Rousseff queda contra las cuerdas

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El caos social en Brasil crece en efervescencia y las posibilidades de hallar un consenso para buscar salidas al mismo parecen remotas. Entre el jueves, cuando salió a las calles más de un millón de personas, que paralizaron más de 60 ciudades y la madrugada de ayer se presentaron numerosos episodios de violencia, pese a que las marchas tenían carácter de pacíficas.

En las refriegas, los vándalos atacaron el Palacio de Itamaraty, sede de la cancillería en Brasilia, la sede del parlamento e incluso intentaron llegar hasta la casa presidencial de Planalto, donde estaba la presidenta Dilma Rousseff, pero la fuerza pública los frenó.

Ayer fueron reportadas dos personas muertas en los choques con los revoltosos: una joven de 18 años, quien perdió la vida al ser golpeada por un carro que trató de escapar al quedar en el centro de un enfrentamiento y una señora, quien no resistió la cantidad de gas que inhaló.

En un acto denominado «abrazo simbólico» autoridades brasileras protestaron por las acciones vandálicas, sobre el todo el ejecutado contra el edificio de la Cancillería, uno de los símbolos de Brasilia.

Aunque se aclaró en un comunicado que los hechos violentos no reflejan el carácter predominantemente pacífico de las manifestaciones, sí se expresó la inconformidad por estas que congregaron el jueves a 25.000 personas en la capital Brasilia.

Bajó la pobreza
«Brasil ha defendido su crecimiento económico, protegiendo su industria y disminuyendo la pobreza, cerrando la brecha social con programas como Bolsa Familia y Hambre Cero. El problema es que ese progreso no llega a todas las personas y los altos niveles de iniquidad persisten», explicó a este diario el profesor Giovanny Reyes de la U. del Rosario.

Precisamente, el país está en el puesto 10 del ranking de países más inequitativos del mundo, pero al mismo tiempo es la octava economía más desarrollada del planeta.

«Estas protestas continúan por la visibilidad que está dando la Copa Confederaciones, algo que podemos comparar con los trágicos hechos del 2 de octubre de 1968 en México, días antes de los Juegos Olímpicos en el país azteca. Aunque no creo que lleguen a tumbar a la presidenta Rousseff», agregó el profesor Reyes.

Visita papal
Hacia el mediodía de ayer la presidenta Rousseff sostuvo una reunión de emergencia con el Ministro de Justicia brasileño para tomar correctivos con las protestas, pero finalmente no hizo comentarios al respecto y mantuvo su callada postura frente a los disturbios, destacó AP.

Sus asesores dijeron que no sabían si Rousseff se dirigiría a la nación en un intento de calmar a los manifestantes, pero se supo que también se reunió con los principales obispos de la Iglesia Católica para hablar sobre posibles efectos de las protestas en la visita papal del próximo mes en Río de Janeiro y Sao Paulo.

Rousseff, una exguerrillera de izquierda que fue encarcelada y torturada durante la dictadura militar de Brasil, apenas ha mostrado breve apoyo a los manifestantes desde que comenzaron las mayores protestas en décadas en el país.

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