Aunque algo más de tres meses no pueden servir de termómetro para medir la buena o mala gestión de un gobernante, esa modalidad se ha vuelto costumbre en varios países, incluyendo, por supuesto, a Colombia. Durante muchos años la revista Time, por ejemplo, dedicaba su portada al análisis de los primeros 100 días del presidente de turno. Y en el país, casi todos los medios de comunicación se ocupan de este período para calificar a los gobernantes. Algunos, inclusive, se anticipan una semana con el único fin de no dejarse ‘chiviar’ de la competencia y de esta forma evalúan, no los primeros 100 sino los primeros 90 días.
Pese a la premura de la evaluación, lo cierto es que las primeras semanas de gestión sí son determinantes en la obra de un mandatario, porque en ellas marca el derrotero a seguir, muestra talante y –sobre todo– impone su sello personal en asuntos trascendentales como el Plan de Desarrollo, que no es otra cosa que la hoja de ruta de su administración.
En el caso colombiano, los primeros 100 días más controvertidos han sido los del alcalde de Bogotá Gustavo Petro, quien se ha visto envuelto en muchas polémicas y, como le sucedió a la célebre Niña Tulia, su paisana cordobesa, terminó comprando varias peleas a la vez, lo que viene desgastándolo y distrayéndolo de aquellos asuntos que en realidad importan a los ciudadanos, como la movilidad, el desempleo y la seguridad.
En los primeros 100 días de Petro los bogotanos descubrieron a un alcalde más afanado por ‘trinar’ que por gobernar. Twitter, en lugar de ser una herramienta útil para mantener contacto directo con los gobernados, es un elemento distractor que ha terminado por empañar el trabajo de Petro, quien, inclusive, ha logrado resultados bien importantes en estos primeros 100 días de mandato, como es la evidente reducción en los índices de criminalidad de la ciudad. Ese resultado significativo y determinante ha sido sepultado por la controversia desatada por el abuso que Petro hace de Twitter. No hay dudas de que Petro desaprovechó una oportunidad única para señalar el camino de su mandato. A no ser que el camino que quiera mostrar sea el de la confrontación y la guerra verbal.
En los primeros 100 días de mandato los gobernantes no solo muestran el camino y le ponen su sello personal a su hoja de ruta, sino que también aprovechan para hacer un corte de cuentas que les permita, a la hora del balance final, decirles a los gobernados qué recibieron y qué entregan.
En el caso de Petro, hay que decir que recibió una ciudad caótica y colapsada en casi todos sus frentes, aunque también hay que reconocer que de la mano de Clara López Obregón –quien terminó la gestión luego del carcelazo de Samuel Moreno– Bogotá adquirió una nueva dinámica, particularmente en la agenda social, en la lucha contra la corrupción y en materia de obras públicas.
En lo que tiene que ver con los primeros 100 días de Elsa Noguera y José Antonio Segebre, alcaldesa de Barranquilla y gobernador del Atlántico, respectivamente, se puede destacar que ambos están imprimiéndoles a sus administraciones la impronta que les permitirá dejar su propio legado, distinto, obviamente, al de sus antecesores, quienes tuvieron altísimos niveles de aprobación. Alejandro Char y Eduardo Verano salieron de sus cargos con el pleno respaldo de sus gobernados, aunque con algunos frentes sin el dinamismo que requieren.
Tanto Elsa Noguera como José Antonio Segebre tienen que estamparles a sus administraciones su propia marca, sin que ello signifique derrumbar los cimientos ya levantados. En materia de gestión, ser continuista no es suficiente. Tanto Barranquilla como Atlántico en general mantienen aún serias deficiencias en materia de cobertura en servicios públicos, educación, salud, vivienda y obras públicas.
La lucha contra la corrupción debe ser frontal y sin tregua. Es muchísimo lo que hay que hacer en este frente, sin duda el gran culpable de que la situación en el campo social sea tan deficitaria.
En estos primeros 100 días de mandato, los gobernantes deben aprovechar la luna de miel para tomar decisiones con costos políticos, pues es claro que una vez comiencen a sufrir el desgaste propio de la gestión ya será mucho más difícil adoptarlas. Los cheques se giran cuando hay plata en el banco. Nadie sensato gira cheques con la cuenta en rojo. Así que giren a la cuenta de la popularidad ahora que pueden. Un buen gobernante no atesora popularidad, se la gasta de manera responsable.