La Sala de las Lágrimas, el lugar más íntimo y solitario del Cónclave

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Uno de los momentos más íntimos del Cónclave es cuando el elegido como Papa se retira a la sacristía de la Capilla Sixtina, llamada «de las lágrimas», para meditar y vestir una de las tres sotanas blancas ya preparadas, antes de presentarse a los fieles en la Plaza de San Pedro.
Tras aceptar -en esta ocasión- ser el 266 sucesor del apóstol Pedro, el cardenal elegido pasará a la pequeña habitación existente a la izquierda del altar mayor de la Sixtina, bajo el ‘Juicio Final’ de Miguel Ángel.
La sacristía es conocida como la «Sala de las Lágrimas» por las que han derramado en ella a lo largo de la historia los Papas recién elegidos, tal vez por la emoción del momento, la tensión acumulada durante los días del Cónclave o el peso que se le viene encima.
La «Sala de las Lágrimas» está cerrada al público y no forma parte del recorrido de los fieles y turistas que diariamente visitan la Sixtina.
En sus paredes hay numerosos rastros de frescos, pinturas que destacan entre el blanco de las paredes.
Está amueblada con una mesa, sobre la que hay una pequeña imagen de la Virgen con el Niño, y un sofá de terciopelo rojo.
Un gran crucifijo, tipo pastoral, de pie, forma parte de la decoración.
El suelo es de terrazo y conecta con la Sixtina a través de un estrecho pasillo.
Allí, colocadas en un perchero, encontrará tres sotanas, una de talla pequeña, otra mediana y otra grande, así como tres pares de zapatos de diferentes números, la estola y la esclavina roja y otras prendas del ajuar papal (camisas, calcetines…).
Solo, en silencio, probará las ropas y elegirá las que mejor le queden, mientras lo que pase por su mente en ese momento únicamente él lo sabrá y en la Sixtina los cardenales se preparan para recibirle ya vestido de Papa.
Las sotanas y las otras prendas han sido confeccionadas por la sastrería Gammarelli, de Roma, que desde hace años viste a los papas.
Ya vestido de blanco, el nuevo pontífice regresará a la Sixtina, donde será recibido con un largo aplauso por los cardenales, que uno a uno se acercará a presentarle su obediencia.
Mientras, el cardenal protodiácono -en esta ocasión el francés Jean-Louis Tauran- se dirigirá a la logia de las bendiciones de la basílica de San Pedro del Vaticano para anunciar al pueblo de Dios y a la ciudad de Roma que ya hay nuevo Papa y obispo de la Ciudad Eterna.
Lo hará siguiendo el ritual «Annuntio vobi gaudium magnum; habemus papam».
El nuevo Pontífice, por su parte, abandonará la Sixtina e irá a la capilla Paulina, distante pocos metros, a rezar ante el Santísimo Sacramento.
No se descarta que también baje a las Grutas Vaticanas (la cripta de la basílica de san Pedro), como hizo el cardenal Joseph Ratzinger tras ser elegido papa en 2005, para rezar ante la tumba del Apóstol antes de presentarse a los fieles e impartir su primera bendición Urbi et Orbi (al mundo y a la ciudad de Roma).
Mientras, las campanas del Vaticano y toda Roma repicarán a fiesta, la Iglesia tiene nuevo papa, el 266 sucesor de Pedro.

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