El paro ‘inexistente’ que se le ha atragantado al gobierno colombiano

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El presidente Juan Manuel Santos recurrió a Twitter para intentar aclara la que tal vez sea su frase más desafortunada hasta la fecha.

Pero cuando empezó a ‘trinar’ la mayor parte del daño ya estaba hecho.

‘El tal paro nacional agrario no existe’, dijo el mandatario colombiano el domingo, en referencia a las movilizaciones de campesinos y transportistas de carga que este lunes entraron a su segunda semana de protestas.

‘Decían que van a aislar a Bogotá, no hay tal, son 10 o 15 personas, la situación está bajo control y los problemas se están solucionando’, afirmó Santos, para luego ser rápidamente desmentido por las imágenes de televisión y, sobre todo, los reportes compartidos a través de las redes sociales.

De hecho, horas después de las declaraciones del presidente miles de personas -unas 50.000, según el diario El Tiempo- marcharían por Tunja, capital del vecino departamento de Boyacá, dando un ‘cacerolazo’ en apoyo a los campesinos y sus reclamos.

Y según estimaciones de la cadena local RCN, el paro también ha dejado pérdidas acumuladas por más de un billón de pesos (US$555 millones, aproximadamente) y al menos cinco personas muertas, la última de ellas este mismo lunes.

BBC Mundo, por su parte, pudo constatar que los efectos del paro ya se empiezan a notar en el precio de varios alimentos en los mercados bogotanos.

En el mercado de Paloquemao, por ejemplo, la libra de papa criolla pasó de costar 800 pesos colombianos a costar 1.500, mientras que una libra de cebolla larga que antes costaba 700 pesos ahora se vende en 3.500.

‘Todo ha subido’, le dijo a BBC Mundo Diana Pérez, una vendedora de 26 años.

‘¡Que huevo! Que se vaya (el presidente) a los pueblos a mirar si no hay paro’, reclamó.

‘Reclamos legítimos’

Para entonces, sin embargo, ya Santos había calificado su polémica afirmación de la víspera.

‘No menospreciamos las protestas, de ninguna manera’, aclaró el mandatario, quien en su intervención inicial había reconocido ‘legítimas reclamaciones’ de ‘algunos sectores de algunos departamentos’.

‘Reconocemos protestas localizadas y trabajamos para resolver lo que las suscita’, insistió vía Twitter.

Y, como para confirmarlo, este lunes se trasladó de Bogotá a Tunja para dialogar con los agricultores del departamento de Boyacá, a pesar de que inicialmente había asegurado que no habría negociaciones mientras se mantuvieran los bloqueos de carreteras.

Su tajante afirmación inicial, sin embargo, no ha dejado de ser repetida con sorna por sus críticos.

Y, sobre todo, está haciendo que muchos protestantes se pregunten si el presidente en realidad entiende los serios problemas estructurales que actualmente aquejan al agro colombiano.

Efectivamente, es cierto que hasta el momento los reclamos de caficultores, productores de papa, cebollas, panela y leche, a los que se han sumado transportistas de carga y pequeños mineros, se han concentrado en 11 de los 32 departamentos de Colombia.

Pero muchos de los problemas que enfrentan los pequeños campesinos tienen un origen común y la verdad es que tampoco son nada nuevos.

‘No de la mejor forma, el país urbano está enterándose hoy más que nunca de las vicisitudes que enfrenta la agricultura’, reconoció el domingo Luis Genaro Muñoz, el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, una organización que no apoya el paro y a la que a menudo se acusa de estar demasiado cerca del gobierno,

‘Por muchos años quienes hemos trabajado en este sector hemos reclamado del país urbano y de la opinión, embelesada con los índices accionarios y con las buenas noticias del petróleo y de la minería, atención a una agricultura que ha sido duramente golpeada por múltiples factores’, se lamentó Muñoz, a través de una carta abierta.

El problema del ‘libre comercio’

Entre los factores mencionados por el gerente de la federación Nacional de Cafeteros para explicar por qué tantos pequeños productores están trabajando con pérdidas, se destacan el cambio climático, la revaluación del peso colombiano y la insuficiente apropiación de recursos del presupuesto nacional para afrontar los retos del agro.

Pero para el analista Aurelio Suárez el problema de fondo está en el modelo de desarrollo económico impulsado por el gobierno.

‘La primera causa (de los problemas de los campesinos colombianos) es el libre comercio’, le dijo a BBC Mundo.

‘Todo el mundo sigue pensando que el problema (con los TLC) era la importación de cebada, de trigo, de soya, de sorgo, de algodón. Pero eso ya pasó. Lo nuevo es que los agricultores se resguardaron en una serie de productos que también se empezaron a importar: papa, leche, hortalizas, cacao, azúcar’, dijo Suárez, quien también destacó problemas como la apreciación de la moneda y el alto costo del crédito y de los insumos agrícolas, dos de los reclamos comunes a la actual protesta.

Los manifestantes reclaman también una rebaja en el costo del combustible, mayores ayudas por parte del Estado y restricciones a las importaciones de algunos productos claves.

Pero, para Suárez, la única verdadera salida a los problemas del campo colombiano pasa ‘por reversar la política de libre comercio y apertura del agro’, que en su opinión está afectando negativamente a unos 12 millones de colombianos que viven de las labores del campo.

A priori, sin embargo, esta no parece ser una opción aceptable para un gobierno que ve esa apertura como clave para el crecimiento de la economía y la inversión extranjera.

El mandatario, sin embargo, sí parece decidido a desmontar rápidamente al menos el paro de Boyacá, departamento que por su proximidad geográfica con la capital ha terminado convertido en la cara visible de las protestas.

Al poder bloquear las carreteras a pocos kilómetros de Bogotá, y encarecer por esta vía el precio de los alimentos que llegan a los mercados capitalinos, los campesinos boyacenses también pueden terminar obligando a los bogotanos a ponerle más atención a los reclamos del campo.

Y la indignación que han suscitado las denuncias de abusos por parte las fuerzas de seguridad que han estado intentando mantener las vías abiertas, parece sugerir que la solución tendrá que llegar, obligatoriamente, por la vía del diálogo.

Fuente BBC mundo

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