@LEYDELMONTES
¿Qué hay detrás del éxito del Junior, equipo favorito para coronarse bicampeón del fútbol colombiano?
Pero vale la pena hacer una pausa para analizar este último regreso -o mejor: el más reciente- de Comesaña al Junior. Se fue como triunfador, después de alcanzar la octava estrella para el equipo, y regresó luego de fracasar con Colón de Santa Fe, Argentina. Partió en Diciembre de 2018 y regresó en mayo de este año. A la Argentina se fue por la puerta grande y a Barranquilla regresó por la ventana.
El Junior que encontró Comesaña fue un equipo desmotivado y carente de eso que los amantes del fútbol llaman “fuego sagrado”. Es decir, deseos de ganar siempre, de dejarlo todo en la cancha hasta la última gota de sudor, de pelear todos los balones, de correr y nunca cansarse. Deseos de -exagero, obviamente- hacerse matar si es necesario por esa camiseta rojiblanca. Comesaña encontró un equipo de jugadores aburguesados, tanto los consagrados, como Teo Gutiérrez y Sebastián Viera, como los más jóvenes, como Lucho Díaz, Víctor Cantillo y Gabriel Fuentes. Aquellos aburguesados, porque han ganado todo y estos aburguesados, porque no han ganado nada.
El equipo que Comesaña recibió de Luis Fernando Suárez estaba cuarto en la tabla de posiciones, eliminado de la Libertadores y con muy poca motivación para defender el título que había obtenido el año pasado. Era cuarto pero parecía último. La afición -tan exigente como injusta- le cobró a los jugadores su desidia y no volvió al Metropolitano Roberto Meléndez. En las tribunas estaban los mismos de siempre, insultando a los mismos de siempre. Ese fue el panorama que encontró Comesaña cuando pisó una vez más el suelo de curramba.
Y para sorpresa de la larga lista de incrédulos y desencantados -inclúyanme, por favor- lo primero que dijo Comesaña, cuando los periodistas le preguntaron por el equipo que recibía, fue: “Este equipo será finalista”.
¿Cuál equipo? Nos miramos todos, aturdidos y desconcertados. ¿Este equipo? El de Teo aburrido, el de Viera miope, el de Lucho Díaz que se cree Ronaldinho, el del “rojo” Fuentes. ¿Este Junior que sufre de empatitis crónica? ¿Este Junior que se asusta con Jaguares y Rionegro? ¡Nooo, Comesaña no habla en serio!
Y resulta que este Junior de Comesaña es finalista, “pelo e burra” tenía razón. ¿Qué hizo? Lo único que hizo fue creer en él y en los jugadores. Y logró que los jugadores también creyeran en ellos. Comesaña los convenció de que la cancha -como diría Jorge Valdano- “es el espacio perfecto para conocernos mejor”. Y por eso no solo se conocen mejor, sino que se divierten: Teo volvió a hacer tacos, Viera volvió a ser figura, Lucho Díaz volvió a soñar con la Selección Colombia, a Fuentes no lo volvieron a expulsar. Y hoy Junior sueña, como sueña Comesaña y Barranquilla entera, con lucir el próximo semestre la estrella nueve en su escudo. Todo gracias al efecto Comesaña, el barranquillero que nació en Montevideo, que con su trabajo y dedicación nos revivió la ilusión que creíamos perdida. ¿Cuáles son los secretos del efecto Comesaña?
Muchas personas piensan que el fútbol se juega con los pies. Falso. El fútbol se juega con la cabeza. Los pies ejecutan las órdenes que nacen del cerebro. Si el cerebro no funciona, los pies tampoco. Si la cabeza está mal, los pies están peor.
El buen director técnico debe tener una gran dosis de psicólogo y la paciencia de un padre de familia. ¿Por qué los jugadores del Junior solo juegan con Comesaña? Quizás porque Comesaña es para ellos un buen psicólogo y un excelente padre de familia. La técnica, la fundamentación, el despliegue físico y la entrega, son cualidades que tienen la inmensa mayoría de los futbolistas profesionales. Aunque son características muy importantes, no es ahí dónde está la diferencia entre los que triunfan y los que fracasan.
