La Ley del Montes | Petro, en campaña permanente

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POR OSCAR MONTES

@LEYDELMONTES

A Gustavo Petro lo que le gusta en realidad es la plaza pública. Allí es feliz echando discursos, ojalá todos los días. En la plaza pública Petro se siente como pez en el agua. Ese es su hábitat natural. A Petro los espacios cerrados –con público seleccionado y con dominio absoluto de los temas– le producen fastidio, angustia y desespero. Al presidente Petro esos espacios donde habla sobre asuntos que los asistentes dominan no le gustan. Lo ponen de mal genio.

Mientras en la plaza pública –sea en Caloto o en Turbo o en cualquier lugar del país– los asistentes lo ven como una especie de mesías, un salvador; en los espacios cerrados su discurso no convence ni emociona. Allí lo miran como un “culebrero”, una especie de encantador de serpientes de esos que todos los días recorren los parques de nuestros pueblos vendiendo menjurjes para curar todos los males: venga señorita que le tengo la cura para ese mal de amor, yo le hago regresar al ser amado en un santiamén y hago que le pida perdón de rodillas por haberla lastimado y también hago que consiga plata con solo tomarse estas goticas de saliva de serpiente del Amazonas, mezclada con sangre de tarántulas de mil patas. Usted no se preocupe que nada de lo que le pasa es culpa suya, señorita, todo es culpa de ese enemigo interno o externo que la quiere ver postrada, ese atarván oligárquico, ese rico desalmado y explotador que abusó de usted por décadas, ese ser despreciable es el único culpable de sus males. Nadie más. Pero usted no se deje, no sea boba que aquí estoy yo para ayudarla. Mire lo que le tengo: una pomada milagrosa de sudor de murciélago, que usted se la unta tres veces al día y enseguida no solo se le curan todos los males, sino que lo tiene pidiéndole cacao de rodillas…

Así, como un hábil culebrero, ven a Petro quienes conocen a fondo los temas de los que habla con propiedad, aunque sin dominarlos.

Entre el papel de “mesías salvador”, que le atribuyen sus fanáticos en la plaza pública y el de “culebrero y encantador de serpientes”, que le atribuyen los especialistas que lo escuchan en los foros y espacios cerrados, Petro se siente mucho más cómodo con la camiseta del primero. En la plaza pública se crece y cautiva. En los foros cerrados se fastidia. Mientras en la plaza pública nadie le pregunta a Petro de dónde saldrá la plata para construir un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla, en un foro o congreso gremial Petro sabe que tiene que explicar –por ejemplo– qué responsabilidad le cabe a su gobierno en la disparada del dólar. ¿Qué medidas está tomando para generar empleos de forma masiva, como se requiere en estos momentos? ¿Qué está haciendo para proteger al sector productivo nacional?

A Gustavo Petro lo que le gusta y disfruta es eso que los expertos en Marketing Político llaman la “campaña permanente”, que no es otra cosa que mantenerse siempre en el rol de candidato, aún siendo presidente. Es decir, la “campaña permanente” permite que la “campaña electoral” nunca termine, sino que se prolongue durante el mandato del gobernante. Unos se valen de ella para sostenerse en el poder y otros para impedir que sus opositores accedan a él. Petro –en su rol de “candidato permanente”– se siente mejor en la plaza pública que en los escenarios cerrados. Así ha quedado evidenciado en las primeras semanas de su mandato.

¿Cuál es el propósito de la campaña permanente de Petro?

Si el enemigo no existe hay que crearlo

Nada más efectivo para mantenerse vigente un gobernante que tener un enemigo, interno o externo. La “campaña permanente” obliga al gobernante a tener siempre un rival a vencer, un adversario que derrotar.

Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro enfrentaron un rival muy poderoso: Estados Unidos, que es el enemigo perfecto para los gobernantes de América Latina, pues les permite asumir el papel de “David” (la víctima), quienes deberán enfrentar al gigante desalmado Goliat (el victimario).

Álvaro Uribe también fue durante muchos años el enemigo a vencer no solo de Chávez y Maduro, sino del propio Petro. Ahora que Uribe ha bajado los decibeles de su discurso contra el gobierno, entonces Petro ha enfilado baterías contra Iván Duque. La “campaña permanente” requiere, entonces, crear siempre el escenario de una contienda, una pelea, un enfrentamiento. Petro diseña estrategias para enfrentar y derrotar a sus “enemigos”, sea el sector productivo o los medios de comunicación “al servicio de los poderosos”, como dicen él y sus seguidores.

