¿Qué está pasando en las tropas?

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Por. Oscar Montes

Cuando el 6 de septiembre del año pasado el presidente Juan Manuel Santos anunció los cambios en la cúpula de las Fuerzas Militares, le dijo al país que los mismos obedecían a un rediseño de la estrategia para combatir a las organizaciones guerrilleras y que el nuevo equipo “iba a ser de lujo”.

La salida del entonces comandante general de las Fuerzas Militares, Almirante Édgar Cely, significó la llegada a ese cargo del general Alejandro Navas, sin duda el oficial de mayor ascendencia ante las tropas y quizás el último de los llamados “generales troperos” que quedan en el Ejército Nacional.

La hoja de vida del general Navas está llena tanto de reconocimientos académicos como de condecoraciones en el campo de batalla. De hecho, el alto oficial monteriano ha sido comandante del Ejército Nacional, de la Fuerzas de Despliegue Rápido (Fudra), Jefe del Centro de Estudios Militares y de la Fuerza Omega en el sur del país para el desarrollo del Plan Patriota, entre otros altos cargos.

No obstante, el hecho de que el presidente Santos haya anunciado la conformación de un “equipo de lujo”, en las últimas semanas han trascendido las diferencias que se estarían presentando entre el general Navas y el Comandante del Ejército, general Sergio Mantilla, quien, al parecer, no ha podido tener pleno control sobre sus hombres, quienes son los que llevan sobre sus hombros buena parte del peso de la guerra.

El “ruido de sables” que se estaría presentando en esta oportunidad estaría relacionado con el general Gustavo Matamoros, retirado de las Fuerzas Militares por orden expresa del presidente Santos, pero quien, pese a estar por fuera de la institución militar, aún mantiene “amigos poderosos” en sectores influyentes del país.

Esos “amigos poderosos” habrían sido los mismos que pusieron a sonar su nombre como posible remplazo de Rodrigo Rivera en el Ministerio de Defensa, pese a que desde el comienzo, el propio Santos les hizo saber que quien ocuparía ese cargo sería Juan Carlos Pinzón, un hombre de su entera confianza y quien, al igual que Navas, goza de su pleno respaldo.

Al parecer los amigos de Matamoros, se han encargado de agitar las aguas, como lo hicieron durante la gestión del Almirante Cely, quien abandonó el Comando General con un bajo perfil, pese a haber sido, por ejemplo, el hombre que comandó las fuerzas que dieron de baja a alias Mono Jojoy, el temible comandante de las Farc, cuya muerte se convirtió en el golpe estratégico más fuerte propinado a ese grupo guerrillero, puesto que Jojoy era considerado el jefe militar de esa organización.

Altos mandos militares, con los que tuve la oportunidad de hablar en estos días, con el compromiso de mantener sus nombres bajo reserva, reconocieron que, en efecto, los ánimos están caldeados dentro de las tropas, no solo por la supuesta incomprensión de las funciones de los uniformados y de la llamada “guerra jurídica”, sino porque cada día son más evidentes las distancias entre los máximos comandantes de las fuerzas, lo que, sin duda, atenta contra los resultados de las operaciones.

¿Dónde está la raíz del nuevo ruido de sables entre los altos mandos? ¿Qué está pasando dentro de las distintas fuerzas y porqué se habla de lucha de poderes en los altos mandos? ¿Qué tanto control tiene el presidente Santos sobre las tropas y qué tanto respaldo tienen sus comandantes sobre las mismas?

1. Una nueva lucha de poderes

Pese a haber sido Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos sigue sin encontrar dentro de las Fuerzas Militares las fichas claves que necesita para dar los golpes definitivos a las organizaciones criminales del país. Hay que decir, sin embargo, que la culpa no es de él, ni de las personas designadas por él para sacar adelante las tareas encomendadas. En el caso del ministro Rodrigo Rivera, su nombramiento obedeció a un ‘gesto’ de Santos para con el expresidente Álvaro Uribe, quien se encargó de apadrinarlo.

A la postre Rivera terminó ignorado por Uribe y repudiado por el Partido Liberal, que lo consideró un “traidor”. La mala experiencia vivida con Rivera llevó a Santos a poner en el Ministerio a una persona de sus entrañas, como Juan Carlos Pinzón, santista hasta la médula. No obstante, Pinzón, como Rivera, ha tenido que padecer la lucha de poderes que desde hace algún tiempo se viene librando dentro de las distintas Fuerzas que componen las Fuerzas Militares de la República, especialmente el Ejército Nacional.

