Cuando el presidente de la República, Juan Manuel Santos, designó a Bruce Mac Master como Alcalde encargado de Cartagena en remplazo de Campo Elías Terán, quien pidió una licencia por razones de salud, la mayoría de los cartageneros se miraron unos a otros y se preguntaron al unísono: “¿Mac… qué?
La verdad es que, siendo cartagenero, muy pocos saben quién es la persona que hoy está al frente de su ciudad por designación expresa del Jefe del Estado, quien, ante la grave situación que atraviesa la que podría considerarse sede alterna del Gobierno, no encontró a nadie mejor para montar en ese caballo brioso y desbocado que al funcionario que está al frente del Departamento para la Prosperidad Social.
Tan bien le ha ido a Mac Master que el ministro del Interior, Fernando Carrillo, anunció que seguirá al frente de la administración, luego de que Campo Elías pidiera una nueva licencia ante el deterioro de su condición clínica, después de que le diagnosticaran una hidrocefalia, que se suma al cáncer que padece. Los más contentos con el anuncio del Gobierno son los paisanos de Mac Master, los mismos que no desaprovechan ninguna oportunidad para expresarle su agradecimiento por la manera como ha gobernado a la ciudad en las últimas semanas.
Mac Master es el único alcalde de Colombia al que sus gobernados no le hacen marchas para que se vaya del cargo, sino para que se quede.
¿Dónde está la fortaleza de la muy corta y eficaz administración de Mac Master? En algo muy simple: escuchar a la gente y actuar con sentido común. Cuando se conjugan esas dos cualidades casi siempre las cosas salen bien. Curiosamente a los cartageneros no los estaban escuchando, empezando, obviamente, por una clase política que toda la vida ha gobernado de espaldas a ellos. A esa clase dirigente ni le importa ni le interesa escuchar a los cartageneros, le importa escucharse a sí misma. Al escuchar a la gente, Mac Master corroboró lo que era un secreto a voces: que a la ciudad la estaban saqueando, que se había convertido en el fortín burocrático de la clase política, que no hay contratos sin ‘liga’, que el ‘CVY’ impera y que hay modernos bucaneros y piratas que en pleno siglo XXI no han olvidado las triquiñuelas que imperaron tiempos atrás.
Después de escuchar a la gente, Mac Master está actuando con sentido común. Y el sentido común indica que ante semejante saqueo había que tomar medidas drásticas y urgentes para tratar de ponerle coto a esa situación. Por eso fue que Cartagena terminó bajo la lupa de la Fiscalía General, la Procuraduría y la Contraloría, organismo este que, entre otras ‘joyitas’, investiga un detrimento patrimonial de más de 5.800 millones de pesos en unos contratos de la administración Terán, razón por la cual ordenó la suspensión inmediata del Alcalde.
Pero, además, el sentido común también indica que el Corralito de Piedra debe ser arrancado de las fauces de los corruptos, que están felices haciendo fiestas con el robo continuado. Si Mac Master quiere que sus paisanos le levanten un monumento al lado de Blas de Lezo debe no solo suspender los multimillonarios contratos que estaban haciendo cola para ser firmados, sino igualmente ordenar que sean investigados los ‘patinadores o promotores’ de los mismos. “Es que el contrato de las basuras le corresponde a fulano”, cuentan en los pasillos del palacio municipal. Y así sucesivamente. Cada contrato tiene un padrino que se encarga de lograr que sea firmado y pagado, aunque –eso sí- la ejecución del mismo no es su problema y por ello vemos una ciudad bombardeada por toneladas de basuras y obras a medio construir.
De manera que ya es hora de que a Bruce Mac Master sus paisanos comiencen a llamarlo Mac Gyver, aquel célebre personaje de la televisión que siempre encontraba una solución a lo que parecía imposible. Algo similar es lo que ha hecho Mac Master con Cartagena y por ello merece un reconocimiento público por la gestión que adelanta. De lo que sí puede estar seguro el Alcalde encargado de La Heroica es que de ahora en adelante sus paisanos, cuando escuchen su nombre, ya no se preguntarán, asombrados: “¿Mac… qué?”.
Por Óscar Montes
[email protected]