Ley del Montes: La encrucijada conservadora

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No ha sido una semana de rosas para el Partido Conservador. Para empezar, el presidente Juan Manuel Santos a la hora de anunciar su dream team para hacerle frente a su segundo mandato ignoró por completo a los herederos ideológicos de Caro y Ospina y prefirió apostarles a sus amigos más cercanos y a quienes vienen de las entrañas del liberalismo, como es el caso del exministro Germán Vargas Lleras y Juan Mesa, quienes estarán despachando desde la sede de la Fundación Buen Gobierno en la 70 con séptima de Bogotá. Santos no nombró a un solo conservador en esta primera avanzada.
Ni siquiera al exministro Juan Camilo Restrepo, quien llegó al Gabinete con el respaldo del conservatismo. El gesto de Santos cayó muy mal en las toldas azules, hasta el punto de que varios congresistas hicieron saber su malestar con la decisión del mandatario. “Santos debe saber que se llega a la Presidencia sumando votos, no restando”, me dijo un senador conservador con quien hablé para conocer su pensamiento sobre lo que está pasando en las filas de su partido. Al gesto inamistoso de Santos se sumó la carta de la precandidata Marta Lucía Ramírez a las directivas de su partido a las que les pidió que se salieran de la Unidad Nacional, puesto que —según Ramírez— Santos no representa los programas ni las ideas del partido. Ramírez —exministra de Álvaro Uribe— sostiene que el partido debe tener candidato propio para las presidenciales en lugar de sumarse a la campaña reeleccionista de Santos. El presidente del partido, senador Efraín Cepeda, le respondió a Ramírez que el conservatismo seguirá en la Unidad Nacional.

Marta Lucía Ramírez marca distancia de Santos
Marta Lucía Ramírez es una aguerrida dirigente política nacional. Ha sido ministra de Comercio Exterior y de Defensa a nombre del Partido Conservador, que siempre ha visto en ella a una representante con grandes cualidades personales y profesionales. Álvaro Uribe la escucha con atención y siempre acude a su opinión a la hora de tomar decisiones de tipo político. Ello es así desde la época en que Ramírez se desempeñó como Ministra de Defensa, siendo la única mujer en ocupar ese cargo. La hoja de vida de Marta Lucía tiene, pues, todas las charreteras, logros y honores para aspirar a la Presidencia de la República, como de hecho está aspirando en esta ocasión a nombre del uribismo, pero dentro de las filas del conservatismo. Ocurre, sin embargo, que Ramírez considera que en esta oportunidad el conservatismo no debe respaldar la candidatura reeleccionista de Santos, pues, según ella, Santos no representa ni los valores ni el proyecto conservador. Y cuando habla de valores, Ramírez se refiere a temas espinosos como la despenalización de las drogas, asunto que Santos ha ventilado últimamente en distintos foros y que el Partido Conservador no comparte por principios. El otro tema que marca distancias entre Santos y al menos un sector del conservatismo es el de la paz, pues es bien sabido que no todos los conservadores acompañan al Gobierno en esa empresa. De hecho, senadores como José Darío Salazar, entre otros, han dicho abiertamente que no están con el Gobierno en la negociación con las Farc en La Habana, ni tampoco en la legalización del aborto.

¿Qué tan santistas son los conservadores?
La pregunta también podría plantearse en otros términos: ¿Qué tan conservador es Santos? Y la respuesta para ambas preguntas es una sola: ni Santos es conservador, ni los conservadores son santistas. De lo que se trata —en plata blanca— es de un matrimonio por conveniencia. O en otras palabras: una relación burlesca en la que las partes se pusieron de acuerdo para vivir bajo el mismo techo solo porque les conviene a ambos. Santos es cada día más cercano al Partido Liberal, al que no deja de consentir con puestos, y los conservadores viven añorando los tiempos de vacas gordas que vivieron al lado de Álvaro Uribe. No obstante, ni Santos deja a los godos ni los godos se van, simple y llanamente porque se necesitan mutuamente. Santos sabe que sin los azules le resulta imposible sacar adelante buena parte de sus iniciativas en el Congreso y los conservadores saben que si Santos les quita el “oxígeno burocrático”, podrían perder una buena cantidad de votos con miras a las elecciones parlamentarias del próximo año. Nada garantiza, sin embargo, que este matrimonio por interés tenga un final feliz.

Minagricultura, ¿cuota conservadora?
Aunque todo parece indicar que Juan Manuel Santos terminará por escoger como sucesor de Juan Camilo Restrepo a Francisco Estupiñán, actual presidente del Banco Agrario, su designación generó una fuerte disputa dentro del Partido Conservador, pues buena parte de los directivos de la colectividad consideran que los ministros responden mucho más a las orientaciones impartidas por mandos medios de la Casa de Nariño que las que les son transmitidas por los Senadores y Representantes a la Cámara. A la postre, Estupiñán recibió el respaldo conservador pero con el compromiso de ser mucho más cercano a las huestes azules de lo que fue Juan Camilo, quien, al final “ni siquiera nos pasaba al teléfono”, como me respondió un representante a la Cámara de ese partido. Es decir: los conservadores quieren ministros que los escuchen, los acompañen a sus giras por las regiones y —claro— les reciban hojas de vida de recomendados. Además, el sucesor de Juan Camilo deberá prestar atención de forma muy especial a los dirigentes costeños con quien Restrepo no tuvo buenas relaciones, entre ellos con los ganaderos.

¿Qué tan uribistas son los conservadores?
La pregunta también podría plantearse en otros términos: ¿Qué tan conservador es Uribe? Y la respuesta a ambas preguntas es una sola: los conservadores son muy uribistas y Uribe es muy conservador. El suyo no fue un matrimonio por conveniencia, como ocurre en la actualidad con Santos, sino por amor. Ninguno llegó obligado al altar. Pese a su militancia en el liberalismo durante muchos años, que le permitió ocupar altas dignidades como la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín, así como el Senado de la República, el talante de Uribe es genuinamente conservador. De todos los presidentes liberales que ha tenido Colombia en su historia, Álvaro Uribe es, sin duda alguna, el más conservador. Y los conservadores, por su parte, encontraron en el “liberal” Uribe al mejor intérprete de sus partituras, especialmente la que tiene que ver con la aplicación de los principios de autoridad, como ocurrió con la llamada Política de Seguridad Democrática. Pero, además, Uribe fue particularmente generoso con los conservadores durante sus ocho años de gobierno, especialmente en materia burocrática. Las elecciones de 2014, tanto las parlamentarias como las presidenciales, tienen a los conservadores con una encrucijada en el alma: Uribe tendrá listas propias con el Centro Democrático, con las que morderá nichos electorales azules, y seguramente también tendrá candidato presidencial propio, lo que dejaría por fuera, por ahora, al Partido Conservador, que deberá también postular su propio candidato para enfrentar a su mentor.

Por Óscar Montes
@leydelmontes

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