Ante multitudes, el Papa marcó el nuevo rumbo de la Iglesia

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RÍO DE JANEIRO.- Con una multitudinaria misa ante más de 3 millones de personas (un récord apenas superado por la Jornada Mundial de la Juventud de Manila, en 1995), en la que hizo un llamado a ser misioneros y arrancar el mal, la violencia, el egoísmo, la intolerancia y el odio para edificar un mundo nuevo, Francisco cerró ayer en Brasil su primer viaje al exterior.

En un clima eléctrico, aclamado y vivado por cientos de miles de jóvenes de 195 países que pasaron la noche en carpas y bolsas de dormir a orillas del mar para participar del último evento de una JMJ que hizo historia, el primer papa latinoamericano dejó enfervorizada a la extraordinaria masa de gente y confesó que en su partida ya empezaba a sentir saudade (nostalgia) por el pueblo brasileño.

Sin embargo, fiel a su estilo, durante su frenético último día en Río, Francisco también les dio un delicado tirón de orejas a los obispos latinoamericanos (entre los que se incluyó), al afirmar que están «atrasados» frente a la sociedad del siglo XXI. Les aconsejó tener humildad y no una «psicología de príncipes» para servir a la renovación y actualización de la Iglesia Católica.

«Perdónenme si me he zafado, pero tenía que hablar de obispo a obispo», les dijo, en un discurso en el que dejó en claro el nuevo rumbo que quiere para la Iglesia.

Por la mañana, en la playa Copacabana, había clamado: «¡Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas no tengan miedo de ser generosos con Cristo! Llevar el Evangelio es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio, para edificar un mundo nuevo».

El ex arzobispo de Buenos Aires, de 76 años, que con su carisma y estilo directo, sin vueltas, impactó a observadores locales e internacionales, superó con creces el desafío que significó para él este primer viaje internacional, de 7 días, con una agenda intensísima.

«¡Jesucristo cuenta con ustedes! ¡La Iglesia cuenta con ustedes! ¡El Papa cuenta con ustedes!», dijo Francisco, hablándoles a los jóvenes, al terminar un sermón vibrante, en el que hubo improvisaciones y en el que fue interrumpido por ovaciones.

«Es una bendición para la Iglesia que tengamos este papa, una persona simple, humilde, con los pies en la Tierra, que sabe hablar con los jóvenes», dijo a LA NACION Tilda Sayegh, una diseñadora gráfica de 31 años, del Líbano, que lloraba de la emoción en la irreconocible playa de Copacabana

Así como había hecho en la sobrecogedora vigilia de la noche anterior, Francisco recurrió a las preguntas. «¿Qué nos dice hoy el Señor? Tres palabras: vayan, sin miedo, para servir.»

«En estos días aquí, en Río, han podido experimentar la belleza de encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, han sentido la alegría de la fe. Pero la experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia. Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, para que todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo», dijo el Papa.

Tras destacar que Jesús «no nos trata como a esclavos, sino como a hombres libres, amigos, hermanos», señaló que el Evangelio no es para algunos, sino para todos. «No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente», exhortó.

«Brasil, América latina, el mundo tiene necesidad de Cristo. La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, de la creatividad y de la alegría que los caracteriza. ¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven», explicó el Papa, con un mensaje profundamente optimista, simple y rebelde, revolucionario, que hace que los jóvenes lo vean como «uno de nosotros».

Francisco llamó también a no tener miedo: «Jesús no nos deja solos, nunca», recordó. Y a no aislarse: «Jesús no ha llamado a los apóstoles a vivir aislados, los ha llamado a formar un grupo, una comunidad». Finalmente invitó a los jóvenes a servir: «La vida de Jesús es una vida para los demás, es una vida de servicio».

«Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos, como hizo Jesús», subrayó.

Al término de la misa festiva, en la que hubo una liturgia variada, que mezcló cantos carismáticos y de otros grupos con cantos gregorianos, en la que hubo gente emocionada hasta las lágrimas, se hizo el anuncio más esperado.

Al mediodía, durante el rezo del Angelus, el Papa anunció que la próxima JMJ será en Cracovia, Polonia, en 2016, en la tierra natal del beato y futuro santo Juan Pablo II (1978-2005), el inventor de estos megaeventos católicos.

Un estallido de júbilo hubo entonces entre los fieles polacos. «Pidamos a la Virgen que nos ayude a llevar la alegría de Cristo a nuestros familiares, compañeros, amigos, a todos. No tengan nunca miedo de ser generosos con Cristo. ¡Vale la pena!», volvió a arengar durante la oración mariana.

Reunión

Antes de regresar a Roma, el Papa se reunió con el comité de coordinación del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), a quien llamó a seguir las líneas del documento de Aparecida, para un renovación interna de la Iglesia, y a no caer en la tentación del clericalismo. «El obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear», dijo.

«Los obispos deben ser pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre: pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan psicología de príncipes», dijo Francisco, en uno de los pasajes más fuertes que les dirigió a los pastores de la región.

«Me incluyo: estamos un poco atrasados», diagnosticó Francisco, que así quiso marcar el nuevo rumbo que quiere que tome la Iglesia.

También advirtió sobre la tentación de la «ideologización del mensaje de la Iglesia, tanto del liberalismo de mercado como el marxismo».

Por último, el Papa les recordó a los purpurados de la región: «Existen en América latina y el Caribe pastorales lejanas, disciplinarias, que privilegian las conductas y la organización y que no muestran cercanía ni ternura, sin caricias, sin la revolución de la ternura. Hay pastorales incapaces de lograr el encuentro».

Al saludar luego, ya en el aeropuerto internacional, a los voluntarios de la JMJ y agradecerles su trabajo, volvió a pedirles a los jóvenes que sean revolucionarios y que vayan a contracorriente.

«Hay quien dice que hoy el matrimonio está «pasado de moda»; en la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos predican que lo importante es «disfrutar» el momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, «para siempre», porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que sean revolucionarios, que vayan a contracorriente. Sí, en esto les pido que se rebelen contra esta cultura de lo provisional», exhortó.

Ante Dilma Rousseff, que fue a despedirlo al aeropuerto, Francisco agradeció a las autoridades, obispos, colaboradores y a todos los jóvenes que participaron de la JMJ. Y no ocultó su saudade por dejar su continente natal para volver a Roma, donde en el Vaticano tiene pendientes asuntos difíciles como la reforma de la curia y del IOR, el banco del Vaticano.

«El Papa se va, les dice «hasta pronto», un «pronto» ya muy saudadoso, y les pide, por favor, que no se olviden de rezar por él. El Papa necesita la oración de todos ustedes. Un abrazo a todos. Que Dios los bendiga».

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