Por Oscar Montes
Barack Obama repite mandato y estará otros cuatro años en la Casa Blanca. Y ello significa que nos van a seguir dando de la misma medicina, que es exactamente igual a la que venimos tomando desde hace ya varias décadas. Y no puede ser de otra forma, pues en esta relación burlesca que por tanto tiempo hemos mantenido con Estados Unidos nosotros somos la suegra malvada y ellos el yerno juicioso.
Con Obama o sin Obama en la Casa Blanca nada va a cambiar. O mejor dicho: lo único que puede cambiar es la dosis del medicamento que nos suministran desde Washington y que no significa, necesariamente, una mejoría en la salud del enfermo.
Pero, paradójicamente, la dosis no depende de la salud del paciente –que somos nosotros, si es que todavía hay lectores que siguen sin entender cuál es nuestro rol en esta historia- sino del médico que la suministra. Si el galeno goza de buena salud, la dosis será moderada, pero si muestra síntomas de desfallecimiento, entonces nos duplicará o triplicará la dosis. Así ha sido siempre.
Para desgracia nuestra, la salud de Estados Unidos en la actualidad no es la mejor y ello significa que debemos prepararnos para la inyección que nos van a aplicar.
La crisis económica estadounidense es una bomba de tiempo que está a punto de estallar y las probabilidades de que Obama lo impida son muy pocas. El desempleo y el déficit fiscal siguen creciendo y ni siquiera la salvación de empresas emblemáticas, como la Ford, ha enviado el mensaje esperanzador que los estadounidenses esperan. De hecho, Obama ganó con un país dividido, donde la mitad de los ciudadanos votó en su contra.
Lo anterior significa que, antes de pensar en el “patio trasero” de la casa, Obama debe ocuparse primero de la sala, la cocina y las habitaciones, que podrían venirse al suelo en cualquier momento, si no inicia cuanto antes las obras de reparación. De modo que lo que pase en el “patio trasero” solo empezará a preocuparle en la medida en que la mugre siga creciendo, como ocurre, por ejemplo, con el consumo de la cocaína que se produce en el “patio trasero” y que Estados Unidos compra por toneladas.
Es por esa razón que cada vez que el problema se les crece, entonces ordenan meterle candela al “patio trasero” y fumigan con glifosato, o con lo que tengan a mano, millones de hectáreas de hojas de coca y desforestan millones de hectáreas de cultivos de yuca y plátano y coca, por supuesto, y meten presos y extraditan a decenas de capos y se ocupan de elecciones en países de la región para que al “patio trasero” no lleguen mayordomos con ínfulas de patronos, como Hugo Chávez, que los desafíen y critiquen.
En estos otros cuatro años en la Casa Blanca, Obama deberá ocuparse del “patio trasero” con mayor esmero que el que tuvo en los primeros. Y ello es así porque hay países donde el rancho podría arder en cualquier momento, empezando por Venezuela cuya suerte está amarrada a la salud de Chávez. ¿Cuál será la dosis que el ‘médico’ Obama le aplicará a Venezuela sin Chávez?
¿O a Cuba sin Fidel? ¿O a Colombia sin las Farc, pero con bandas criminales de extrema izquierda, como las maras centroamericanas? ¿O a Argentina sin la Kirchner? ¿O a Bolivia con Evo o sin Evo, que es prácticamente lo mismo? ¿O a Brasil sin la Rousseff?
En el caso colombiano, la dosis que nos suministrará Obama dependerá, fundamentalmente, de la suerte de los diálogos de paz con las Farc. Si fracasan, entonces habrá más plomo, más armas y más fumigaciones; si tienen éxito, entonces Estados Unidos tendrá que ocuparse del posconflicto y deberá contribuir a que los desmovilizados no terminen narcotraficando, secuestrando y atracando, como ocurre hoy en día con las Farc, y sucede con las tristemente célebres bacrim.
Unas Farc desmovilizadas y desmadradas serían el gran dolor de cabeza para Colombia y para Estados Unidos, que deberían combatir no a una sola organización criminal, como ahora, sino a decenas de bandolas dedicadas a narcotraficar, secuestrar y atracar a lo largo y ancho del país. Obviamente, que un “patio trasero” en esas condiciones es lo que menos le conviene al ‘médico’ Obama.
De manera que quienes se han devanado los sesos por estos días elaborando profundos análisis sobre la suerte de América Latina en general y de Colombia en particular durante estos otros cuatro años de Obama en la Casa Blanca, deberían empezar por entender la parábola del “patio trasero”, que es la misma desde hace décadas y en la que solo cambia el nombre de los actores, pero no sus roles.
El médico siempre estará allá y los pacientes estaremos acá. Y lo otro que también cambia es la dosis del medicamento que nos suministran, la misma que –repito- no depende, como muchos piensan, de la salud del enfermo sino de la del médico.
Por Óscar Montes
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