LEY DEL MONTES: Oye lo que dice Alejo

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POR OSCAR MONTES

@LEYDELMONTES

Al cumplirse 100 años del natalicio de Alejo Durán, su legado musical y sus enseñanzas, como la pulcritud y la honestidad, están más vigentes que nunca. Homenaje.

Cuenta la historia que el último domingo de abril del año 1987, Alejo Durán, dio la mayor muestra de honestidad de la que se tenga memoria en el mundo vallenato. Esa noche, mientras interpretaba en la plaza Alfonso López de Valledupar, la puya Pedazo de Acordeón, de su autoría, el primer Rey Vallenato interrumpió de forma súbita la ejecución del instrumento y ante la sorpresa de los asistentes a la final del concurso Rey de Reyes afirmó con voz pausada pero firme: “Pueblo vallenato, me acabo de descalificar yo mismo. Me equivoqué en la ejecución de los bajos y por esa razón no puedo continuar como concursante”.

A la Plaza Alfonso López la cubrió un silencio sepulcral. De nada sirvieron las súplicas de los miles de aficionados, ni las de los mismos jurados, que no sabían lo que estaba sucediendo. Nadie pudo convencer a Alejo Durán de que podía continuar participando, aunque hubiese cometido un error interpretando su canción Pedazo de Acordeón. Ese día Alejo Durán nos enseñó a los colombianos que la honestidad es un bien supremo que debemos preservar y que nadie -ni siquiera él, que ha sido el más grande intérprete del acordeón- puede estar por encima de semejante precepto. A la postre no fue Rey de Reyes, pero aquella noche luminosa de abril en la plaza principal de Valledupar, Alejandro Durán alcanzó la inmortalidad. Ahora que se cumplen 100 años de su natalicio es bueno recordar esta historia para que a nadie se le olvide las razones por las cuales Alejo Durán Díaz no solo ha sido el más grande Juglar vallenato, sino un ser humano de extraordinarias cualidades.La sencillez de Alejo fue tan portentosa como su arte.

Pocos artistas se han metido en el alma del pueblo vallenato como este Juglar nacido en la Hacienda Las Cabezas, que era tan grande que tenía incrustado un pueblo llamado El Paso, hoy municipio del Cesar.En una magistral crónica publicada en la revista Semana, luego de la muerte de Alejo, ocurrida en Montería el 15 de noviembre de 1989, Juan Gossaín definió a Alejo como “el más grande cantante de vallenatos que ha existido sobre la Tierra”.

“El pueblo sencillamente lo amaba –dice Gossaín– como se ama a los elegidos. Estaba sintonizado en línea directa con el alma popular”.Las canciones de Alejo –tanto las propias, como las de otros compositores– alcanzaron una dimensión inigualable. La versión de El Mejoral, de Rafael Escalona, tocada por Alejo no tiene comparación. Algo similar sucede con Alicia Adorada, de Juancho Polo Valencia, que Alejo la toca como un son, como una elegía, algo que ningún otro intérprete ha logrado con tanto sentimiento. Ni que decir de las propias canciones de Alejo: Pedazo de Acordeón, La cachucha bacana, Altos del Rosario, 039, Los dos amigos y tantas otras convertidas en clásicos de nuestro folclor. Veamos, pues, algunas “enseñanzas” de Alejo Durán, ahora que celebramos sus 100 años de nacido.

