Por Oscar MontesDesde antes de nacer Milan Piqué Mebarak ya era más famoso que sus padres, que es mucho decir puesto que se trata ni más ni menos que de Shakira y Gerard Piqué, jugador del Barcelona, el equipo más popular del mundo. Su nacimiento estuvo precedido de toda suerte de especulaciones, pues todos querían –¿queríamos?– saber no solo su verdadero nombre, sino la hora exacta de su nacimiento.
El ingreso de sus padres a la clínica se realizó en medio de una avalancha de cámaras de televisión y de periodistas afanados por tener la exclusiva de una frase, un saludo o una sonrisa de quienes ostentan el honor de ser los padres del niño más famoso del mundo por estos días, porque si algo tiene la fama es que es efímera.
Mañana nacerá el hijo de otro par de famosos y entonces los medios se ocuparán de su primer par de zapatos, sean Nike, como los de Milan, o de otra mutinacional que patrocine a algunos de sus padres. Los periodistas hablarán entonces, como hablan ahora, de los “morritos besuqueadores” de la criatura.
La fama cuando llega no da respiro, que lo diga el propio Milan, quien no había acabado de nacer cuando el Club Barcelona lo reconocía como su socio número 171.761 y su cuenta en Twitter tenía tantos seguidores como las de sus progenitores. Hasta tocayo tuvo Milan a las pocas horas de nacer. En Soledad, Atlántico, unos humildes padres de familia no encontraron mejor nombre para su hijo que el de Milan Piquet Suárez Arteta, cuya fama duró un poco menos que la del original.
Pero si bien es cierto que la fama es efímera, lo es mucho más en España, donde la llamada prensa del corazón se encarga de exprimir al máximo todo lo que tiene que ver con sus celebridades y cuando ya no tienen más jugo para sacarles, entonces pasan a ocuparse de otras estrellas que les ayuden a vender más revistas y periódicos. En España es normal que los medios de comunicación paguen astronómicas cifras de dinero por cuenta de una declaración explosiva de una ‘ex’ –exnovia, exesposa o examante– sin importar en lo más mínimo eso que se conoce como derecho a la intimidad. El principio es elemental: nosotros nos ocupamos de quienes nos ayudan a mantener el negocio y nos producen ganancias. Hoy nos ocupamos de Shakira, Piqué y Milan, mañana serán otros.
De modo que no hay nada que hacer: la vida del pequeño Milan será pública. Muy seguramente si de él dependiera, le hubiera gustado llegar a este mundo de una manera más discreta, más íntima, como tiene que ser, pues nada debe ser más privado que el sagrado acto de nacer o morir. Gay Talese dice en El Reino y el Poder que hasta las guerras entre los países se suspenden si sus protagonistas saben que no hay periodistas presentes. Si no sale en los medios, no es noticia.
Pese al acoso mediático, quienes definen su relación con los medios son las celebridades, sean artistas o políticos. Así de simple. Ronald Reagan el día que quiso preservar su intimidad, salió por televisión y le anunció a Estados Unidos que a partir de ese momento se retiraba de la vida pública y les solicitaba a los medios que respetaran su decisión. Y así fue. Reagan murió lejos de las luces de las cámaras, solo acompañado por su esposa, Nancy.
A diferencia de Reagan, la Princesa Diana le apostó a ventilar su vida ante las cámaras, desde el momento mismo en que se supo de su romance con Carlos de Inglaterra. Los medios encontraron en ella el símbolo que estaban buscando, con desesperación desde los años remotos en que Jackeline Kennedy era la “princesa del mundo”. Diana encontró en los medios la caja de resonancia que necesitaba para difundir sus actos como novia y esposa del futuro rey de Inglaterra.
Cuando Diana –ya convertida en el sueño de millones de jóvenes en el mundo– quiso marcar distancia con los medios ya era demasiado tarde. Es probable que a la hora de su muerte, en medio de una persecución inclemente por parte de una nube de paparazzi, Diana hubiera preferido vivir en el anonimato y lejos del asedio de la prensa. De hecho, ningún accidente de tránsito tuvo mayor cubrimiento que el de su muerte al lado de su novio, Dody Al fayed. Tampoco hubo boda más difundida que la suya con Carlos.
Bienvenido, pues, Milan Piqué Mebarak, tan catalán como barranquillero, como bien lo aclaró su madre, nuestra Shakira, quien será vital en su formación. De ella y de su esposo dependerá la suerte del pequeño Milan. Ella sabe mejor que nadie que en la vida lo más importante no es la fama, sino los valores y los principios.
Por Óscar Montes
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