Semana Santa

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Por Carlos Obregón

Siete días de receso que son una buena excusa para frenar en la autopista de la cibersociedad.

Semana Santa, una semana extraña, que tiende a parecerse a unas vacaciones pero con asterisco porque si usted es cristiano el goce tiene límites, y si es mahometano, budista, testigo de Jehová o ateo sufre el efecto colateral del comercio cerrado o el cerrojo pasado en la puerta de cualquier despacho público a donde se va de ordinario a quejarse, a atender un requerimiento de la Dian o pagar el predial próximo a vencer.

Semana que antes era Mayor y que como todo cambia ha pasado a hacer de reflexión sin que hasta ahora esté demostrado que ese ejercicio tan íntimo se pueda cumplir a cabalidad por la adicción al celular, la trampa de los selfies, la agresividad del tuiter o el pánico al chikungunya.

De todos modos una buena excusa para frenar en la autopista de esta cibersociedad que promete un mundo maravilloso de información y transacciones al instante a cambio de menos intimidad y menos seguridad.

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