POR OSCAR MONTES
Los candidatos Juan Manuel Santos, quien busca reelegirse; Óscar Iván Zuluaga, Enrique Peñalosa, Marta Lucía Ramírez y Clara López queman los últimos cartuchos en busca de convencer a los escépticos electores.
A escasos veinte días de la primera vuelta presidencial, lo único que parece cierto es que habrá segunda vuelta. Todo lo demás está por escribirse. Está claro, además, que la apuesta de Juan Manuel Santos de ganar el próximo 25 de mayo resultó fallida, producto, entre otras cosas, de sus propios errores, empezando por su decisión estratégica de meter todos los huevitos en la canasta de la negociación con las Farc en La Habana.
La volatilidad de los diálogos y la incertidumbre sobre sus resultados definitivos, así como la absoluta falta de compromiso de las Farc con la negociación terminaron por espantar las expectativas que millones de colombianos tenían con respecto a la misma. De la mesa de La Habana no ha salido un solo mensaje contundente de parte de las Farc que haga pensar que esta vez sí es posible lograr acuerdos que permitan su desarme, su desmovilización y la reinserción de sus combatientes a la sociedad.
Esa irresolución de los diálogos puso al presidente-candidato en el peor de los mundos: llevar a cabo una campaña en la que ofrece ríos de miel, mientras los colombianos ven a diario ríos de aguas turbias y fangosas. Santos –aunque insista en negarlo– terminó siendo rehén electoral de los diálogos de La Habana.
En las otras campañas el escenario no es menos incierto. La candidatura de Óscar Iván Zuluaga por fin “arrancó”, como lo tuiteó su mentor Álvaro Uribe, al conocer las últimas encuestas que posicionan al candidato del Centro Democrático en un segundo lugar, luego de subir entre ocho y diez puntos en las últimas semanas, pero nadie garantiza que tenga suficiente gasolina para llegar a la meta. No obstante, es de todos los candidatos el que mejor ha sabido aprovechar el envión de las elecciones parlamentarias de marzo, así como el estancamiento de la candidatura de Santos, quien parece que tocó techo sin alcanzar siquiera el 30 por ciento.
Zuluaga, sin embargo, no solo no ha tratado de desmarcarse de Uribe, sino que cada día se muestra más uribista que Uribe, hecho que le impide ampliar su espectro electoral, pues si con algo cuenta es con los votos de los seguidores del expresidente. Ese no es el problema: su problema es que con solo los votos uribistas puede que pase a la segunda vuelta, pero ellos no son suficientes para ganar la Presidencia. El reto de sus asesores es darle un sello personal convincente al candidato, cuyo uribismo –a estas alturas del partido– nadie pone en duda. Zuluaga no tiene que convencer a los uribistas que voten por él: su reto es volver zuluaguistas a los que no son uribistas y es ahí donde está fallando su candidatura.
El caso de Enrique Peñalosa es también muy llamativo. De todos los candidatos es el que tiene un mayor potencial de crecimiento, pues su apuesta radica en los llamados “votantes racionales”, que hacen parte de la franja conocida como “voto de opinión”, es decir, aquellos que no están amarrados a ningún candidato y cuyo comportamiento está determinado por la valoración y el análisis de los programas de cada uno de ellos. Son votantes ajenos a las maquinarias electorales y por lo tanto necesitan canales específicos para ser persuadidos, por ejemplo, los debates académicos o periodísticos. De ahí que la decisión que tomó Peñalosa de no asistir a los mismos –al parecer ya reversada– haya sido inconveniente y nociva para posicionar su aspiración.
Las candidaturas de Marta Lucía Ramírez y Clara López terminaron pagando los platos rotos de las pugnas internas, tanto del Partido Conservador –que pretende hacer santismo con candidato propio– como de la izquierda, que tiene la increíble capacidad de devorarse a sus propios candidatos. ¿Qué le espera a la campaña de Santos? ¿Lograría Óscar Iván Zuluaga tener autonomía de vuelo? ¿Para dónde va Peñalosa? ¿Qué pasó con Marta Lucía Ramírez y Clara López?
Santos, ¿la ‘mermelada’ no es suficiente?