El secreto está en la mente. Mentalizar a un deportista de alto rendimiento de que si es posible alcanzar el éxito y la gloria, es sin duda la labor más exigente de todo entrenador. “Desde que llegamos a México, todos sabíamos que seríamos campeones”, declaró Maradona, al recordar el título de 1986 con la Selección Argentina, dirigida por Carlos Salvador Bilardo. Mientras que con Suárez los jugadores jamás estuvieron convencidos de que podían defender el título alcanzando otra estrella, con Comesaña saben que pueden cumplir esa meta.
Cuando Comesaña empezó a llamarse “pelo ’e burra”, comenzó a ganarse el corazón de Barranquilla. No hay currambero sin apodo. Comesaña se goza la ciudad. Ya hay media Arenosa ofreciéndole sus parques, rotondas y esquinas para que Christian Daes le levante el monumento que le ofreció si salía campeón.
Comesaña conoce muy bien el alma barranquillera, empezando por la familia Char -dueña del Junior- que cada vez que se está hundiendo el barco algunos de sus miembros salen presurosos a buscar al capitán capaz de sacarlo a flote. Comesaña sabe muy bien lo que significa el Junior para la ciudad y lo que representan sus triunfos y fracasos para el estado de ánimo de sus habitantes. No es que el Junior sea lo más importante, pero si es muy importante. Al igual que el Carnaval.
Ahí radica también buena parte del éxito de la relación de Comesaña con Barranquilla. En medio de tantas dificultades y penurias, el Junior significa una tabla de salvación y una bocanada de oxígeno para buena parte de los habitantes de la ciudad. Es el circo, dicen muchos. Y puede que tengan razón: es el circo que nos hace reír y nos hace llorar. Es el circo que hace que muchos hambrientos olviden por unas horas o por varios días que no hay pan en la mesa. Y eso Comesaña lo sabe.
¿Cuántos títulos más podrán disputar Teo Gutiérrez y Sebastián Viera? No muchos, seguramente. Los dos son ídolos de la afición barranquillera. Ser bicampeones con Junior los pondría en un lugar de privilegio, donde muy pocos han llegado. Punto. Pero Teo y Viera son también espejos donde se miran los más jóvenes del equipo y los cientos de niños de la Región Caribe que sueñan con ser como ellos.
Teo y Viera son ídolos en un equipo que hace parte de un universo que rinde culto a la “única religión que no tiene ateos”, como diría Eduardo Galeano, que es el fútbol. Tener plena conciencia de ello es muy importante cuando se disputa un título y se busca una estrella. Junior les brindó a Teo y a Viera la oportunidad de ganarse el cariño de los hinchas tiburones, con encuentros y desencuentros, como ocurre cada vez que el equipo juega mal.
Ese es el precio que tienen que pagar por ser los máximos referentes del equipo. Pero son también los primeros que salen en la foto a la hora de alzar la copa. Son las dos caras de la misma moneda.
Comesaña le apostó a los jóvenes. Luis Díaz, Víctor Cantillo y Gabriel Fuentes, para sólo citar a tres de los más destacados, tienen el sello de Comesaña, quien creyó en ellos desde el comienzo. Los tres están en la mira del fútbol internacional y uno de ellos -Lucho Díaz- va a disputar la Copa América con la Selección Colombia.
En términos estrictamente financieros, Junior tiene con la venta de estos tres jugadores una extraordinaria fuente de ingresos. Cuando Comesaña llegó al Junior como jugador en 1973, venía de ser campeón con Millonarios de la mano del médico Gabriel Ochoa Uribe, quien también creyó en los jóvenes.
De modo que con la experiencia de algunos y la juventud de otros, Comesaña conformó un equipo que en muy pocos meses pasó del infierno al cielo. Un equipo que encontró descuadernado y que hoy está peleando el bicampeonato, algo en lo que hasta hace algunas semanas muy pocos creían. O creíamos, inclúyanme por favor.