Al igual que Chávez y Maduro, Petro también cree que Estados Unidos es el enemigo del mundo, por la imposición de sus políticas. Mañana podrían ser las altas cortes si no toman decisiones que favorezcan a su gobierno. Inclusive, enemigos suyos podrían ser funcionarios de su gobierno que tengan la osadía de contradecirlo y expresarlo públicamente.

El “traidor” es una figura que resulta muy útil al gobernante durante la “campaña permanente”, porque al graduarlo de enemigo lo convierte en blanco de sus feroces ataques. Caer en desgracia es lo peor que les puede pasar a quienes pasan de amigos a traidores de los gobernantes.

¿Para qué los partidos políticos?

Gustavo Petro prefiere a los electores más que a los elegidos. Su apuesta es por el pueblo. Y en cumplimiento de esa premisa los partidos políticos, pero sobre todo los jefes de dichos partidos, sobran y estorban. No quiere intermediarios.

Él quiere ver “ríos humanos en las calles” para que respalden todas sus propuestas. Mientras algunos jefes políticos condicionan su respaldo por cuenta de puestos y contratos, el pueblo (los votantes) está dispuesto a volcarse a las calles para defenderlo y lograr que sus expectativas se cumplan.

Y si esas expectativas no las puede cumplir –que es lo que sucede la mayoría de las veces– siempre habrá un “enemigo” a quien echarle la culpa del fracaso: los gremios, Estados Unidos, los medios de comunicación, la oligarquía…

Blumenthal sostiene que en la actualidad una de las herramientas más poderosas para la puesta en marcha de una “campaña permanente” por parte de un gobernante son los nuevos medios, como es el caso de las redes sociales, inclusive por encima de los medios tradicionales.

En otras palabras: el poder está en las redes sociales más que en los medios tradicionales o en los propios partidos. Si la relación entre el gobernante se va a dar de forma directa, ¿para qué los partidos políticos? Y en ese sentido los partidos políticos sobran. A no ser que se trate de crear uno nuevo que quede bajo el control absoluto del gobernante. Uno que no ponga en duda ni su mandato, ni su poder.

Para Petro la campaña electoral no ha terminado

Desde que perdió en segunda vuelta con Iván Duque en 2018 hasta que venció a Rodolfo Hernández en 2022, Gustavo Petro no ha dejado de estar en campaña. Inclusive, después de su posesión el pasado 7 de agosto.

Petro no ha dejado de ser candidato un solo día. Pero tendrá que dejar de serlo en algún momento. El discurso del ahora presidente Petro se sigue soportando en las promesas y las expectativas.

Es necesario que entienda no solo que la campaña electoral ya pasó, sino que las circunstancias también cambiaron. Es el caso, por ejemplo, de la oferta de campaña de no permitir durante su mandato “más exploración y explotación de gas petróleo”.

Mantener la rigidez del discurso, cuando las circunstancias locales y globales cambiaron, solo evidencia la tozudez de un gobernante que pretende refugiarse casi que de forma infantil en la negación de una realidad, que hace, por ejemplo, que más del 70 por ciento de los ingresos del país dependan de la exportación de hidrocarburos. La testarudez de un gobernante tiene un costo muy elevado en la inmensa mayoría de la población

Encontrar subalternos dóciles, los tristemente célebres “Yes man”, es lo peor que le puede suceder a un gobernante por una razón muy simple: le alienta el ego, pero contribuye a arrastrarlo con mayor rapidez hacia el abismo.

¿Un eterno candidato?

Cuando se desempeñaba como alcalde de Bogotá, Gustavo Petro encontró en la sanción del entonces procurador general Alejandro Ordóñez el mejor pretexto para poner en marcha su “campaña permanente”.

En efecto, a raíz de la decisión tomada por Ordóñez –fallada a favor del hoy presidente en todas las instancias nacionales e internacionales– Petro decidió “gobernar desde la Plaza de Bolívar”, para demostrar que su suerte como gobernante no estaba en manos de un funcionario de ocasión, por muy poderoso que fuera, sino en “el pueblo”.

Desde el Palacio Liévano –sede de la Alcaldía de Bogotá– Petro asumió con éxito su papel de víctima y graduó también con éxito a Ordóñez en su papel de victimario. En aquel momento su “enemigo” fue el jefe del Ministerio Público, el “Goliat” del momento, quien a la postre terminó vencido por “David”. Petro –aún siendo alcalde– prefirió seguir de candidato, como única manera para defenderse de los ataques de un rival muy poderoso.

Pero Petro no puede pasarse toda la vida siendo “candidato eterno” en su afán por mantenerse en “campaña permanente”. Las campañas electorales se acaban y quienes las ganan deben gobernar en las circunstancias que encuentren, sean favorables o desfavorables. Petro debe entender que los candidatos cuando ganan de inmediato pasan a ser gobernantes. Punto.

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