Por: Óscar Montes @leydelmontes
En las últimas semanas se han presentado una serie de hechos relacionados con el proceso de paz que se lleva a cabo en La Habana entre el gobierno de Juan Manuel Santos y el grupo guerrillero de las Farc, que hacen pensar que los diálogos entraron ahora sí a su fase definitiva.
La serie de anuncios han creado la sensación de que el proceso no solo adquirió velocidad de crucero, sino que es ya irreversible: Estados Unidos nombra un delegado en La Habana, Santos se compromete a no extraditar guerrilleros, gobierno y guerrilla anuncian el desminado en todo el territorio nacional, generales de la República se entrevistan con los delegados de las Farc en La Habana, Santos ordena la suspensión “por un mes” de los bombardeos a los campamentos guerrilleros y anuncia la conformación de la Comisión Asesora de Paz, al tiempo que invita a hacer parte de la misma a distintos representantes de partidos y movimientos políticos, entre ellos al mayor contradictor del proceso: Álvaro Uribe y su Centro Democrático. Y por último, Santos se entrevista en la Casa de Nariño con el procurador, Alejandro Ordóñez, gran crítico del proceso, para hablar de paz.
Como era de esperarse, la enorme cantidad de noticias relacionadas con los diálogos ha tenido un efecto en la opinión pública, que empieza a perder el escepticismo que ha venido acompañando la negociación. De hecho, dos de los estudios más recientes de las firmas encuestadoras Cifras y Conceptos e Invamer-Gallup muestran un crecimiento de quienes respaldan las conversaciones y una disminución de quienes están en contra. Aunque la variación aún no es muy significativa, es evidente que la tendencia a favor de la negociación empieza a ser mucho más favorable.
El nuevo escenario de la paz –sumado a la invitación presidencial- tiene al Centro Democrático, encabezado por Uribe, ante el principal reto político que ha debido afrontar en los últimos años: ¿se sube o no se sube al bus –o a la locomotora, para decirlo en términos santistas- de la negociación con las Farc?
Hasta el momento la respuesta del expresidente ha sido contundente en el sentido de no acompañar los diálogos, con el argumento de que lo que se negocia en La Habana es la impunidad de los jefes guerrilleros. A ello se suman otra serie de observaciones por parte del ex mandatario, muchas de las cuales se las hizo saber al ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, quien también ofreció sus buenos oficios para acercarlo a la mesa de negociación de La Habana. En ese mismo sentido se pronunciaron dos connotados dirigentes uribistas, el ex candidato presidencial Óscar Iván Zuluaga y su fórmula vicepresidencial y ex comisionado de paz, Carlos Holmes Trujillo, quien declinó la invitación de Santos de hacer parte de la Comisión Asesora de Paz, aunque reconoció “coincidencias” entre su postura con la del Gobierno en algunos temas.
El anuncio de estas “coincidencias” llevó a varios amigos del Gobierno a hablar de una posible “fractura interna” del uribismo por cuenta de la paz. “La posición del Centro Democrático es una sola y la fija el presidente Uribe. Punto. Aquí no hay fracturas de ningún tipo”, me respondió de forma categórica un senador del Centro Democrático, cuando le pregunté por los rumores que hablaban de distintas posiciones sobre los diálogos.
El propio procurador General, luego de su entrevista del viernes con el presidente en la Casa de Nariño, en la que reafirmó sus reparos a los diálogos de La Habana y pidió al Gobierno no estigmatizar a sus críticos, invitó a Uribe a sumarse a lo que llamó un “pacto por la paz”, propuesta con la que aspira seducir al exmandatario, pues considera que para la paz, “es tan importante el presidente Juan Manuel Santos, como el expresidente y hoy senador Uribe”.
El jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, también se sumó a las voces que piden el acompañamiento de Uribe a las conversaciones con las Farc. “La paz es de todos. Por eso el presidente Santos ha manifestado estar dispuesto a hablar con el expresidente Uribe sobre las características y el curso de las conversaciones en La Habana”, declaró de la Calle, luego de asistir al encuentro del presidente con el procurador.
Allegados a Uribe con quienes hablé sostienen que mientras el gobierno -en cabeza del presidente Santos- no inicie un proceso de “desescalamiento del conflicto con el expresidente”, sobre todo en la forma como se refiere a quienes critican los diálogos, al llamarlos “fascistas” o “neonazis”, es muy difícil que el jefe máximo del Centro Democrático facilite algún tipo de acercamiento con el Gobierno.
Aunque hoy por hoy la distancia entre Santos y Uribe es muy larga, ello no significa que el escenario de la confrontación que sostienen no cambie de forma significativa en el futuro. Santos entiende que una paz sin Uribe no es viable y Uribe sabe muy bien que –en caso de que Gobierno y Farc firmen la paz en La Habana- el costo político de haber sido graduado como “el enemigo de la paz” es demasiado alto. Ambos son lo suficientemente pragmáticos como para entender que el momento histórico que vive el país necesita que los dos dejen de lado sus profundas diferencias políticas y busquen puntos de encuentro que permitan superarlas por el bien del país. ¿Sin impunidad, Uribe llega a la mesa de La Habana? ¿Comisión Asesora de Paz sin Uribe? ¿El procurador, ahora es amigo de la paz? ¿A qué juegan las Farc?
