Gustavo Petro: 40 días a la deriva

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El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro no ha tenido un día tranquilo desde el momento de su posesión. Por cada anuncio suyo, por cada declaración o acción suya o de alguno de sus hombres de confianza estalla una tormenta. A cada tormenta, el alcalde y sus subalternos responden con una declaración, un trino o un bandazo que contribuye a la confusión.

La sensación que tenemos los bogotanos es que 40 días después de jurar el cargo, Petro no ha sido capaz de tomar las riendas de la ciudad. Que lleva 40 días a la deriva.

En realidad lo que está pasando con Gustavo Petro no es nuevo. Recuerdo que algo parecido les ocurrió en su momento a Andrés Pastrana, Juan Martín Caicedo, Lucho Garzón y Samuel Moreno. A ellos como a Petro, les costó mucho empezar a gobernar.

¿Qué tienen en común? ¿Que todos llegaron a la Alcaldía de Bogotá pensando en ser algún día Presidentes de la República. Convencidos de que ser alcaldes de Bogotá los pondría a un paso de la Casa de Nariño, objetivo que sólo ha logrado Andrés Pastrana gracias a que fue capaz de cambiar a tiempo el camino de su administración.

A Juan Martín Caicedo un grupo de concejales corruptos lo enredó tanto que terminó en la cárcel. A Lucho Garzón el cargo lo mareó a tal punto que creyó que podría ir borracho por el mundo amenazando periodistas. Y a Samuel Moreno ya sabemos en qué líos lo metió.

Ninguno de ellos entendió que ser Alcalde de Bogotá es tan atractivo, como peligroso. Que entre más arriba se está, mas fuerte es la caída. Que de la alcaldía se sale igual de fácil para el Palacio de Nariño o la cárcel de La Picota.

Asumir la Alcaldía de Bogotá no es tarea fácil. Es el segundo cargo por elección más importante de la Nación. Eso hace que sobre quien lo ocupa estén posados los ojos e intereses, de los grandes medios de comunicación, sus periodistas y editorialistas. Del Presidente de la República y sus Ministros, algunos de ellos interesados también en competir por la Presidencia.

Ser Alcalde de Bogotá implica estar sometido a grandes presiones, no solo de los concejales, sino de los congresistas. A su alrededor se crean círculos y juegos de poder que requieren de mucho temple y firmeza para identificarlos y dominarlos.

Asumir el cargo de Alcalde de Bogotá requiere un tiempo de maduración. Tengo la sensación de que Gustavo Petro desperdició las semanas que pasaron entre su elección y su posesión y que el empalme con el gobierno anterior fue mediocre. No hay otra explicación a tanto rumbo, a tanta indecisión que, como él mismo lo ha reconocido, es producto de su ignorancia sobre la situación real de la ciudad.

Ser Alcalde de Bogotá implica tener el acompañamiento permanente de una nube de periodistas, fotógrafos y camarógrafos que vigilan sus pasos, hacen preguntas, reclaman chivas todo el tiempo. Se necesita prudencia, cabeza fría, paciencia y entrenamiento para no ceder a la tentación de hablar por hablar. Un buen Alcalde debe hacer suya aquella máxima que resa: “El hombre es amo de sus silencios y esclavo de sus palabras”.

Gustavo Petro aún tiene tiempo de tomar las riendas y enderezar el rumbo. Si de verdad quiere ser Presidente de Colombia está en el sitio y el momento precisos para demostrar que es capaz de gobernar. De gobernar bien.

Petro debe asimilar que ya no está en la oposición en donde cualquier declaración es rentable. Que ahora está en el gobierno de la Capital de Colombia y que estando ahí no solo debe ser sino parecer. Un principio que debería inculcar a sus subalternos a ver si dejan de incurrir en indelicadezas que empiezan a crear alrededor suyo una nube de sospecha y desconfianza.

Petro debe entender que sucedió a la administración más corrupta en la historia de la Ciudad y que los bogotanos estamos muy sensibles frente al tema. Queremos un cambio de verdad. Para eso y por eso lo elegimos.

Gustavo Petro debe asimilar que el Alcalde de Bogotá es él y que de su futuro y el de la ciudad es su único responsable.

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