El paro de la democracia

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Por: Eber Patiño Ruiz

La voz unida del pueblo

No es por desorden, por rebeldía ciudadana, por querer bloquear las vías, por sentarse a la mesa con los dirigentes, por salir en los medios y mucho menos por generar opinión a favor o en contra.

Colombia en toda su historia no ha tenido un acto como el que hoy se registra y se siente en cada rincón del país. Es el verdadero paro de la democracia exigiendo lo que por mucho tiempo ha callado o ha sido callada por los que presumen el absoluto poder sobre este tierra y el más allá.

Todo el pueblo colombiano siente hoy más que nunca la necesidad de decir sin miedo lo que tiene adentro, décadas y décadas de olvido, de represión social, esclavitud disfrazada de oportunidades, de perder la esperanza y no ver un futuro prometedor como lo quieren hacer ver muchos que tienen el poder de los medios para manipularlos a su favor y mostrar el otro rostro que tiene la moneda, la que brilla por su razón natural y no por lisonjas.

La voz de los mineros, que reclaman no se les tilde de criminales y de ilegales por tener en la minería su única fuente de sustento y ser el sector productor informal que más le aporta a la economía, con toneladas métricas de oro puro, el mismo que el gobierno negocia a los mejores precios en los
mercados internacionales, pero ahora resulta ser que son los hombres malos del paseo, por estar en un territorio olvidado por el mismo estado, y que por razones obvias la única ley que existe es la guerrilla o el paramilitarismo, eso no es un secreto para nadie, y parece que para el estado es un asombroso descubrimiento esta extraña relación, y con esta disculpa atacan indiscriminadamente a la población labriega y pequeños mineros de todo el país.

La voz de los transportadores que llevan en sus tracto- camiones el desarrollo del país, pero este mismo le juego sucio con el recurso que tienen en el subsuelo y que por ser un recurso no renovable en un par de décadas por la explotación desmedida se quedarán secos y ya veremos cuál será la
solución para mantener la burocracia de los dirigentes de turno. Un combustible caro, que según expertos en el tema, es el más caro de todo el continente con relación a otros países como Venezuela que también es productor. Un combustible que no es amigable con el bolsillo de los señores
transportadores que ven como baja el precio del petróleo en los mercados internaciones y en carne propia sienten al iniciar un nuevo mes, la rabia y la impotencia de pagar $ 50, 80, 100 pesos más por galón incompleto de gasolina o ACPM. Un país productor como el nuestro es vergonzoso decir que les vende a los colombianos un combustible como si lo comprara en el México o a los países Árabes.

La voz de los caficultores que tienen en sus tierras el que en otrora fuera el orgullo de una nación, y hoy parece estar en el último renglón de importancia en la política económica del gobierno, olvidando el señor Santos que gracias a esos hombres él vivió, estudió y se codeó con la burguesía inglesa, siendo alto funcionario de la Federación de Cafeteros, la misma que tiene más broca y roya que el mismo café que se toman los corruptos que dicen conocer muy bien lo que sorben en reuniones ejecutivas, no defendiendo la producción del grano, sino bajando la cabeza por las imposiciones del mercado cambiario que tiene en definitiva a los caficultores en la bolsa, no de valores, sino en la bolsa negra de basura donde va a caer la pasilla que nos venden en Colombia.

La voz de los paperos, que ven como inundan el mercado con papa Ecuatoriana, cientos de tracto-camiones recorriendo las plazas de mercado en todo el país, como Pedro por su casa, y las autoridades de sanidad y control parece que no ven el desfile y menos toman las medidas para verificar que no entre alguna plaga o enfermedad que ponga en peligro la producción nacional, y los únicos que ven el daño, son los señores paperos, al ver los precios caer semana tras semana en las centros de abastos, y la respuesta es clara: todos tienen papa de sobra enas bodegas. El precio es el otro golpe bajo, que hace chasquear los dientes y llorosos los ojos de ver perdida su producción sin que a nadie le duela su dolor y sienta su impotencia, de no poder hacer nada, más que dejar que se pudra todo el cultivo. Y la palabra maldita salta a la vista TRATADO DE LIBRE COMERCIO.

La voz de los cacaoteros, que están que no saben qué hacer con sus cultivos, si cortarlo y enterrarlo o dejarlo en el palo para que se pudran juntos y no seguir con un negocio que no es lucrativo para ningún cultivador en Colombia por las importaciones chinas, que vende a precios que en voz del gremio “son precios que no tienen asomadero a los colombianos” y desde ese punto de partida, nadie tiene la vocería y menos el ministro que no tiene simpatizantes en el gremio porque según sus representantes, es el directo responsable de su situación, porque es mejor hablar de cifras grandes en sus ejecuciones como vendedor, que como defensor de los intereses de un país y de un producto que es agradecido por el clima y la tierra donde brota.

La voz unida de los paneleros, que tienen en su trapiches más deudas y menos miel. La causa es evidente, las importaciones innecesarias de jarabe de
maíz y azúcar del exterior, todos con subsidios del país de origen, generan competencia desleal por los bajos precios y la utilización de azúcar para hacer panela, hacen ver a este sector con una molienda amarga, y la miel, se quedará en los bolsillos de los que según ellos son los mejores negociadores del mundo, acabando con la producción nacional de más de 350 municipios paneleros.

Faltan las voces unidas de cebolleros, arroceros, lecheros… todos con una historia similar de atropellos y despropósitos del gobierno, por eso la voz de la democracia se pronuncia en el mejor momento, que es hoy, con el paro masivo que inunda las principales calles y carreteras del país, hablando el lenguaje de la manifestación colectiva, unida en varios sectores, pero con el idioma universal de los derechos.

A esas voces les teme el gobierno nacional, porque son todos diciendo lo mismo: no a los tratados de libre comercio, no a las importaciones, si a la producción nacional, al derecho de seguridad alimentaria como país autosuficiente en materia de producción agrícola, no a la economía de monopolios, no a la privatización de la tierra apta para el cultivo de alimentos, no a las multinacionales mineras, si al derecho al trabajo, a no discriminación, no a la burocracia de las federaciones que solo desangran la economía de los pequeños productores, no a los abusos de los bancos para quedarse con la
tierra de los campesinos.

Colombia tiene en la mano la mejor de las herramientas para mostrarle al mundo que aquí están pasando cosas, que desde hace muchos años se debieron haber dicho, pero nunca es tarde para decir a los cuatro vientos la verdad.

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