La ley del Montes | La Selección es Colombia

Compartir:

POR OSCAR MONTES

@LEYDELMONTES

Este martes en Barranquilla la Selección Colombia jugará un partido fundamental en su propósito de clasificar al Mundial de Catar 2022. Después de perder dos partidos consecutivos por goleadas con Ecuador y Uruguay, la Selección derrotó el pasado jueves a Perú en Lima con un contundente 3 a 0, lo que despertó de nuevo en el país la ilusión mundialista.

La Selección Colombia logra movilizar a todo el país y termina definiendo el estado de ánimo nacional. Si a la Selección le va bien, los colombianos mostramos nuestra mejor sonrisa. Pero si le va mal, entonces nos verán con el ceño fruncido, en especial quienes vivimos en Barranquilla, que es la casa de la Selección y el lugar donde mejor se sienten los jugadores.

“Jugar en Barranquilla es otra cosa. La ciudad contagia a todo el equipo con su alegría y su optimismo. Barranquilla siempre nos hace sentir como en nuestra casa”, declaró Francisco Maturana, entonces técnico de la Selección, cuando le preguntaron por qué razón el equipo debía jugar en Barranquilla y no en otras ciudades, como Bogotá, Medellín o Cali.

En esta oportunidad el partido del martes se jugará en un marco de alteración del orden público por cuenta del paro Nacional y de incertidumbre por cuenta de la pandemia de coronavirus, que sigue mostrando cifras muy altas tanto de muertos como de contagiados en ciudades distintas a Barranquilla, como Bogotá y Medellín. Hace varias semanas que la capital del Atlántico logró superar el llamado “tercer pico” de la pandemia. Hoy tanto la ocupación de las UCI, como el número de personas contagiadas, muestran indicadores muy inferiores a los del resto del país.

Esa es la razón por la cual tanto el Gobierno nacional, como la Alcaldía de Barranquilla, así como la Federación Colombiana de Fútbol, dieron su aprobación para que al partido de este martes asistan unas 10.000 personas, lo que significa un aforo del 25 por ciento de la capacidad del estadio Metropolitano “Roberto Meléndez”. Barranquilla será la primera ciudad de América Latina donde se juegue un partido de fútbol con público en las tribunas. Además, fue escogida para dar inicio a la llamada “reactivación económica”, después de más de 14 meses de cierres totales y parciales de distintas ciudades del país por cuenta de la pandemia.

La Selección representa, pues, el sentimiento nacional. Ella nos alegra cuando gana y nos entristece cuando pierde. De los triunfos y las derrotas de la Selección depende nuestro estado de ánimo. Barranquilla recibe una vez más a la Selección Nacional con los brazos abiertos. Este martes la vamos a acompañar con alegría y fervor, sin que ello signifique -como algunos piensan- indiferencia con la crisis social que vive el país, que debe ser atendida con prontitud y eficacia, tanto por el Gobierno nacional, como por las administraciones departamentales y municipales. Tampoco significa ser ajenos a la grave situación sanitaria que viven otras ciudades por cuenta del coronavirus. No se trata de ocultar la realidad, sino de sumar esfuerzos entre todos para alcanzar propósitos comunes, como es la clasificación al Mundial de Catar 2022. La Selección Nacional -como lo ha hecho siempre, aún en momentos tan críticos como el presente- siempre nos llena de optimismo y nos alegra el espíritu. En esta oportunidad no será distinto.

¿Qué enseñanzas nos deja la “nueva” Selección de Reinaldo Rueda, después de golear a Perú en Lima y a pocas horas de enfrentar a Argentina en el “Roberto Meléndez” y con Lionel Messi a la cabeza?

Reinaldo Rueda, el valor de la experiencia y de las canas

En el fútbol, como en la política y en la vida misma, las canas pesan. Y mucho. La experiencia es fundamental a la hora de asumir retos y superarlos. Las experiencias vividas hacen mejores gobernantes, mejores hombres y mujeres y mejores técnicos de fútbol.

Son muy pocos los técnicos -como Pep Guardiola- que logran triunfar sin tener sobre sus hombros muchas batallas ganadas y perdidas. Es la vida misma, con alegrías y tristezas, con lágrimas y sonrisas, la que termina formando a buenos gobernantes, buenas personas y –claro– buenos técnicos. Reinaldo Rueda –el nuevo entrenador de la Selección Colombia– tiene toda la experiencia para estar al frente de la Selección.

Rueda ha ganado títulos como la Copa Libertadores y jugado mundiales. Rueda sabe manejar grupos, conoce a todos y cada uno de los jugadores de la Selección y no de ahora ni por videos. Conoce a las demás selecciones, puesto que dirigió Ecuador y Chile, entre otras. Rueda podrá equivocarse, pero de lo que sí podemos estar seguros es que no llegó a improvisar a la Selección Colombia.

De lamentar la ausencia de James a celebrar el surgimiento de Cuéllar

Una de las figuras del partido contra Perú en Lima fue el barranquillero Gustavo Cuéllar, quien no estaba en los planes de los analistas deportivos nacionales para jugar contra el equipo inca. El titular en los pronósticos de todos era el cartagenero Wílmar Barrios. Pero Cuéllar no solo fue titular, sino que terminó siendo la figura del partido. En momentos en que muchos pensaban que íbamos a lamentar la ausencia de James Rodríguez -no convocado por decisión del técnico Reinaldo Rueda- terminamos aplaudiendo la excelente actuación del “Vikingo” Cuéllar.

