Por María Isabel Basteiro M.
Corresponsal en Europa
Hasta la abdicación es convulsa en España. Efectivamente, el Rey Juan Carlos I de Borbón, abdica en favor de su hijo Felipe, Príncipe de Asturias, quien pasará de a convertirse en Felipe VI. Esta práctica común en otras monarquías (Holanda y Bélgica sin ir más lejos, países que la vivieron el año pasado), es algo excepcional es España.
La noticia con la que despertaron los españoles dejó un poco atónita a la sociedad entera que no esperaba algo así, menos ante unas declaraciones recientes de la Reina Doña Sofía, quien dijo algo así como “un rey muere con las botas puestas”. Pues bien, su esposo no sólo no murió, sino que se va sin las botas.
Fue rey durante cuatro décadas, desde que el “Generalisimo” Francisco Franco Bahamonde, lo designara saltando por encima del Conde de Barcelona, padre del actual Rey y a quien le correspondía ocupar el trono por derecho dinástico. España entraba así en la ya reconocida históricamente como “Época de la Transición”. Se celebraban las primeras elecciones presidenciales –en las cuales salió ganador el recientemente fallecido Adolfo Suárez- y se empezaba a gestar una Constitución española más democrática y pluralista. España empezaba la modernidad después de más de treinta años de dictadura. Hablamos de 1975.
Aunque eran otros años y otras circunstancias, la España de hoy está igual de convulsionada. La crisis deja seis millones de desempleados y una economía que aunque parece estar despegando –según el gobierno- dista mucho de ser saneada. Socialmente hablando, España es caldo de cultivo de marchas, protestas y manifestaciones que terminan –muchas de ellas- en actos vandálicos y revueltas con heridos e incluso muertos. En el ámbito europeo, las elecciones fueron un fracaso para los partidos tradicionales españoles, mientras que los partidos alternativos crecieron en popularidad (fenómeno común a toda Europa, para ser sinceros). El país atraviesa, también, profundas divisiones políticas en el ámbito territorial, con el presidente catalán –Artur Mas-, abogando por la independencia de Cataluña. Se aborrece la clase política. La banda terrorista ETA y muchos otros graves delincuentes campan a sus anchas por mandato del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que revocó la Doctrina Parot establecida por el gobierno español en el año 2006, y los jueces tienen –en muchos casos- las manos atadas ante los crecientes casos de corrupción en todos los niveles. A eso se suman los patinazos de los miembros “reales”: el del propio Rey en Botswana, donde se destapó su posible “escarceo” con una noble extranjera (el que parece ser uno más en una larga lista); el del yerno Marichalar algo excéntrico y neurótico que dio paso al primer divorcio de la actual monarquía y el más grave, el del yerno Urdangarín delincuente no confeso pero si acusado.
A este panorama se enfrentará el nuevo rey y con todo ello tendrá que lidiar. A su favor tiene que es un hombre muy preparado, que esperaba la abdicación (se rumorea que aunque nadie lo sabía Don Juan Carlos tenía considerada la posibilidad desde hace meses), que su padre lo venía preparando desde hace tiempo, que su popularidad es y lo sitúa –junto con la Reina Doña Sofía- en lo más alto de la escala de aprecio y respeto de los españoles y su edad. Con cuarenta y seis años es el rey (aún no coronado) más joven de toda Europa.
¡Dios salve al Rey! (al que sale y al que entra…).