Por Oscar Montes
Para evitar suspicacias y malos entendidos, empiezo por hacer dos aclaraciones. La primera, no estoy lanzando la candidatura presidencial de Antonio Navarro; y la segunda, me parece que Antonio Navarro tiene hoy más juego político que hace varios años atrás, cuando aspiró a la Presidencia. Y hago una tercera, para hacer mayor precisión: nunca he votado por Navarro.
Así como no estoy lanzando su candidatura presidencial, no estoy muy seguro de que Navarro no se lance de candidato para el 2014. De hecho, a juzgar por la comitiva que lo acompañó en su visita a EL HERALDO ayer, podría pensarse que estamos en presencia del candidato de los Progresistas para enfrentarse a Juan Manuel Santos –en caso de que aspire a la reelección– y al que escojan Álvaro Uribe, Fernando Londoño Hoyos y José Obdulio Gaviria para que enarbole la bandera y las tesis de Puro Centro Democrático.
Aunque se midió muy bien en sus palabras, Navarro habla como candidato, entre otras cosas porque es una persona a la que le cabe el país en la cabeza. No en vano ha sido, después de haberse desmovilizado del M-19, Constituyente, Ministro, Gobernador de Nariño, Alcalde de Pasto y Secretario de Gobierno de Gustavo Petro en Bogotá. En todos y cada uno de esos cargos se desempeñó con lujo de competencia. Se trataría, pues, de un candidato de grandes quilates.
La más reciente experiencia de Navarro en un cargo público fue su paso por la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía Mayor de Bogotá, donde, pese a que duró muy poco, mostró resultados contundentes. De ellos el más significativo es, sin duda, la drástica disminución en el número de homicidios de la ciudad, que aún hoy sigue siendo uno de los mayores logros de Petro. Navarro le apostó a un desarme responsable y a una mayor presencia de la Policía en sectores álgidos, lo que se tradujo de inmediato en menos muertos.
Pese a que renunció prematuramente al Gabinete de Petro, no cargó con el pecado de haber ‘abandonado el barco’ en su momento más crítico, ni mucho menos con el bacalao de ‘haber dejado solo a uno de sus mejores amigos’. Navarro dio explicaciones convincentes sobre su retiro y el país entendió que –como ha quedado evidenciado con las renuncias masivas que se han presentado– no es fácil trabajar con Petro.
El fracaso de la Reforma Judicial y el debate que siguió luego del pésimo manejo que el Gobierno le dio a ese asunto le permitieron a Navarro volver a ponerse el traje de fatiga; esto es, hacer política como corresponde a todo buen político. Salió a las calles a promover el referendo antirreforma, que a la postre se frustró por cuenta de que el Congreso hundió ese ‘costal de micos’.
¿Por qué es el momento de Navarro? La polarización Santos-Uribe apenas está empezando y nada hace pensar que fumen la pipa de la paz, sobre todo por el tono que han tomado los discursos de uno y otro. Ambos están empleando munición gruesa. Y si eso es así ahora que estamos a un año de prender motores para las presidenciales de 2014, es fácil prever que la campaña se hará con cuchillos en los dientes. Mauricio Vargas ha planteado una teoría bien interesante: la polarización podría permitir que una tercería de izquierda tenga posibilidades reales de cuajar. El planteamiento es tan realista que solo basta con verse en el espejo del propio Petro, quien ganó en Bogotá a los candidatos uribistas y santistas, quienes, sumados, le ganaban sin mayores problemas. Los grandes damnificados fueron Enrique Peñalosa, David Luna y Gina Parody.
Uribe –que es el gallo que ya saltó al palenque– sabe muy bien por experiencia propia que los votos no son endosables, como lo ha podido padecer en varias oportunidades, dos de ellas con Peñalosa. De hecho, el único candidato con que Uribe ha ganado es con Santos, a quien le puso buena parte de sus 9 millones de votos. De hecho, esa es la razón por la cual no deja de llamarlo “traidor”. En su baraja tiene varias cartas, pero ninguna de ellas luce ganadora por ahora, siendo todas muy buenas: ni Óscar Iván Zuluaga, ni Marta Lucía Ramírez, ni Francisco Santos, ni Juan Lozano garantizan el retorno del uribismo a la Casa de Nariño.
Aunque Santos ha dicho que solo hablará de reelección en 2013, eso no significa que no esté pensando en ella. La caída libre en las encuestas lo desvela, y la ofensiva implacable de Uribe lo descontrola. A diferencia de Uribe, que no puede aspirar porque la Constitución se lo prohíbe, la primera carta de Santos es él. Y aunque en Colombia el poder que tiene un Presidente, aun el más desprestigiado, le alcanza para reelegirse, siempre hay una primera vez. Santos, obviamente, no quiere inaugurar esa modalidad.
Ese es el escenario en el que podría jugar Navarro, que no es tan mal candidato como quieren hacerlo ver algunos de sus enemigos. Él muestra hoy como fortalezas lo que antes eran debilidades, como su pasado por el M-19. Hoy por hoy, Navarro polariza mucho menos que Santos y Uribe. Y eso es una ventaja comparativa enorme a la hora de que se dé el banderazo por la Presidencia de 2014. ¿Será que se deja tentar de nuevo?