Por Carlos Obregón
No es frecuente ver al presidente de la República ir al Capitolio Nacional como cualquier vecino de barrio. Pero ese 19 de marzo lo hizo acompañado de un grupo de congresistas y su ministro de Salud. En su portafolio llevaba dos proyectos de ley de salud, algo que tampoco es usual. Uno, era la ley estatutaria para el sector y una ley ordinaria para “que los colombiano recuperen la confianza perdida en su sistema de salud”, según dijo el ministro Alejandro Gaviria.
Ahí, en ese momento, pudo –así, en tiempo pretérito indefinido– haber empezado mal el trámite de las reformas a la salud, porque la verdad es que el problema venía desde antes. La historia es la siguiente:
En 2012, un grupo de senadores encabezado por Roy Barreras – Jorge Gechem, Juan Lozano, Dayra Galvis, etc.– presentó una reforma estatutaria a la salud, que no fue del agrado del Gobierno. Según una fuente del Senado, para no entrar en choques con los autores, el Gobierno se apoyó en un senador de la Unidad Nacional, Armando Benedetti, para que presentara una ponencia que pusiera al proyecto en la línea con lo que quería el ministro, especialmente en lo relacionado con el tema de las tutelas de los pacientes.
Tan entusiasmado andaba por esos días el Ministro Gaviria con el proyecto, que le dedicó más de media docena de reuniones con Benedetti y su colega Luis Carlos Avellaneda, el otro ponente. Pero un día el ministro abandonó el tema. Hasta acá el tema de este proyecto. Y el primer error.
Mientras tanto, un día Barreras, el mismo autor del anterior proyecto, se apareció con un grupo de médicos –con quienes venía trabajando el tema–, ante el presidente Santos con otro proyecto de reforma estatutaria enfocado definir un marco para la aplicación de la salud. En ese momento se olvidó el anterior proyecto y el Gobierno le compró al presidente del Senado la nueva propuesta radicada en marzo.
Segunda error: presentar un proyecto cuando ya había uno haciendo turno. El propio Gaviria le dijo a Caracol Radio que el aval de ese proyecto se había otorgado de afán.
Hasta ahora es incierta la suerte de ambos proyectos, pese a estar lideradas por un ministro competente. Se han cometido varios errores que podrían ponerlos en peligro: es iluso creer que un ministro puede sacar dos proyectos de un tema tan complejo de manera simultánea; los proyectos se presentan al Congreso y se discuten allá, pero no se acuerdan con los gremios, porque si hay algo que moleste a un senador es que le digan que le van a llevar un articulado consensuado desde afuera y eso ha pasado con la estatutaria; además, en este caso, el futuro de las iniciativas depende en buena medida de dos congresistas enfrentados con el gobierno por presiones burocráticas –Barreras y Karime Mota, el uno preside el Senado y la segunda, la Comisión Primera–; el peor momento para este tipo de reformas es un año preelectoral, y definitivamente el tiempo es muy corto para intentar una reforma a la salud como la que los usuarios desearían.
Ciertamente: el anterior ministro de Transporte dijo antes de dejar el cargo que la doble calzada Bogotá – Girardot sería entregada en junio de 2013, de común acuerdo con el contratrista. Y lo ratificó la actual ministra. No hay el menor riesgo: las obras desde Bogotá hasta Silvania están retrasadas.