Por qué se parecen Petro y Trump

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Juan Manuel Ospina

Yo escucho a Trump e inmediatamente me viene a la memoria Petro. Y no es por lo que son; ambos presidentes de sus países, ni por lo que hacen, sino por lo que dicen y por la forma en que lo hacen. Ambos se ven a sí mismos situados en lo alto de una montaña, desde donde sin preámbulos o explicaciones van literalmente escupiendo lo que piensan o sienten, que les sale cargados de emocionalidad y con poca o ninguna reflexión. No expresan explicaciones o análisis, solo sentimientos de grandeza y de irrealidad por creer ambos, que sus caprichos se vuelven realidad porque sí, como si estos fueran una varita mágica que todo lo transforma. O talvez lo que quieren es simplemente eso, hacer ruido, incomodar, afirmar su poder y nada más.

Obran creyendo que su capricho es ley, una orden que se cumple y para ello cuentan con su corte de incondicionales, listos para convertir en realidad, los sueños o caprichos del líder, iluminado y mesiánico, con el cual no se discute, simplemente se obedece, en un escenario radicalmente antidemocrático y antiliberal, aunque se autoproclamen demócratas ejemplares, pero la realidad es otra, pues si bien la democracia exige un ejercicio de autoridad, no es como la de ellos; la tarea, que ellos no hacen, es compaginar democracia, que no es libertinaje, con la necesaria autoridad, ejercida de manera democrática, ni arbitraria ni autoritaria. Esa tarea pone en juego y mide el talante democrático de las personas y de los gobiernos.

El escenario de la decisión política, Trump y Petro, lo han convertido en uno de fuegos artificiales, de fuegos fatuos, con mucho brillo y estruendo y nada más, que se lo traga la oscuridad de la realidad, con la misma rapidez con que aparecen. Mucho discurso, muchos desplantes, mucho ruido, pero poca o ninguna decisión que cambie la vida concreta. En ambos países nos vamos acostumbrando al alboroto oficial, que desaparece con la misma rapidez con la que nace. Lo que hoy vivimos, me recuerda un viejo dicho, perro que ladra no muerde.

Hasta acá llega el parecido entre los dos personajes, por una razón sencilla y es que el presidente norteamericano, tiene un margen de maniobra y unos recursos para actuar, para hacer realidad sus caprichosas decisiones, que el colombiano no tiene. A ello se une su alma de negociante, que lo lleva a avanzar posiciones radicales, que le permitan luego la negociación: de entrada, pide tanto que, aún con el rebajón que hace para negociar, saca una buena tajada, aplicando el sacrosanto principio norteamericano de “busines is busines”. Petro por su lado, sumido en sus rabias, lo que busca es generar conflicto, enfrentamientos, para estimular una lucha de clases que en Colombia está atemperada por el ascenso progresivo de influyentes capas medias y por el complicado pero necesario proceso de transformación rural, de un campesinado con tierra suficiente para consolidarse como un productor moderno, pequeño o mediano, con tecnología e integrado al mercado, dejando atrás siglos de ser un micro productor de autoconsumo, encerrado en una parcela familiar cada vez más pequeña.

Trump siempre se va a declarar ganador, no solo porque es un mentiroso compulsivo, sino porque siempre puede mostrarse ganador, con resultados, aunque estos poco o nada tengan que ver con sus planteamientos iniciales. Lo de Petro termina en el lamento rabioso del reformador incomprendido por una oligarquía corrupta, desentendida del interés general de los ciudadanos, sumida en su egoísmo e inmoralidad. Llama entonces a continuar una lucha social y política, y lo pretende hacer en un país que, salvo sus incondicionales de siempre, un respetable 25 a 30% del electorado, ya no solo no cree en él, sino que lo rechaza. Podrá volver a tener una representación importante en el Congreso, para desde ahí hacer una fuerte oposición, para lo cual es muy bueno, pero no tendrá el poder de la acción, de la gestión transformadora. Tuvo su oportunidad, el país se la dio, y la dilapidó, defraudando a la mayoría de sus electores de ayer. Y eso tiene para él y sus partidarios un enorme costo, castigo político.

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