Legalización de las drogas no es una opción: ONU

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Viena. En su último informe anual, presentado en esta capital el 27 de febrero, la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes vuelve a pronunciarse en contra de la legalización de la droga, como ha hecho en anteriores ocasiones. Este organismo de la ONU señala que «legalizar el consumo y tráfico de drogas significa alimentar la demanda». Como ejemplo de las consecuencias negativas de la permisividad, el informe describe el caso de Zúrich: «Los muchos años de tolerancia han llevado a una triste situación en que las autoridades no son capaces de controlar un problema tremendo».

En esta ciudad suiza se toleró el consumo de drogas en un parque público (bautizado como «parque de las jeringuillas»). La situación allí se hizo insostenible, y los toxicómanos se trasladaron a una estación abandonada, con la aquiescencia de las autoridades. Finalmente, el clima de peligrosidad creado en el entorno obligó a la policía a desalojar también este lugar.

Para los autores del informe, la legalización no hace que disminuya el consumo: «Los precios bajan por no estar perseguido el tráfico, de modo que las drogas llegan a más personas y los drogadictos tienen más facilidades de obtener dosis mayores». En Zúrich, antes de la legalización se llegó a pagar por un gramo de heroína el equivalente de 96.000 pesetas; en 1994, el precio medio era entre 5.000 y 7.000 pesetas; tras la nueva penalización, a principios de 1995, ha alcanzado las 15.000.

Tampoco las medidas sanitarias, como la distribución gratuita de jeringuillas, han mejorado realmente la situación de los toxicómanos. «En definitiva, estos programas no han conseguido reducir los daños, pero sí han causado perjuicios al impedir y obstaculizar los programas de prevención». Facilitar el consumo de drogas sólo ha servido para aumentar el número de drogadictos.

En Zúrich, el consumo aumentó hasta extremos verdaderamente elevados para una ciudad de menos de 350.000 habitantes: una media de 350 muertos por sobredosis al año (en 1992 se alcanzó el récord de 415), cerca de 20.000 heroinómanos, consumo de unas 6 toneladas de heroína al año… Además, «la legalización del consumo ha atraído a muchos drogadictos de todas las partes de Suiza y de otros países».

En Zúrich se esperaba también que se redujese la criminalidad ligada al tráfico de drogas. Pero la permisividad llevó, con la baja de los precios, a que los distintos grupos de traficantes lucharan por el monopolio de la heroína, lo que ocasionó atentados y muertos entre las mafias. A la vista de ello, el informe señala que «una actitud de no-intervención invita al incremento del consumo de drogas y del tráfico ilícito».

La Junta también critica la reciente decisión de las autoridades locales de Zúrich de distribuir la heroína gratis a una buena parte de los toxicómanos durante unos tres años: «La distribución legal de heroína sólo consigue mantener el ciclo de adicción en los drogadictos, y no se ha pensado en los efectos a largo plazo; es una gran falta de responsabilidad respecto a la sociedad, pues los riesgos son enormes». Uno de los autores del informe, Herbert Schaepe, secretario general de la Junta, afirmó que «la actitud de las autoridades de Zúrich es totalmente irresponsable».

Para los autores del informe, la discusión sobre la legalización «es un problema ideológico de partidos de la izquierda europea, que se superará con el tiempo y que ha quedado totalmente descalificado a la vista del modelo suizo».

El informe critica a Suiza también por la falta de legislación sobre sustancias psicotrópicas y sus precursores (productos químicos necesarios para producir estas drogas), que se utilizan cada vez más como drogas en países africanos.

Tampoco está de acuerdo con la distinción, a efectos legales, entre drogas duras y blandas. Tomando el ejemplo de Alemania, donde una decisión del Tribunal Constitucional mal interpretada hizo que apareciera en la prensa una presunta «legalización del cannabis» justificada por «su aceptación en la sociedad», el informe destaca que «las denominadas drogas blandas sirven casi siempre como entrada y preparación a las duras. Su uso habitual y despreocupado suele acabar con la adicción a drogas mucho más peligrosas».

El informe también trata el caso de Holanda, donde la policía distingue entre comerciantes de cannabis y otras drogas. Califica esta actitud de perjudicial, por la imposibilidad práctica de separar claramente los traficantes de una y otra clase de drogas. Además, «los traficantes utilizan las menos duras como preparación y enganche de las más peligrosas».

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