El tamaño del ‘sapo’ de la impunidad
Las grandes diferencias entre el Gobierno y Álvaro Uribe en materia de diálogos con las Farc tienen que ver –fundamentalmente- con un tema: la impunidad a los jefes guerrilleros. Mientras Santos sostiene que los subversivos no van a dejar sus armas para irse a morir a una cárcel, Uribe considera que los jefes guerrilleros deben pagar con prisión todos y cada uno de los delitos cometidos. Por su parte, las Farc han dicho en La Habana que ningún grupo subversivo en el mundo, que se haya desmovilizado producto de una negociación y sin haber sido derrotado militarmente, ha pagado un día de cárcel y que ellas no serán la excepción. Voceros del Gobierno, entre ellos Humberto de la Calle, también han expresado que la impunidad no puede ser el costo que pague el país por la dejación de las armas por parte de las Farc. En otras palabras: lo que deben entrar a negociar el Gobierno y Uribe -para lograr acercar al ex presidente a la mesa de La Habana- es el tamaño del ‘sapo’ que debemos tragarnos los colombianos para que los guerrilleros de la Farc dejen las armas. En ese sentido, las Farc también deben entender que la viabilidad de la negociación depende del castigo que reciban, puesto que una negociación con impunidad para sus jefes está condenada a fracasar. A mayor impunidad, mayor rechazo por parte de los colombianos y menores posibilidades de éxito. Punto.
El Procurador General, ¿amigo de la negociación?
Al lograr sentarse con el procurador general, Alejandro Ordóñez, en la Casa de Nariño para hablar de paz, Juan Manuel Santos se anotó un punto a favor en su propósito de ampliar el abanico de amigos de la negociación de La Habana. Aunque Ordóñez se mantuvo firme en sus críticas a los diálogos –especialmente en lo que tiene que ver con las penas que recibirían los guerrilleros, expresado en un memorando de 45 puntos que dejó en manos del Presidente- lo cierto es que el jefe del Ministerio Público terminó sumándose a la causa de las conversaciones. Ordóñez propone un “Pacto para la Paz”, una especie de acuerdo sobre lo fundamental, con el que busca seducir a Uribe y que pretende acabar con la impunidad que –según él- saldría de los acuerdos de La Habana. Para ello –dice Ordóñez- es importante que las Farc reconozcan su condición de “victimarias” y expresen su deseo de reparar a las víctimas y su compromiso de no repetir las acciones de terror contra la población civil y miembros de las Fuerzas Militares y de Policía.
Comisión Asesora de Paz, ¿para qué?
Siempre se ha dicho que en Colombia cuando no se quiere solucionar un problema se crea una comisión. Ahora el presidente Santos acaba de anunciar la conformación de la Comisión Asesora de Paz, de la que harían parte representantes de los distintos partidos y movimientos políticos del país. La proclama fue recibida con buenos augurios por parte de la opinión pública. El único que no se sumó a las voces de respaldo fue el expresidente Uribe. Hasta el expresidente Andrés Pastrana aceptó la invitación, argumentando que la paz es un propósito nacional y que nadie puede marginarse del mismo. La ex candidata presidencial conservadora, Marta Lucía Ramírez, también aceptó ser parte de la Comisión, aunque expresó que tiene “reservas” sobre varios asuntos. Por su parte dos connotados dirigentes del uribismo –Óscar Iván Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo- manifestaron su deseo de no participar de dicha Comisión. Aunque se trata de una figura incipiente de la que no se sabe ni cómo, ni cuándo, ni dónde sesionará, el solo hecho de que Santos haya expresado su deseo de conformar una Comisión Asesora de Paz incluyente y variopinta habla de su deseo para que distintas voces políticas se sumen a la negociación de La Habana. Ojalá no ocurra con esta Comisión, como sucede con la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores de la que se marginaron Pastrana y Uribe por el manejo errado que –según ellos- el Gobierno le dio al fallo de la Corte de La Haya, que significó la pérdida de soberanía nacional en el archipiélago de San Andrés.
Suspender bombardeos, una decisión osada y riesgosa
Mientras el Gobierno promueve acercamientos con quienes han sido los más duros críticos de los diálogos de La Habana, buscando con ello un mayor respaldo político a las conversaciones, las Farc siguen enviando mensajes errados desde la isla caribeña. El más reciente tiene que ver con su respuesta a la decisión de Santos de suspender por un mes los bombardeos a los campamentos guerrilleros. Desde el punto de vista militar y estratégico es la decisión más osada y riesgosa que ha tomado un gobierno en la historia del país. Las Fuerzas Militares comenzaron a ganar la guerra contra las Farc desde que decidieron fortalecer la inteligencia y la capacidad de ataque de la Fuerza Aérea. Todos los golpes a sus principales cabecillas de las Farc fueron propinados desde el aire –Alfonso Cano, Mono Jojoy y hasta el propio Raúl Reyes- murieron luego de contundentes bombardeos. Que las Farc digan desde La Habana que la suspensión de los ataques aéreos es producto del temor de Santos a una posible retaliación de las Farc por la muerte de alias el Becerro es una prueba más del cinismo de los jefes guerrilleros. Las Farc siguen sin entender que el desprecio masivo que despiertan es producto de su impudicia a la hora de justificar sus actos de terror y de su carencia absoluta de sentido histórico, que las lleva a creer que pueden imponer su ideología por encima de la voluntad de la inmensa mayoría de los colombianos. Quitarles la zozobra de los bombardeos es dejarlos dormir tranquilos, aunque Iván Márquez y sus amigos no lo reconozcan.