La imagen de Hugo Chávez Frías despidiéndose de los venezolanos y llamándolos a respaldar en las urnas al vicepresidente Nicolás Maduro, quien quedaría al frente del Gobierno en caso de que el Presidente se vea obligado a dimitir o fallezca debido al cáncer que padece, es la de un hombre impotente ante la adversidad y con muy poco margen de maniobrabilidad política.
Maduro es la persona de más confianza del hasta ahora hombre fuerte de Venezuela y el único que le garantiza lealtad plena “hasta más allá de la vida”, como él mismo afirmó poco después de haber sido ‘ungido’ por Chávez como su sucesor. Nadie más les garantiza a Chávez, y a los hermanos Fidel y Raúl Castro que la Revolución del Siglo XXI tendrá la continuidad que necesita para poder salir del limbo en que se encuentra, pues muy pocos indicadores son positivos en la Venezuela del Siglo XXI. Ni la lucha contra la corrupción, ni contra la pobreza, ni contra la inflación, ni contra el desempleo… Venezuela va a la deriva.
La galopante corrupción venezolana es producto del maridaje perverso que se dio entre una clase política emergente y unos empresarios que, cuando vieron que Chávez había llegado a Miraflores para quedarse, no dudaron en arrimarse a ese árbol para recibir más y mejor sombra. Los amigos de Chávez –buena parte de ellos con estrechos vínculos con las Fuerzas Armadas de ese país- y los ambiciosos empresarios comenzaron entonces a hacer negocios bajo el amparo que les brindaba el hecho de ser “chavistas”. ¿Sabía el Comandante de la existencia de ese elefante? En círculos del poder de Venezuela dicen no solo que sí sabía, sino que se benefició personalmente de esa corrupción rampante.
La percepción que existe hoy en Venezuela es que sus Fuerzas Armadas están cooptadas por la corrupción y que son muy pocos los miembros que no han caído en la tentación del enriquecimiento ilícito, incluso valiéndose del narcotráfico. De hecho, los nombres de varios amigos de Chávez, entre ellos el de Diosdado Cabello, son mencionados con insistencia por quienes hablan del régimen corrupto venezolano. Curiosamente, Diosdado apareció a la derecha de Chávez el día que se despidió de sus paisanos para irse a La Habana. Esa es la razón por la cual muchos analistas sostienen que en caso de que Maduro asuma las riendas de Venezuela, como pretende Chávez, el verdadero poder lo ejercerá Cabello.
En cuanto a Maduro, si bien es cierto que cuenta con el respaldo de un grupo de chavistas incondicionales, así como de los hermanos Castro, no lo es menos que hay sectores en el Gobierno que no lo ven con buenos ojos, especialmente aquellos que han quedado a la vera del camino; tal es el caso del exvicepresidente Elías Jaua Milano o el propio José Vicente Rangel, quien en un momento determinado llegó a ser considerado como el sucesor del Comandante.
Maduro tendrá el reto de alinear a unos y a otros si quiere que la Revolución del Siglo XXI no se quiebre en sus manos. Su gran debilidad sigue siendo, sin embargo, el hecho de encontrarse compartimentado por poderosos sectores de las Fuerzas Armadas, más interesados en seguir multiplicando sus ganancias que en hacer realidad la revolución chavista. Y es ahí donde radica, precisamente, la suerte de Venezuela sin Chávez. En lo que hagan o dejen hacer a Maduro quienes se consideran herederos naturales de Chávez. ¿Podrá Maduro enfrentar y derrotar a ese poderoso sector del chavismo? De la respuesta a la pregunta dependerá su devenir y el de Venezuela, por supuesto. ¿Está maduro Maduro?
Por Óscar Montes
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