Esta situación, ya crítica, amerita que Santos se apersone del asunto y llame al orden a quienes pretenden sabotear la Institución. En otras palabras, ya es hora de que Santos tome ese toro por los cachos, como se dice por estas tierras del Caribe.

2. ¿Nueva estrategia o ser más ofensivos?

En materia de orden público, el Talón de Aquiles del gobierno Santos ha sido el sur occidente del país, especialmente la zona del Cauca, donde las Farc han encontrado refugio ante la ofensiva de las tropas, tanto en Tolima como en Huila, sitios en los que tradicionalmente han tenido una significativa presencia.

Los altos mandos militares se quejan de que en el Cauca las comunidades indígenas terminan prestándose para servir de refugio a frentes guerrilleros, quienes muchas veces se protegen utilizando a la población civil como “escudos humanos”.

Las acciones de las Farc en ese departamento, que cuentan con amplio cubrimiento mediático, son las que se han encargado, fundamentalmente, de crear la percepción de que a Santos, a diferencia de Uribe, no le duele la seguridad y que sus prioridades pasan por otros asuntos, como la economía y las relaciones internacionales.

Esa es una de las razones por las cuales ha tomado fuerza en los últimos meses el diseño y ejecución de una nueva estrategia para hacerle frente a la “arremetida guerrillera”. Antes que diseñar nuevas estrategias, lo que realmente se necesita con urgencia es que las tropas pasen a la ofensiva, utilicen mucho mejor los recursos tecnológicos con que hoy cuentan y se valgan de la inteligencia humana, que ha dado tan buenos resultados en el pasado reciente, para que de nuevo comiencen a golpear a los grupos guerrilleros, sean las Farc o el ELN.

Pero para ello es necesario que se superen cuanto antes las diferencias internas que se están viviendo en las distintas Fuerzas, especialmente en el Ejército.

3. ¿Qué está pasando en el Ejército?

Cuando el Almirante Édgar Cely llegó al Comando General de las Fuerzas Militares, llevado al cargo por el recién elegido presidente Santos, debió enfrentar una dura resistencia de parte de un sector del Ejército, que nunca aceptó que un oficial de otra Fuerza llegara a darles órdenes a quienes se consideran por razones históricas y estratégicas los directos responsables de la guerra que se libra contra las organizaciones criminales del país.

Aunque es triste reconocerlo, pues nunca primaron motivaciones patrióticas, la verdad es que el Almirante Cely estuvo siempre “compartimentado” por varios de sus subalternos, quienes por lo menos debieron tener con su superior sentimientos de lealtad. No ocurrió así, pues Cely fue recibido, tratado y despedido como un extraño por sus propios subalternos.

Ahora que al frente de las Fuerzas Militares está no solo el mejor de los soldados del país, sino un líder natural del Ejército, un sector de esa Fuerza, aliado con oficiales retirados, respaldados a su vez por influyentes y poderosos grupos políticos huérfanos de poder, se ha dedicado a torpedear su labor y a magnificar cualquier acto terrorista como si fuera el más grande revés de la Política de Seguridad Democrática.

El Ejército como Institución no puede caer en esa trampa y debe obrar con enorme sentido patriótico.

4. Un reto para Juan M. Santos

El respaldo del presidente Juan Manuel Santos a sus hombres de confianza, empezando por el Ministro de Defensa y el Comandante de las Fuerzas Militares, debe ser pleno y no puede dejar espacio para dudas, o interpretaciones ambivalentes.

Ese es el mensaje que desde el Comandante en Jefe debe llegar a aquellos sectores de las tropas que podrían sentirse seducidos por los cantos de sirena que están escuchando desde el exterior de los cuarteles. Santos necesita hoy más que nunca gente de su absoluta confianza que le garanticen no sólo lealtad, sino el cumplimiento de la misión encomendada.

El enemigo de las Fuerzas Militares no puede estar dentro de los cuarteles, sino por fuera de éstos, como en efecto lo está. No le falta razón al Presidente cuando se queja de la forma cómo desde distintos frentes, especialmente las huestes uribistas, empezando por el propio expresidente Álvaro Uribe, amplifican mediante “trinos” cualquier acción guerrillera, generando así una sensación de nerviosismo generalizado que atenta contra el clima de seguridad del país.

Tampoco se trata, por supuesto, de minimizar aquellas acciones que evidencien fallas estratégicas o tácticas en la tarea de garantizar la seguridad nacional, que es competencia de las fuerzas Militares y de Policía. El reto para Santos es, pues, realinderar a todas las Fuerzas en el cumplimiento de un solo propósito, que no puede ser otro que el de derrotar a las organizaciones criminales.

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