Los riesgos de negociar en medio del conflicto

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Desde el comienzo se sabía que sentarse a la mesa a negociar con la guerrilla en medio de la guerra tendría consecuencias, entre ellas los constantes enfrentamientos armados que dejan víctimas a lado y lado de las partes. Está claro que no hay tregua y que lo que hay es guerra.

Así se pactó desde el principio. Esa es la razón por la cual todos los días se conocen casos de soldados y guerrilleros muertos en combates o en emboscadas, como sucedió el viernes en el Sumapaz, donde cayeron tres soldados de la XIII Brigada.

Este escenario -que es el único que hay y que puede haber– obliga a las Fuerzas Militares a redoblar esfuerzos y a no relajarse en el cumplimiento de su misión, que no es otra que la de doblegar al enemigo en el campo de batalla.

En La Habana se está negociando la paz del país, en medio de la guerra. Por lo tanto no es el momento de que las tropas sigan alimentando falsas creencias, como esa de que estamos ante “el principio del fin de las Farc”, como pregonaron hasta hace poco algunos altos mandos militares.

Una cosa es haber logrado neutralizar el accionar de las Farc, como en efecto se logró, y otra muy distinta es haberlas vencido militarmente. El compromiso de las Fuerzas Militares con la paz y con la guerra debe tener la misma intensidad. La moral de las tropas crece con las derrotas propinadas al enemigo y se va al piso con los golpes que se reciben, como ocurrió a finales de la década de los 90.

Es hora de evaluar la eficacia de la estrategia aplicada hasta el momento, que se basa en la fortaleza aérea y en los bombardeos, por una que tenga como pilar la inteligencia humana, que fue la que permitió la infiltración y por consiguiente los golpes como las muertes de Cano y demás comandante de las Farc.

Ni falsos triunfalismos, ni relajamiento militar

Aunque en los últimos años las Farc han recibido duros golpes, como la muerte de Alfonso Cano, Raúl Reyes y Mono Jojoy, entre otros comandantes, lo cierto es que ello no significa que ese grupo esté derrotado militarmente. Esa falsa sensación de una derrota militar que no se ha presentado, llevó inclusive a altos mandos militares a hablar públicamente del “principio del fin de las Farc”, lo que pudo producir en las tropas un relajamiento táctico y un triunfalismo cuyas consecuencias se estarían pagando en la actualidad de manera muy costosa.

El hecho de que las Farc hayan sido neutralizadas, como en efecto ocurrió durante el gobierno de ocho años de Álvaro Uribe, no significa que estén derrotadas. Quienes deben tener absoluta claridad sobre ello son los comandantes y sus tropas. Nada más perverso para mantener la ofensiva militar contra los grupos guerrilleros, que un exitismo que no tiene ningún asidero real.

Pese a que el presidente Juan Manuel Santos insiste constantemente en su discurso en el hecho de mantener dicha ofensiva, todo parece indicar que debe ser más contundente tanto en la exigencia de mayores resultados como en el énfasis que debe acompañar todas y cada una de sus palabras. De manera que no es hora del relajamiento militar.

¿Están las Farc recuperando la zona del Sumapaz?

La muerte de tres soldados de la Brigada XIII en jurisdicción de La Chorrera, zona del Sumapaz, disparó las alarmas en todo el país, puesto que se trata, ni más ni menos, que de la puerta de entrada a Bogotá. Cuando El Mono Jojoy alardeaba en el Caguán de la supuesta fortaleza militar de las Farc, siempre decía que “vamos a llegar a la Plaza de Bolívar por el Sumapaz”. Se trata, obviamente, de una expresión delirante, propia de una persona con ínfulas de poder.

Es claro que la guerrilla no va a llegar armada a la Plaza de Bolívar. No obstante, el mensaje que sus actos mandan a la opinión pública es que están recuperando el poderío que tuvieron en tiempos del Caguán y mucho antes, durante el gobierno de Ernesto Samper, cuando atacaron con éxito bases militares como Patascoy y Miraflores. El valor estratégico del Sumapaz es incalculable. Y las Farc lo saben, desde la época de Juan de la Cruz Varela, el legendario guerrillero de las Farc, quien ejerció dominio sobre ese territorio durante años.

Por el Sumapaz se llega a La Uribe, El Guayabero y El Duda, pero también se ingresa a Bogotá. La presencia de las Farc en ese territorio es histórica y es indudable que ejercen control sobre buena parte de él. El efecto de pensar que las Farc “volvieron” al Sumapaz es demoledor para el ánimo nacional.

Mantener la ofensiva militar contra los grupos guerrilleros

La muerte de tres soldados en el Sumapaz, el pasado viernes, luego de un ataque de las Farc, generó una gran reacción de repudio a la acción guerrillera y puso de nuevo sobre el tapete el tema de la necesidad de una tregua militar por parte del grupo insurgente.

La verdad monda y lironda es que esa tregua que desvela a millones de colombianos no tiene viabilidad alguna, puesto que no solo las partes se sentaron a negociar en Oslo y La Habana bajo la condición de que las conversaciones se llevarían a cabo en medio de la guerra, sino que las Farc piden a cambio de silenciar sus fusiles, el silencio de los fusiles del Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada y la Policía Nacional, algo que es no solo inconstitucional, sino que -de materializarse por encima de la Constitución- sería un error estratégico monumental.

Es decir, ese escenario está descartado y no tiene ningún sentido llevarlo a la mesa de negociación. En esas condiciones, lo único que debe prevalecer es la voluntad de lucha de nuestros soldados, quienes deben mantener su ofensiva contra los grupos insurgentes y no claudicar en el empeño de doblegar su capacidad militar hasta el punto de reducir su accionar hasta su mínima expresión.

Neutralizar al máximo los ataques e incursiones de las Farc debe ser la consigna de las tropas. En una guerra, como la que se libra en Colombia mientras las partes negocian en La Habana, no puede causar asombro la ocurrencia de enfrentamientos que terminen con un número considerable de muertos. Por cruel que parezca, así es la guerra. De hecho, el número de víctimas de la guerrilla en estos tiempos de diálogos es mucho mayor que el del Ejército.

¿Qué pasó con los batallones de Alta Montaña?

La instalación de un Batallón de Alta Montaña en la zona del Sumapaz sirvió como barrera de contención ante una posible ofensiva militar de las Farc hacia Bogotá, que fue durante toda su vida el sueño de Tirofijo. La presencia de las tropas logró contener a los frentes guerrilleros que tenían la tarea asignada por el Secretariado de las Farc de avanzar hacia la capital.

La instalación de batallones de alta montaña, tanto en Cundinamarca, como en el Valle del Cauca y en otros departamentos, les permitió a las tropas retomar la ofensiva contra los grupos guerrilleros, especialmente las Farc. “La idea era no solo evitar que nos atacaran, sino atacarlos a ellos en sus madrigueras”, me dijo recientemente un alto oficial retirado del Ejército, quien, como muchos, se pregunta ¿qué pasó con los batallones de Alta Montaña? ¿Por qué razón no están operando con la eficacia que se requiere?

Análisis
Óscar Montes
La Ley del ‘Montes’
@leydelmontes

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