El triunfo alcanzado por los partidos de la Unidad Nacional el pasado 9 de marzo llevó a pensar a las huestes oficiales que en mayo las cosas no serían tan complicadas. Error. Está demostrado que se trata de elecciones con intereses y motivaciones diversas. Mientras en marzo los caciques electorales se emplean a fondo para alcanzar sus curules, en mayo quien debe hacer el mayor esfuerzo es el candidato presidencial, entre otras cosas, porque como ya se sabe, las arcas de los candidatos al Congreso quedan vacías. En otras palabras: la platica de la ‘mermelada’ solo alcanzó para marzo. Llama la atención el estancamiento e incluso el declive de la candidatura de Santos, pues en ninguna de las encuestas recientes supera el 30 por ciento. De hecho, la de Ipsos Napoleón Franco para ‘Semana’, La FM y RCN Radio y RCN Televisión lo muestra con apenas el 23 por ciento, 5 puntos por debajo de la medición de febrero. A ello se suman dos errores garrafales cometidos por el candidato y por su fórmula vicepresidencial: la declaración de Santos de que antes de proceder contra el jefe máximo de las Farc, alias Timochenko, “lo pensaría dos veces” envió un mensaje de debilidad ante quien es hoy por hoy el enemigo número uno de los colombianos, mientras que Germán Vargas Lleras se dejó provocar por un asistente uribista a una reunión en Arauca –quien le reclamó por las regalías del departamento– y Vargas no solo lo llamó “gamín”, sino que terminó endilgándole el ‘delito’ de ser uribista, como si ello lo descalificara para reclamar –como araucano– por los recursos de las regalías petroleras.
Óscar Iván Zuluaga, convenciendo a los uribistas
Al candidato del Centro Democrático le está pasando como a ciertos padres de familia que creen que a sus hijos hay que convencerlos para que se coman el helado y no para que se tomen la sopa. La gracia está en lo segundo y no en lo primero. En efecto, Zuluaga lleva buena parte de la campaña tratando de convencer a los uribistas para que voten por él y esa es la razón por la cual cada día se muestra más uribista que el propio expresidente. Es decir: pretende convencer a los niños golosos que coman helado, cuando lo que tiene que hacer es convencerlos de que se tomen la sopa. ¿Ello qué significa? Que no se puede seguir desgastando en persuadir a los que ya están persuadidos. A los que tiene que convencer es a quienes aún siguen indecisos, que superan el 15 por ciento de los votantes e –incluso– a quienes han manifestado su deseo de votar en blanco. Para ello es necesario que se ‘desuribice’, idea que no parece seducirlo. Para ganar la Presidencia –no para pasar a una segunda vuelta– Zuluaga debe ampliar su espectro electoral de forma significativa, pues es evidente que el 15 por ciento que tiene hoy no le garantiza pasar a segunda vuelta en mayo y mucho menos ganar en junio.
Peñalosa, ¿lo atropelló el éxito?
El haber ganado la consulta interna de la Alianza Verde en marzo con un amplio margen convirtió a Enrique Peñalosa en un ‘fenómeno electoral’ y posicionó su candidatura como una tercería con posibilidades reales de triunfo, algo que en Colombia sigue sin suceder. Al declararse ni antiuribista ni antisantista, Peñalosa le apostó a despolarizar una campaña que se encuentra polarizada, y ese discurso caló en un sector de votantes que cree, sinceramente, que ya es hora de pasar la página de los odios y la confrontación. El haberse negado a asistir a los debates –al igual que Santos– terminó afectando su candidatura, pues los votantes interpretaron su ‘silla vacía’ como una expresión de soberbia y un irrespeto a sus contendores, quienes sí asisten a los eventos a los que son invitados. Igual lectura hacen en el caso del presidente-candidato, quien sigue ausente de los debates. La apuesta de Peñalosa el 25 de mayo es pasar a la segunda vuelta, donde –de lograrlo– podrá enfatizar en su discurso que apunta a luchar contra la corrupción y mejorar los actuales indicadores de educación en el país.
Marta Lucía Ramírez y Clara López, víctimas de sus partidos
Pese a ser la candidata oficial del Partido Conservador, la exministra Marta Lucía Ramírez no ha logrado que todos los congresistas azules se pongan su camiseta. De hecho, varios de ellos han expresado su respaldo a la candidatura de Santos, pese a que ello podrí acarrearle drásticas sanciones por doble militancia. Marta Lucía Ramírez es una candidata con una excelente hoja de vida y una gran trayectoria como funcionaria pública, es decir, tiene las charreteras suficientes para aspirar a la Presidencia de la República. Los dirigentes de su partido, sin embargo, siguen reacios a respaldarla. Algo parecido ocurre con Clara López Obregón, otra candidata con grandes cualidades profesionales y muchos méritos en la vida pública, quien es víctima del canibalismo que por décadas acompaña a la izquierda democrática en Colombia. Su alianza estratégica con Aida Avella, de la Unión Patriótica (UP) –su fórmula vicepresidencial– no fue suficiente para acercar a sectores influyente de la izquierda nacional a que la acompañen en su aspiración. Ramírez y López son, pues, víctimas de sus propios partidos y sus candidaturas terminaron pagando los platos rotos de las pugnas internas de sus dirigentes.