El presidente de EEUU, Barack Obama, se ha visto obligado a suspender sus vacaciones para volver a Washington. Obama y el Congreso volverán este jueves al trabajo en un último intento por evitar el «abismo fiscal» a partir de enero, aunque los ciudadanos son cada vez más pesimistas sobre la posibilidad de que la Casa Blanca y los republicanos lleguen a un acuerdo.
Según una encuesta de la firma Gallup divulgada hoy, un 48 % de los estadounidenses dudan de que se llegue a un pacto antes del 1 de enero, cuando entrarán en vigor automáticamente los aumentos generalizados de impuestos y recortes del gasto público conocidos como «abismo fiscal». El sondeo de Gallup se realizó el 21 y 22 de diciembre, y su resultado contrasta con la «sólida mayoría» que durante las últimas tres semanas mostraba su confianza en que se cerrase el año con un acuerdo.
Obama partirá de Hawaii, donde está pasando sus vacaciones navideñas en familia desde el pasado viernes, y llegará a Washington a primera hora del jueves.
La noticia del retorno de Obama a la capital y el hecho de que al menos el Senado tenga una sesión programada para este jueves animaron hoy a los mercados y Wall Street abrió al alza, optimista ante la próxima reanudación de las negociaciones.
El escenario más probable ahora es que el Senado vote antes del 1 de enero un proyecto de ley en el que está trabajando el líder de la mayoría demócrata en esa cámara, Harry Reid, en colaboración con la Casa Blanca.
De acuerdo con los medios y los analistas, la propuesta de Reid sería una «medida provisional» para prorrogar los recortes impositivos aprobados durante el Gobierno de George W. Bush a la mayoría de los ciudadanos y dejar que expiren para los más ricos.
Esa propuesta incluiría también algunos recortes de gasto a corto plazo, pero sería en todo caso una especie de «parche» que dejaría para 2013 la negociación sobre un acuerdo fiscal completo.
La mayor incertidumbre es sobre si el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, y sus compañeros de partido apoyarán la propuesta de Reid y votarán a favor de ella.
Además, de ser aprobada en el Senado, quedaría en manos del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, someterla a votación en ese órgano, donde los conservadores tienen mayoría.
Negociaciones estancadas
El llamado «plan B» contra el «abismo fiscal» presentado por Boehner la semana pasada en la Cámara baja fracasó estrepitosamente al no conseguir apoyos suficientes dentro de su propio partido.
El «plan B» de Boehner contemplaba la subida de impuestos para los hogares con ingresos anuales de más de un millón de dólares y se topó con el rechazo enérgico de congresistas, en su mayoría del movimiento derechista Tea Party, que se oponen radicalmente a una mayor carga fiscal, ni siquiera para los ciudadanos más ricos.
«Cuando preguntamos al pueblo estadounidense: ‘¿A quién representan y por quién pelean los republicanos?’, la respuesta número uno es ‘a los ricos'», sostuvo hoy en una entrevista con la cadena CBS el analista y encuestador conservador Frank Luntz.
Según Luntz, parte de culpa del estancamiento en las negociaciones la tienen también los demócratas, que no acaban de entender que los estadounidenses quieren que se ponga fin al «gasto derrochador» del Gobierno.
Mientras, el presidente de la cadena de cafeterías Starbucks, Howard Schultz, ha pedido en una carta a los empleados de sus 120 establecimientos en el área de Washington que escriban «Come Together» («Unámonos») en las tazas al servir a los clientes para subrayar la urgencia del pacto fiscal.
Si ese acuerdo no llega, las subidas de impuestos se producirán como consecuencia del vencimiento de las exenciones aprobadas durante la presidencia de George W. Bush.
Por su parte, los recortes automáticos del gasto público fueron acordados por el Congreso en el verano de 2011 como mecanismo de presión para forzar un acuerdo bipartidista, que nunca llegó, sobre la reducción del déficit presupuestario y la deuda.
Los analistas alertan de que este abrupto ajuste fiscal podría devolver a Estados Unidos a la recesión en el momento más inoportuno, cuando su economía todavía se está recuperando con lentitud de la grave crisis de 2008.