Por Carlos Obregón
El cuarto año de un presidente nunca es fácil, porque ese último tramo es una pendiente donde el oxígeno empieza a escasear, con excepción del tercer año del presidente Uribe, cuando más de la mitad del país quiso reelegir la Seguridad Democrática.
Las encuestas del fin de semana –la de El Tiempo, entre ellas–, muestran a un gobierno que pierde el año en casi todas asignaturas, salvo Relaciones Exteriores, Educación y economía. Algo que no parece justo del todo porque el presidente ha puesto empeño en asuntos que estaban pendientes de resolver como el reconocimiento al daño a las víctimas o los golpes a las cabecillas más importantes de la guerrilla o de los paramilitares.
Pero eso no se ha sabido comunicar y en cambio se ha dejado tomar ventaja, frente a la opinión, el manejo de los paros y protestas o en el control del orden público o seguridad, que es por lo que ha terminado siendo visto como un gobierno débil.
Para el presidente Santos, pese al desgaste, estos 12 meses que le faltan pueden ser su año más interesante y retador. Cualquier logro en el proceso de paz será de un impacto relevante para el país; pero al mismo tiempo, una ruptura con la guerrilla por razones de fuerza mayor le devolvería la tranquilidad a buena parte del 60% que hoy no quiere la reelección.
En realidad al gobierno le quedan máximo ocho meses para hacer la tarea pendiente, haya o no reelección del actual mandatario. Podría lograrse un acuerdo para abrir el diálogo con el Eln, emplearse a fondo para que el Congreso haga una buena reforma a la salud; terminar la entrega de las viviendas gratis en diciembre y contar con la suerte de un buen cierre económico en 2013.
Todo eso es posible de lograr, pero con un gabinete para la reelección, que no es el actual, y que le ayude a cometer la mínima cantidad de errores. Eso facilitaría la reelección, con unos rivales que hasta ahora no representan mayor amenaza.