoy disfrutan del privilegio de ejercer el poder deben hacer buen uso del mismo y deben tener presente que una característica fundamental de toda democracia es la alternancia en el poder. Es decir, quienes hoy gobiernan, mañana serán gobernados y quienes hoy son gobernados mañana podrán ejercer el poder. Así funcionan las cosas en una democracia.