El gobierno de Juan Manuel Santos se ha caracterizado por tener dos gabinetes: el establecido por la Constitución Nacional integrado por 16 Ministros y el Director de Planeación Nacional y el conformado por una legión de altos y no tan altos consejeros presidenciales que son espejo del primero y prácticamente lo duplica en funciones.
Es como tener un equipo de fútbol con titulares y suplentes. Hay que admitir que tanto en la titular como en la banca hay excelentes y buenos jugadores y que el técnico tiene de donde echar mano para capotear una emergencia.
Si esa es la razón para tener esa costosa nómina paralela, vaya y venga. Como decía Pambelé, es mejor tenerlos, que no tenerlos.
El problema aparece cuando los suplentes no entienden y aceptan que apenas son llantas de repuesto, se desesperan en la banca porque nunca los dejan jugar y empiezan a hacer locuras como creer que pueden Co-gobernar a Bogotá desde el Palacio de Nariño como Gina Parodi, o agarrar la lonchera a patadas como Luis Eduardo Garzón.
El de Gina y Lucho son los casos más sonados de consejeros despistados y desparchados que deciden levantar la casa a gritos a ver si el papá les pone oficio, pero no los únicos. Se sabe de otros que están aburridos porque los ministros no les paran bolas (creen que los consejeros les pueden mover la silla) o porque después de dos años se han dado cuenta de que, así como los jugadores suplentes no pueden hacer goles desde la tribuna, desde sus cómodas oficinas palaciegas no es gran cosa lo que pueden hacer.
Sería bueno que ahora que anda caído en las encuestas, el Presidente Juan Manuel Santos revise si llegó el momento de refrescar la alineación y poner a jugar a los suplentes. De pronto, como le ocurre a muchos entrenadores, descubre que los goles estaban en la banca.