Por Gloria Zamora
Desde mediados del 2011, cuando comenzaron a ver las afectaciones de la exploración sísmica en la región, las comunidades rurales de Paz de Ariporo han dicho que no quieren cambiar agua por petróleo. No han sido escuchados y por esa razón pasaron al lenguaje de los hechos el pasado mes de agosto, cuando realizaron bloqueos en la vía por varias semanas, reclamando ser oídos por el gobierno nacional y por la empresa Ecopetrol que pretende explotar el pozo Muérgana 1.
Las explotaciones petroleras están situadas cerca del Cerro de Zamaricote, lugar sagrado para los pueblos indígenas que transitaban por esta región por cuanto era el nacedero de numerosas fuentes de agua; en 1998, la Asamblea Departamental declara el Cerro de Zamaricote como Área de Reserva Natural Protectora y de Manejo Especial al constatar que provee bienes y servicios ambientales, entre otras razones, por nacer allí los ríos Aricaporo, Guachiría, Muese, Pore, y una diversidad de quebradas.
La problemática ambiental se explica por cuanto ésta es una zona donde existían decenas de fuentes de agua llamados “nacederos” donde el agua brotaba de la tierra perforando a pocos metros de la superficie. Abundaban los manantiales y pozos saltantes que garantizaban agua a lo largo del año para el uso doméstico, agrícola y ganadero. Pero en tan solo cuatro años los daños ocasionados por la prospección sísmica se traducen en desecación de morichales y de 20 nacederos de agua, se ha destruido el hábitat subterráneo de varias especies animales y la tierra pierde capacidad para retener el agua que es utilizada en la época seca.
Señalan las comunidades que a pesar de lanzar la alerta desde que comenzaron las actividades de exploración, Ecopetrol obtuvo una licencia ambiental que a su parecer, está viciada. “No ha habido socialización de nada, la carretera la hicieron sobre manantiales al igual que el encerramiento de la locación, la sísmica rompió el acuífero en varias partes porque fue mucho el explosivo que le metieron y hasta el momento, la compañía se ha dedicado es a darle prebendas a la gente…”
En un consejo comunal citado el pasado domingo, ante la evidencia de los hechos mostrados por la comunidad, el jefe del proyecto de perforación de Ecopetrol reconoció los “errores de exploración”, y a continuación manifestó que es “prácticamente imposible la reparación de los acuíferos afectados por la excavación”, lo que motivó la ira de los asistentes.
Una se pregunta entonces cómo fueron expedidos los permisos requeridos para el efecto; dónde está la participación de las comunidades en el diagnóstico de los posibles daños ambientales y en la formulación de alternativas? Dónde quedó el principio de precaución que debe ilustrar las decisiones gubernamentales cuando se trata de proyectos que afectan la tierra, sus recursos y las comunidades que lo habitan? Dónde se establece la relación de “mutuo beneficio” con las comunidades aledañas a la obra de que habla la empresa?
Las muchas comunidades afectadas siguen sosteniendo que el recurso agua no es negociable y la empresa Ecopetrol que los daños son irreparables e irreversibles. Dónde se encuentran estas dos lógicas? Dónde están los organismos de vigilancia y control actuando oportuna y eficazmente? Quién va a asumir responsabilidad por la muerte de miles de animales silvestres y de ganado por falta del agua?
Podemos ponernos todos de acuerdo en que preservar la magia salvaje no es posible sin proteger el agua: cuál es el valor que se otorga a este líquido vital en relación con los recursos del subsuelo cuya explotación implica contaminar y afectar los nacimientos y la conservación del agua?
Estupendo que miremos y nos sintamos orgullosos de la riqueza biodiversa de nuestro país. Vergonzoso, por decir lo menos, que las decisiones de la administración pública sean incoherentes a la hora de protegerla y de prevenir los riesgos o evitar los daños que puedan afectarla.