“039, 039, se la llevó…”
“Sabroso venía viajando / viajaba con mi morena / Y al llegar a la carretera / se fue y me dejó llorando / Ayy es que me duele / Ayy es que me duele / válgame Dios / 039, 039 se la llevó…”. La morena que se fue y dejó llorando a Alejo se llamaba Irene. Él la conoció en una lancha que transportaba pasajeros entre Montelibano y Buenavista por el Río San Jorge. La historia de la canción se la contó el propio Alejo a David Sánchez Juliao en una célebre entrevista. Durante el trayecto, Alejo e Irene se hicieron amigos y hubo un “flechazo” entre ellos, pero la incipiente historia de amor se vio frustrada porque la muchacha debía seguir su viaje por carretera. Alejo la acompañó a subirse al vehículo en el que Irene continuaría su viaje. La placa del carro era 039. De esa experiencia nació la canción. Y pensar que en tiempos recientes, el “039” era la forma de decirle a los contratistas de Córdoba que eso era lo que había que pagar para que les dieran los contratos: “El que quiera contratos de la Gobernación tiene que pagar el 39 por ciento”, decían en Montería. Menos mal que Alejo murió sin conocer esta historia.
“Lloraban los muchachos, lloraban los muchachos…”.
“Lloraban los muchachos / lloraban los muchachos / lloraban los muchachos / al ver mi despedida / Yo salí del Alto / yo salí del Alto / Yo salí del Alto / en la Algeria María…”. Altos del Rosario –otro clásico de nuestro folclor vallenato– es un pueblo pequeño y acogedor del sur de Bolívar, que hace parte de la llamada “Depresión momposina”. La última vez que Altos del Rosario fue noticia nacional –por desgracia–fue en 1998, cuando un grupo paramilitar asesinó en las calles del pueblo a 11 personas. En esa oportunidad, los muchachos no lloraron por la partida de Alejo en la lancha Algeria María, sino por la muerte de sus seres queridos. Alejo inmortalizó a Altos del Rosario con su canción, en la que se despide de sus amigos Martín Rodríguez, “lo mismo su papá”, así como el “pobrecito Avendaño” y “lo mismo Zabaleta”, quienes se quedaron llorando cuando se acabó la fiesta. Que los 100 años de Alejo, no sean los 100 años de olvido de Altos del Rosario. Qué bueno sería que en el homenaje a Alejo incluyan también a este pueblo del Sur de Bolívar al que nuestro Juglar quiso tanto.
“Este pedazo de acordeón / donde tengo el alma mía…”
“Este pedazo de acordeón / donde tengo el alma mía / Aquí tengo mi corazón y parte de mi alegría / Muchachos si yo me muero / les voy a pedí el favor / me llevan al cementerio este pedazo de acordeón…”. Pedazo de Acordeón es otra de las obras inmortales de Alejo. La versión de Poncho y Emiliano, Los Hermanos Zuleta es extraordinaria. Carlos Vives también le rindió un homenaje a Alejo haciendo una muy bella versión de Pedazo de Acordeón, al igual que hizo con Altos del Rosario y Alicia Adorada. Pero el mejor homenaje que se le puede hacer a Alejo en sus 100 años de nacido es darle al Acordeón el lugar que se merece. ¡Ya está bueno de esconder el acordeón en la tarima! ¡El acordeón debe estar en primerísimo lugar, porque sin él ningún cantante brillara! Punto. Primero fue el acordeón. Así de simple. Como decía Alejo: “Nadie me da cariño / como mi acordeón me da…”. Las nuevas estrellas del Vallenato creen que pueden estar por encima del acordeón y sienten vergüenza de tenerlo a su lado en la tarima. Esa moda debe acabarse si queremos salvar nuestra música de acordeón, que por cierto ese es su nombre original.
“Alicia mi compañera que tristeza / Alicia mi compañera que dolor…”
“Como Dios en la tierra no tiene amigos / como no tiene amigos / anda en el aire / tanto le pido y le pido / Ayy hombe / siempre me manda mis males / Pobre mi Alicia, Alicia adorada / yo te recuerdo en todas mis parrandas…” Alicia Adorada la compuso Juancho Polo Valencia, pero Alejo la hizo suya, al ser el primero que la grabó. Alejo logró una interpretación magistral de esta obra del célebre Juglar, nacido en Candelaria, corregimiento del Cerro de San Antonio, Magdalena. Alicia Adorada es otro clásico del Vallenato. La muerte de Alicia le produjo un inmenso dolor a Juancho Polo, quien solo pudo desahogarse componiéndole la canción al pie de su tumba en Flores de María, Magdalena. Alicia murió mientras Juancho Polo tocaba en una parranda en Pivijay. El año pasado celebramos los 100 años del natalicio de Juancho Polo y muy pocos se acordaron de la obra de este Juglar. Alicia murió embarazada y anémica, como siguen muriendo decenas de mujeres en nuestra querida Región Caribe. Ahí están los cantos de nuestros Juglares para recordarnos esta triste y cruel realidad.
“Con su cachucha bacana él vacila a las muchachas / Jaime si…”
“Oye lo que dice Alejo / con su nota pesarada / quien como el guacharaquero / con su cachucha bacana / quien como el guacharaquero / con su cachucha bacana / Jaime si / Jaime si / Jaime sí y Alejo no…”. Alejo usaba un sombrero sabanero, tejido en “cañaflecha”, conocido como “vueltiao”, que le daba una aire elegante e imponente. Casi siempre vestía de blanco. No se tomaba un solo trago y cuidaba mucho su presentación personal. Jamás se vio envuelto en algún escándalo. Su eterno guacharaquero fue José Manuel Tapia, ya fallecido, quien curiosamente no usaba cachucha, como dice Alejo en la canción. Es probable que el famoso guacharaquero Jaime, quien tenía más éxito con las mujeres que el propio Alejo, gracias a su cachucha bacana, haya sido algún amigo al que el Juglar quiso proteger de los celos de su señora, preservándole su verdadera identidad. Esa es otra leyenda de un género musical lleno de leyendas.

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