Papa toma posesión como obispo de Roma en basílica de San Juan de Letrán

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Roma.- El papa Francisco tomó posesión hoy de la cátedra de obispo de Roma en una abarrotada basílica de San Juan de Letrán, la catedral de la capital italiana, en una ceremonia que estuvo precedida por la dedicatoria a Juan Pablo II de una plaza próxima al templo.

Cuando aún no se ha cumplido un mes de su elección como Pontífice el pasado 13 de marzo, Jorge Mario Bergoglio tomó posesión de la Diócesis romana, de la que es titular en calidad de Pontífice, en una ceremonia en la que participaron también el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, y el vicario emérito Camillo Ruini, resaltó Efe.

El Papa portó la cruz pastoral de Juan Pablo II, que antes había pertenecido a Pablo VI, y la misma mitra y casulla blancas con sencillas líneas marrones y doradas que usa en todas las ceremonias.

Francisco fue recibido con aplausos por los asistentes y poco después de su entrada en el templo se acercó a un numerosos grupo de discapacitados síquicos y físicos a los que fue saludando, y a veces abrazando, uno a uno.

La ceremonia en San Juan de Letrán comenzó con el rito de toma de posesión de la cátedra de Roma, representada por el sillón elevado de la época del papa León X en la basílica patriarcal, tras lo que le siguió el rito de la obediencia y una misa.

Durante la ceremonia, el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, pronunció la fórmula tradicional para invitarle a asumir su papel de obispo de Roma, en la que recordó su papel de pastor del «rebaño de Cristo» y «siervo de los siervos de Dios».

Una vez que el Papa estuvo sentado en la cátedra como obispo de Roma, comenzó el rito de obediencia por parte de algunos vicarios y representantes de diversos estamentos, párrocos, frailes, monjas y familias de la diócesis romana.

Después presidió una misa concelebrada y, durante la homilía, el Papa argentino incidió en la misericordia de Dios.

«Un amor tan grande, tan profundo el que Dios nos tiene, un amor que no decae, que siempre aferra nuestra mano y nos sostiene, nos levanta, nos guía», dijo.

Y recordó las dudas de Santo Tomás sobre lo que decían los otros apóstoles que habían visto al Señor.

Subrayó la palabra «paciencia» y dijo que Jesús no abandona «al terco Tomás en su incredulidad; le da una semana de tiempo, no le cierra la puerta, espera».

También Pedro renegó tres veces de Jesús -recordó Francisco- «precisamente cuando debía estar más cerca de Él; y cuando toca el fondo encuentra la mirada de Jesús que, con paciencia, sin palabras, le dice: ‘Pedro, no tengas miedo de tu debilidad, confía en mí’; y Pedro comprende, siente la mirada de amor de Jesús y llora».

Y al hablar de la parábola del hijo pródigo aseveró que a él le produce siempre una gran impresión releer la parábola del Padre misericordioso: «Me impresiona porque me infunde siempre una gran esperanza».

El papa argentino quiso subrayar otro elemento: «La paciencia de Dios debe encontrar en nosotros la valentía de volver a Él, sea cual sea el error, sea cual sea el pecado que haya en nuestra vida».

El que fuera arzobispo de Buenos Aires dijo: «Cuántas veces en mi ministerio pastoral me han repetido: ‘Padre, tengo muchos pecados’; y la invitación que he hecho siempre es: ‘No temas, ve con Él, te está esperando, Él hará todo'».

A la ceremonia asistieron seminaristas, párrocos, canónigos de la basílica y otros religiosos, así como fieles de la capital italiana.

Durante siglos, la toma de posesión de la Diócesis romana estaba precedida por la llamada «cabalgata papal», en la que el recién elegido pontífice atravesaba en procesión el centro de Roma hasta la basílica de San Juan de Letrán a lomos de un equino blanco.

Esta tradición se conservó hasta el siglo XVIII y después se utilizaron medios más cómodos para el pontífice, como las literas, los coches de caballos o (a partir de Pío XII en el siglo XX) los automóviles para transportar al obispo de Roma desde el Vaticano hasta San Juan de Letrán.

Media hora antes de que comenzara la ceremonia, el papa en compañía del alcalde de Roma, Gianni Alemanno, asistió al acto de dedicatoria de una plaza próxima a la basílica a Juan Pablo II, descubriendo además una placa con el nombre del pontífice polaco, que Francisco aplaudió y bendijo.

Después se trasladó en el papamóvil a San Juan de Letrán y en el recorrido fue saludado por una multitud que le lanzaba flores y le elevaba a los niños para que los bendijera.

Horas antes, el papa Francisco invitó hoy a no tener miedo de ser y vivir como cristianos, a través de una Iglesia católica llamada a transmitir a los hombres la redención de los pecados para así sembrar la paz en los corazones.

En el rezo en la plaza San Pedro del Vaticano del Regina Coeli, la oración que sustituye al Ángelus durante la Pascua, el Pontífice argentino indicó que la paz es el «preciado don que Cristo ofreció a sus discípulos tras haber pasado a través de la muerte y el infierno».

«La Iglesia ha recibido el mandato de Cristo resucitado a transmitir a los hombres la redención de los pecados y así hacer crecer el reino del amor, sembrar la paz en los corazones, para que se afirme en las relaciones, en las sociedades, en las instituciones», dijo Francisco.

«Y el espíritu de Cristo resucitado ahuyenta el miedo del corazón de los apóstoles y los lleva a salir del cenáculo para llevar el Evangelio. Tenemos también nosotros más valor para testimoniar la fe en Cristo resucitado. No debemos tener miedo de ser cristianos ni de vivir como cristianos», agregó.

Según el Papa, «tenemos que tener esta valentía de ir a anunciar a Cristo resucitado, porque él es nuestra paz, él ha hecho la paz con su amor y su perdón son su sangre y su resurrección» y él «nos espera, nos ama, nos ha perdonado y nos perdona cada vez que vamos a pedirle perdón».

En una casi abarrotada y soleada plaza San Pedro, Francisco reconoció como «dichosos» quienes a través de la Iglesia y el testimonio de los cristianos creen que Jesucristo es el amor de Dios hecho carne, quien además ofreció la paz a sus discípulos, ya no solo como un saludo ni como un deseo, sino como un «preciado don».

«Esta paz es el fruto de la victoria del amor de Dios sobre el mal, es el fruto del perdón. Y es justamente así: la verdadera paz, la profunda, viene de tener experiencia en la misericordia de Dios. Hoy es el domingo de la Divina Misericordia, por voluntad del beato Juan Pablo II, que cerró los ojos a este mundo justo en la vigilia de esta celebración», afirmó. Vía El Universal de Caracas

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