El escándalo de los diez agentes del Servicio Secreto de los Estados Unidos que contrataron a 21 prostitutas en Cartagena y se las llevaron al Hotel Caribe, poco antes de la llegada del Presidente Barack Obama, pudo haberse resuelto sin que nadie se enterara.
Pero la altanería y grosería de los gringos detonó una cadena de llamadas telefónicas que terminaron por convertir un incidente de parranda en un escándalo mundial. Un Coronel, el subdirector, José Roberto León, el Director de la Policía, Oscar Naranjo y el Embajador de los Estados Unidos en Colombia, Peter Michael McKinley terminaron involucrados en la situación.
La Historia es la siguiente: cuando se presentó la discusión entre un agente estadounidense y una prostituta que reclamaba el pago de US$170, un Coronel de la Policía encargado de atender al grupo de seguridad del Presidente Obama fue enterado de la discusión y acudió al sitio de la gritería con la intención de ayudar a su colega americano. Sin embargo, el gringo le respondió con gritos y groserías que no se metiera, que ese no era su asunto. Al no poder resolver la situación por las buenas y ante el crecimiento del escándalo que se extendía por todo el hotel, el oficial colombiano decidió enterar de la situación a su jefe, el subdirector de la Policía Nacional, quien a su vez enteró al Director de la Policía, General Oscar Naranjo y este, por tratarse de un lío que involucraba a un extranjero miembro del grupo de seguridad del Presidente Obama, decidió llamar al Embajador de los Estados Unidos en Colombia. El diplomático siguió el conducto regular y dio a conocer del incidente al jefe del Servicio Secreto. Este último sin dudarlo tomó las medidas que consideró del caso: devolver a los agentes infractores a Washington y solicitar la respectiva investigación.
Lo que no calcularon los oficiales colombianos, ni los agentes y diplomáticos gringos es que lo ocurrido llegaría rápido a los medios de comunicación y, a través de ellos al mismísimo Presidente de los Estados Unidos quien, interrogado por un reportero en la Casa de Huéspedes ilustres, no tuvo más remedio que declararse avergonzado, ofrecer disculpas y ordenar de inmediato investigar y castigar a los responsables.
La declaración del Presidente Obama hizo que el incidente de la prostituta y el agente lleve tres días dándole la vuelta al mundo, que los grandes diarios norteamericanos le hayan dado hoy primera página a lo que consideran una vergüenza nacional y que exagentes del Servicio Secreto hayan salido a confesar que es una tradición entre agentes que cuando salen de su país, una vez despega el avión se quitan la argolla de matrimonio.
¿Hasta donde llegará el escándalo que obligó al Presidente mas poderoso del mundo a agachar la cabeza? Eso aún no se sabe, pero todo indica que en esta historia de rumba, licor y sexo aún no están todos los que son.