El jugador barranquillero no ha jugado en el Real Madrid, ni en la Premier League, ni en la liga alemana, ni pasó por Argentina: Cuéllar juega en el desconocido Al-Hilal de la Liga Profesional Saudí en Arabia Saudita, al que llegó después de jugar en el Deportivo Cali, Junior y Flamengo de Brasil. Mientras Cuéllar deja hasta la última gota de sudor por la Selección, James Rodríguez -sin duda un extraordinario jugador con grandes logros, entre ellos ser goleador en Brasil 2014- prefiere recuperarse de su lesión en Miami, al lado de Juanes, Silvestre y Fonseca, sus amigos.

Pero lo cierto es que la Colombia de hoy necesita más “obreros” como Cuéllar que “estrellas” como James. Seguramente en un futuro el “10” volverá y nos hará felices con sus pases y sus goles, pero hoy la Selección requiere 11 jugadores con la entrega y el compromiso de Gustavo Cuéllar. De esos que no se arrugan y que le saben poner el pecho a los malos tiempos.

Destacar el liderazgo positivo de Juan Guillermo Cuadrado

Juan Guillermo Cuadrado es –al lado de Cristiano Ronaldo– una de las grandes figuras del Juventus de Turín, uno de los equipos emblemáticos de la Liga Italiana. Mencionar el nombre de Cuadrado en Europa significa referirse a uno de los futbolistas más apreciados y respetados en el viejo continente. Juan Guillermo no solo es un extraordinario jugador de fútbol, sino –sobre todo– una excelente persona. Y de eso se trata. Futbolistas con talento abundan, pero futbolistas con talento, humildad y sencillez son muy escasos. Cuadrado es hoy por hoy el referente de la Selección Colombia.

Ejerce su liderazgo en la cancha -cuando ordena al equipo- y fuera de ella, cuando cuestiona, por ejemplo, algunas decisiones de la Conmebol, que afectan la integridad de los jugadores. El suyo no es un liderazgo estridente y bullicioso, sino silencioso, pero efectivo. Cuadrado es un líder positivo. No es un líder tóxico y déspota, de esos que tanto abundan en la vida, la política y el fútbol. El liderazgo de Cuadrado no pudo llegar en mejor momento para la Selección.

Ante la ausencia de James y de Falcao, el humilde futbolista de Necoclí, Antioquia, ha asumido el reto de liderar el equipo, sin ninguna pose de vedette, sino con humildad y sencillez, como debe ser.

Después de derrotas humillantes llegan triunfos reconfortantes

Después de haber sido goleada 3-0 por Uruguay en Barranquilla y 6-1 por Ecuador en Quito -en tiempos de Carlos Queiroz como técnico- las apuestas por la clasificación de la Selección al Mundial de Catar se desplomaron. Pocos apostaban por un renacer del equipo nacional. Pero la goleada a Perú en Lima de nuevo alimentó la ilusión. Después de las derrotas humillantes, llegó el triunfo reconfortante. Así es Colombia como país. Así somos los colombianos.

Nos caemos para levantarnos con más fuerza y más ánimo. Podemos perder pero jamás nos damos por vencidos. Nos pueden derrotar pero jamás vencer. Vivimos tiempos aciagos y crueles, como el actual, pero siempre salimos adelante. Lo hicieron nuestros abuelos, nuestros padres y también lo vamos a hacer nosotros. Como país hemos tenido que enfrentar una pandemia devastadora y cruel, que ha dejado miles de muertos y enfermos, así como multimillonarias pérdidas económicas, pero tenemos la certeza que esta página la cerraremos –juntos y entre todos– muy pronto.

Hemos despedido familiares y amigos con un dolor lacerante en el alma, entre lágrimas y sollozos incontenibles, pero sabemos que el ejemplo de quienes partieron nos servirá para continuar la brega con la frente en alto. La Selección somos todos nosotros, que ayer lloramos las derrotas y que hoy esperamos ansiosos el triunfo de mañana.

¿Fútbol por encima de la crisis nacional?

Mientras la política nos separa cada día más, el deporte nos une y nos reconcilia. Mientras la mezquindad de algunos políticos oportunistas se empecina en separarnos, los deportistas con su generosidad todos los días tienden puentes de unión y hermandad entre nosotros.

A Egan Bernal lo acompañamos en cada pedalazo que dio para poder ganar el Giro de Italia. Sufrimos con cada set perdido por nuestros tenistas y celebramos cada uno de sus éxitos. La Selección Colombia también nos hace felices con cada triunfo y nos pone triste con cada derrota. Dice Jorge Valdano que “el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes” y puede que tenga razón.

Pero para los colombianos nuestra Selección siempre será muy importante. Un triunfo este martes ante Argentina nos mete de nuevo en la pelea por la clasificación a Catar 2022. Y ese triunfo –sin duda– nos hará muy felices a los colombianos. Ello no significa –ni más faltaba– que el fútbol debe estar por encima de los justos reclamos y exigencias de millones de colombianos. Significa que el fútbol tiene el inmenso poder de hacernos olvidar por un instante las penas y amarguras que padecemos a diario. Y eso no es un delito y mucho menos un pecado.

Compartir: