El liberal Mauricio Macri (Cambiemos) será el nuevo presidente de Argentina, según el conteo del 63% de los votos. Se ha impuesto en las urnas al peronista Daniel Scioli (Frente para la Victoria) por 53,5% a 46,5% en una jornada tranquila. Parecía como si todo estuviera ya decidido desde la primera vuelta, donde se produjo el vuelco real. Macri se convirtió entonces en favorito y no se ha bajado de ese pedestal. La única duda era qué distancia lograba con su rival, un dato importante para saber con qué fuerza arrancará su Gobierno en una situación económica delicada.
El cambio llegó a Argentina con una sensación de normalidad absoluta, sin denuncias de fraude, sin tensiones, y con una jornada soleada en la capital. Nada que ver con las primarias de agosto, cuando se votó después de una de las peores inundaciones que se recuerdan en la provincia de Buenos Aires y hubo denuncias de todo tipo. Todo apuntaba entonces a una victoria del oficialismo. Pero poco a poco Macri fue ganando terreno y Scioli perdiéndolo, en un ambiente de hartazgo del kirchnerismo que las encuestas no lograron detectar.
Macri logró forzar la segunda vuelta el 25 de octubre con un resultado inesperado —37% a 34% a favor de Scioli— y desde entonces no ha parado de crecer mientras Scioli y el oficialismo cambiaban por completo la estrategia, a la desesperada, para intentar animar el voto anti-Macri y convencer a los argentinos, sobre todo a las clases populares, de que tenían que ir a votar para defender sus planes sociales y los derechos adquiridos en estos años.
Toda la campaña estuvo centrada en la idea de que con Mauricio Macri venía un cataclismo, pero el día en que realmente se votó, no pasó nada. Incluso Daniel Scioli, que durante tres semanas trató de convencer a los argentinos de que su rival es “un peligro”, se olvidó ayer de esa guerra e incluso trató de recuperar su amistad con Macri. Ambos eran amigos hace 30 años, pertenecen al mismo círculo de hijos de empresarios millonarios y son de la misma generación, pero en estos últimos días todo parecía roto entre ellos.
Scioli se encargó ayer de recordar que Macri estuvo en su boda y que él estuvo con su rival pocas horas después de que fuera liberado de un durísimo secuestro que sufrió en 1991. Tenían una amistad estrecha. Macri insiste en que Scioli ha sido “una gran decepción” por la campaña durísima que ha protagonizado en los últimos días. “Está lanzando la imagen de que soy una mala persona que va a hacer daño a su país”, se quejaba el jueves.
Esta batalla entre dos hombres de la élite económica del país, que vienen de mundos ajenos a la política —Macri del fútbol, como presidente de Boca Juniors, y Scioli de un deporte para millonarios como las lanchas fueraborda— ha llegado a su fin y Scioli busca la reconciliación e incluso habló de la relación de sus mujeres. «Karina conoce a Juliana hace muchos años y esas son las cosas que perduran, la política es una circunstancia», sentenció. Scioli trató de utilizar a su favor la figura del Papa, cercano al peronismo, y volvió a citar las palabras de Francisco: “Voten en conciencia”.
Y sin embargo, pese a esta aparente tranquilidad en un país de larga tradición democrática interrumpida por varias dictaduras en el siglo XX, el giro que da Argentina es notable. Sin solución de continuidad se pasa de 12 años de kirchnerismo, en los últimos tiempos girado a la izquierda, y una política económica heterodoxa centrada en un claro proteccionismo para mantener la industria local y los empleos y un control férreo de la venta de dólares, a un candidato como Macri ajeno al peronismo y al radicalismo que viene de la derecha y defiende posiciones liberales, aunque ahora se define como “desarrollista”. El entorno de Macri asegura que él sabe a qué país se va a enfrentar y no va hacer un giro de 180 grados, que mantendrá un cierto proteccionismo y hará las reformas muy despacio, con acuerdo con los sindicatos. Pero lo cierto es que en el mundo económico se asume que vendrán curvas en los próximos meses.
Macri optó este domingo por su habitual mensaje optimista sin entrar en muchos detalles. “Es una enorme alegría, siento que estamos es un día histórico, que va a cambiar nuestras vidas. Espero que comience una nueva etapa en la Argentina. Venimos con tranquilidad y esperemos que hoy sea una fiesta. Le quiero decir a todo el mundo gracias. Siento una enorme alegría y que estamos todos sabiendo que es un día histórico en el que van a cambiar nuestras vidas”, aseguró poco después de votar.
El tercero en discordia, el peronista disidente Sergio Massa, que quedó fuera de la segunda vuelta y cuyos 5,2 millones de votos eran la pieza codiciada por todos, también quiso ser optimista aunque claramente apostó por Macri: “Más allá del resultado, hoy termina una etapa y comienza otra nueva. Habrá que arremangarse y trabajar para una Argentina mejor”. El país entra así en una nueva etapa que nunca había explorado, un gobierno ajeno al radicalismo y al peronismo que dominaron los últimos 70 años, aunque Macri tiene algunos componentes de ambos en sus equipos.