Cada paso que dan las grandes potencias nucleares está llevando al mundo hacia una nueva Guerra Fría. Una distinta a la que ya está dibujaba entre Estados Unidos y China, la cual se focaliza en el campo comercial y en la isla de Taiwán.
Esta nueva es producto de los resquicios que dejó la que no terminó bien en 1991, pero con repercusiones y amenazas mucho más peligrosos. Entre otras cosas, porque hoy más naciones poseen la bomba nuclear y no están dispuestas a desmontar o siquiera paralizar sus programas para mejorar su alcance.
El más reciente paso hacia un moderno periodo de confrontaciones escondidas lo dio esta semana Rusia, al convertirse en el primer país que reconoce a Afganistán y sunuevo gobierno Talibán, tras el retiro de Estados Unidos en 2021.
El anuncio ruso también vino con avances para estrechar su cooperación con los talibanes en Afganistán, país que invadió y del que se retiró de manera humillante durante la primera Guerra Fría.
Expertos esperan que Rusia, al amparo de esta relación, esté en tratativas para enviarsoldados talibanes al frente de guerra en Ucrania, a cambio de ayuda tecnológica y militar. Con Afganistán dentro de la esfera de influencia rusa, se abre un frente en el centro de Asia, codiciada por Vladimir Putin.
Aunque atascado en una larga y costosa guerra en el oriente europeo, Putin no desea pasar ninguna oportunidad de seguir confrontando la preeminencia estadounidense en la geopolítica mundial. Ya lo había advertido en un discurso en un foro de seguridad en Múnich, Alemania, en el que anunció que no iba a descansar hasta alcanzar el espacio vital perdido por la Unión Soviética, tras su caída en 1991.
De ese año hasta nuestros días, Rusia no ha dejado de buscar ese propósito y se ha embarcado en conflictos en el Cáucaso, Moldavia, Ucrania y el Mar Báltico para recuperar la esfera de influencia que la aleje de la que considera “amenaza” de Occidente. Putin primero rusifica los países que quiere adherir, luego los acusa de atacar a los ciudadanos de su país, seguidamente anuncia defenderlos y luego invade.
En su deriva expansionista por Ucrania -en la que aplicó esa táctica- el mandatario y autócrata ruso ya había avanzado con su vecino Corea del Norte en esta nueva etapa de aglutinamiento de pequeños países hacia una confrontación multipolar.
Mientras que Corea del Norte se comprometió a enviar soldados y misiles para apoyar la invasión rusa, este país, a su vez, garantizó asistencia tecnológica y militar para el programa nuclear con el que los norcoreanos amenazan un día sí y otro también a Estados Unidos.
Esa relación se fortaleció, a juzgar por los anuncios de Putin hechos el día de la victoria el pasado mayo en la Plaza Roja de Moscú. Allí reveló que ampliaba esa mutua colaboración, con un mayor pie de fuerza norcoreano en Ucrania, que podría estar superando los 30.000 hombres.
Por su parte, Estados Unidos dio pasos similares con Siria hace unas semanas. Donald Trump reconoció al nuevo gobierno, surgido de las crueles milicias de ISIS y de un enjambre de otros grupos que sacaron a la familia Al Assad tras más de 40 años de mandato. De la misma forma, levantó sanciones económicas a ese país, rico en recursos naturales y un corredor estratégico entre el Mar Mediterráneo e Irán.
Siria libró guerras contra Israel el siglo pasado. A lo largo del presente ha permitido que su territorio sea usado por Irán como autopista para el tránsito de pertrechos y recursos a su milicia proxy, Hizbulá para atacar a Israel.
Los estadounidenses e israelíes se han encargado de que el nuevo gobierno sirio esté bien apaciguado. En la medida en que aglutinen más países en su camino a Irán, podrán tener mejor vigilados a los ayatolas si desean reconstruir su programa nuclear, destinado únicamente a destruir a Israel.
Otro gigante, India, también está en una etapa de modernización de su flota naval y de bases en el Océano Índico. Analistas no se ponen de acuerdo si está aglutinando a otros países a sus propósitos, pero es claro que quiere controlar mucho mejor el estrecho de Malaca -por donde pasa gran parte del comercio mundial- y estar lista para una abierta confrontación con su enemigo, Paquistán.
India mantiene buenas relaciones con Rusia, China y Estados Unidos. Pero no está dispuesta a quedarse atrás mientras que el segundo país restaura antiguas rutas comerciales mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta. China ha construido una vasta red de infraestructura para conectar Asia, Europa y África, en la que también desliza sus planes de alineamiento militar y político.
Haberse involucrado en el conflicto de Israel e Irán con un martillo tan demoledor como sus bombarderos B-2 y sus artefactos explosivos de gran precisión y profundidad, Estados Unidos también envió un mensaje claro a China.
El gigante asiático pretende invadir la isla de Taiwán, estratégica en la producción de componentes tecnológicos vitales hoy para la vida diaria, en su propósito por volver a un solo país. Algo que no será aceptado por Estados Unidos y el mundo Occidental.
Ante este panorama, el resto de países solo puede presenciar las nuevas confrontaciones y alineamientos que se están produciendo en el mundo. Una contemplación pasiva que los afianza en la subdesarrollada periferia, en la que ya estaban después de terminada la Segunda Guerra Mundial.
@javimozzo