EL CAIRO.- En un fallo sin precedente en el mundo árabe, Hosni Mubarak, que gobernó Egipto durante 30 años con mano dura, fue condenado ayer a cadena perpetua por la muerte de cientos de manifestantes durante las movilizaciones que, en 2011, forzaron el derrumbe de su régimen y que, a pesar de no haber sido el origen de la «primavera árabe», inspiraron revueltas en el resto de la región.
La condena fue seguida en todo el país y sacó a la calle a miles de opositores que consideraron que la condena era demasiado suave.
Mubarak, que escuchó la sentencia con expresión inescrutable detrás de unos lentes negros, y su ministro del Interior, Habib al-Adli, que recibió la misma condena, estaban acusados de complicidad en la muerte de más de 800 manifestantes durante los 18 días de la revuelta de enero y febrero de 2011, en el segundo capítulo (el primero fue Túnez) de las rebeliones que agitaron la vida política de una región dominada por dictaduras vitalicias y monarquías absolutas.
La sentencia fue recibida con euforia en la sala de la Academia de Policía, donde se llevó a cabo el juicio, en las afueras de El Cairo. Pero el ánimo de los que escucharon el veredicto pronto se convirtió en decepción cuando se supo que, a la vez, fueron absueltos los hijos del ex hombre fuerte, Alaa y Gamal, y seis ex altos mandos del gobierno.
Vestidos con traje blanco de prisioneros, los hijos del ex dictador tenían semblante serio y a los dos se les humedecieron los ojos tras la lectura del veredicto. Sin embargo, se enfrentan a otro juicio por un caso de corrupción bursátil.
Los familiares y allegados de las víctimas clamaron por la pena de muerte a los tres Mubarak, detestados a rabiar por la población egipcia, al grito del «pueblo quiere limpiar la justicia» y «el pueblo quiere ejecutar a Mubarak». A ello siguió una escalada que terminó en una trifulca entre detractores y defensores de los Mubarak y sus ex funcionarios, que acabaron trenzados a golpes.
«La impactante sentencia provocó la rabia de la gente porque no cumple con los llamados a hacer justicia a los mártires y castigar a los asesinos», dijo el vocero de los Hermanos Musulmanes, Ahmed Sobaya.
«Insisto en la pena de muerte», dijo, por su parte, el candidato de ese movimiento a la presidencia, Mohammed Mursi, que disputará la segunda vuelta electoral el 16 y 17 próximos con Ahmed Shafiq, último primer ministro del régimen. «Exijo a todos los egipcios que continúen la revolución pacífica hasta que se cumplan todos los objetivos», agregó.
La explosión de violencia fue mayor aún fuera de la Academia de Policía, donde decenas de manifestantes en contra de Mubarak desataron su bronca atacando con piedras y palos a los agentes de la policía antidisturbios que custodiaban el edificio, mientras el ex dictador era sacado del lugar en helicóptero.
En el resto del país, miles de opositores tomaron rápidamente las calles de la capital y de las ciudades de Alejandría y Suez para protestar por lo que consideraron un pésima decisión de parte del tribunal, que a su criterio se quedó corto en la sentencia. Gritaban eslóganes contra el ejército, que gobierna el país desde la caída de Mubarak, y exigían la ejecución del ex presidente.
Mubarak sufrió una descompensación en pleno vuelo y debió ser internado en la sala de terapia intensiva de la cárcel de Tora, donde debía ser encerrado. Según declaró un médico que lo acompañó en el traslado, el detenido reaccionó muy mal cuando supo que su destino era Tora: allí cumplieron condena muchos de los opositores a su régimen. Agencias