Temas pendientes y lecciones que nos deja la crisis de la Reforma Judicial

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Por: Ricardo Galán.–

Al final, el Gobierno de Juan Manuel Santos prefirió hundir la Reforma a la Justicia que le costó dos años tramitar en el Congreso que correr el riesgo de someterse a los resultados de un referendo derogatorio.

Esta noche la Casa de Nariño emitió el Decreto a través del cual convoca al Congreso a sesiones extras y reveló su pliego de objeciones a la Reforma.

Entre miércoles y jueves de esta semana el Congreso deberá decidir si atiende el llamado del Presidente de la República considerado tan ilegal como la Reforma a la Justicia para discutir, aprobar o negar unas objeciones cuya constitucionalidad y legalidad también están en duda.

Como seguramente el Gobierno Santos acudirá a la fuerza de su Locomotora de la Unidad Nacional para aplastar la Reforma que defendió contra viento y marea, es posible que el viernes el país crea, o le hagan creer, que la crisis está superada lo cual no será cierto. Veamos por qué:

  1. Es claro que el Congreso violó la Constitución al aprobar la Reforma a la Justicia de manera espuria. Tanto los 12 congresistas que conformaron la Comisión de Conciliación, como los 162 que votaron su informe final, deberían ser investigados y sancionados. El problema es que no habrá nadie con autoridad moral, política y ética para hacerlo porque los magistrados del Consejo de Estado y la Corte Suprema no sólo participaron en la discusión de la Reforma sino que se beneficiaban con ella.
  2. Es claro que el Presidente de la República violó la Constitución al objetar la Reforma y convocar a extras al Congreso para votar esa objeciones. Debería ser investigado y sancionado por eso. Pero no habrá nadie con autoridad moral, política y ética que lo juzgue porque los integrantes de la Comisión de Acusaciones de la Cámara que tienen la competencia no sólo aprobaron la Reforma a la Justicia, sino que se beneficiaban con ella.
  3. Quedan entonces los juicios de responsabilidad política, como las mociones de censura,  que consisten en una sanción grave que el Congreso le aplica a los Ministros que violan la Ley por acción u omisión. Tampoco hay nadie con autoridad moral, política y ética porque el Congreso y el Gobierno se taparon con la misma cobija. Hasta ahora, el único Ministro que ha respetado la dignidad de su cargo es Juan Carlos Esguerra quien renunció, pero hay por lo menos otros dos Ministros que deberían seguir su ejemplo. Uno de ellos ya dijo que no se siente culpable y el otro prefiere hacerse el de las gafas.
  4. Cuando los ciudadanos nos demos cuenta de los tres puntos anteriores se preguntarán: ¿En cual de las tres ramas del poder público podemos confiar? A juzgar por la manguala del Gobierno, el Parlamento y la Cúpula Judicial, en ninguno. Ninguno de ellos tendrá legitimidad, confianza y credibilidad. El círculo de impunidad estará cerrado.
  5. ¿Cómo recuperar esa confianza y credibilidad institucional? Ese será el gran problema que tendremos que resolver.

El viernes, así el Congreso acepte las objeciones presidenciales nos daremos cuenta que el remedio nos resultará más caro que la enfermedad con el agravante de que nos quitamos el dolor de cabeza, pero el tumor seguirá ahí.

La Lección de Oro que nos dejará está crisis es saber que la Locomotora de la Unidad Nacional le podrá servir a Juan Manuel Santos para hacer y deshacer en el Congreso, pero no para pasar impunemente por sobre una sociedad que cada día se convence más de que cuando se comunica, comparte, escucha y delibera con argumentos y sentido común es capaz de hacerse respetar.

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