Cinco desaparecidos de la familia Carabalí en Mina de Santander de Quilichao

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La tragedia tocó a la puerta de los Carabalí. Cinco miembros de esta familia quedaron bajo el alud de tierra que se vino sobre una mina a cielo abierto en el corregimiento de San Antonio, de Santander de Quilichao.

Joiner, Miller, Edilsa, Jeli e Ilder son primos y sus casas están una enseguida de la otra. Conforman una de las familias más grande del pueblo, con más de 20 miembros.

“Les rogué hasta el cansancio que no fueran a la mina de noche, que era peligroso, pero de necios se fueron y ahora no los voy a poder tener más en la casa”, dice Luciana Carabalí, la mamá de Joiner y Miller, de 36 y 39 años, respectivamente.

El primero era el fontanero del pueblo, el otro trabajaba en construcción. Su día para hacer barequeo era los domingos, jamás lo hacían entre semana porque no les quedaba tiempo, pero esta vez decidieron hacerlo para ganar dinero extra.

Con Miller subió Jeli Balanta Carabalí, su esposa, de 36 años. La pareja quiso trabajar junta para reunir más plata y así aumentar los ahorros que les permitieran construir un apartamento sobre la casa de Luciana.

Ya habían adecuado la plancha, el siguiente paso seria levantar las paredes. Justo para eso era el dinero que reunirían en este día de trabajo.

“Hasta allí les llego el sueño. Ahora los hijos se quedan solos”, se lamenta Ruth Carabalí, sobrina de Miller.
Edilsa, madre de tres mujeres y un varón, entre los 15 y 21 años, también subió a lo mismo, a recoger oro a cambio de plata adicional.

“Ni trabajaba de noche y mucho menos le gustaba meterse en los socavones, siempre estaba con su batea en la orilla, aún no sabemos por qué se metió hasta allá”, contó Manuel Carabalí, su padre, quien no ha dejado de recibir abrazos y condolencias de todos los habitantes del pueblo por la tragedia que enluta su familia.

Junto a ella iba su esposo, Ilder Díaz Carabalí, de 44 años.

“Ese era agricultor y sí que le tenía miedo a venir a esa mina. Pero ya ve que la necesidad hace que la gente se exponga”, explica James Jiménez, su vecino.

La esperanza de encontrar a los Carabalí con vida se perdió desde el mismo instante de la tragedia. Ahora los que quedan y el pueblo en general se preparan para el velorio colectivo.

“Ojalá que saquen esos cuerpos rápido. Tenemos que verlos, que despedirlos, va a ser lo más duro que hayamos que tenido que vivir como familia”, sentencia Manuel Carabalí.

“Un muerto diario”

“Le puedo asegurar que todos los días hay un muerto en esa mina. Porque cuando no es por que se matan entre ellos por el oro que sacan, es que algún derrumbe los tapa. Aunque todos los que van a trabajar allá saben que es muy peligroso lo hacen por la ambición del oro. Mi hermana estuvo varios años metida en esa mina, y viera como se fue apagando, acabando. Se puso flaquita, envejecida y le dolía que la espalda un día, que las manos otro. Hasta que le ayudamos a conseguir otro trabajo en Cali y salió de ese horror”, Milena, vecina de la mina.

El País

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