Dólar y pan francés

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Para el Gobierno, con un dólar más caro, gana el país, pero la gente está viendo lo contrario.

POR CARLOS OBREGON

El fin de semana había escasez de pollo en varias plazas de mercado y por tanto la libra costaba más. Desde hace varias semanas, las panaderías de barrio están haciendo el francés de 300 más pequeño. En los últimos puentes, en Barichara no es fácil conseguir habitación como pasaba antes porque la demanda ha aumentado.
¿Qué tienen en común muslo de pollo con el francés y con los hostales de Barichara?: el dólar, que desde hace varios meses no para de subir y que en lo que va de 2015 ha subido más de 560 pesos, dejando sin credibilidad a más de un analista económico que le apuntaba a una tasa de cambio menos alta.

La gente sabe que las cosas suben, pero no todos tienen claro la razón del aumento del costo de vida. Además de un tema de coyuntura internacional, en el fondo, se trata de un tema estructural que viene de tiempo atrás, desde cuando el país por razones de competitividad o de políticas agropecuarias, abandonó los cultivos de trigo –en Boyacá los molinos son hoy museo—y vio que era mejor importar maíz que subsidiar a los agricultores. Por eso, cada vez que sube el dólar, hay presión sobre alimentos concentrados para las aves o sobre el valor de la tonelada de trigo. Se suponía que los TLC nos traerían comida más barata, pero el salto del dólar presenta otra realidad.

Por otro lado, la coyuntura ha hecho trepar el dólar a niveles de 2003 cuando llegó a 2.968. Habría al menos dos razones explicadas por los analistas: un posible aumento de tasas en EE.UU., lo que hace que los rentistas –fondos de inversión– que tienen inversiones en países como Colombia empiecen a retirarse ante la expectativa de tener mayor rendimiento en ese país. La otra, es la caída de los precios del petróleo desde hace más de un año, y otras exportaciones, que han marchitado el flujo de ingresos externos.

Como pasa con todo lo que dependa del mercado, la moneda tiene dos caras: los ganadores, son los exportadores de flores y café y algunos productos en los que el país es competitivo, y los perdedores casi 48 millones de colombianos: los que compran celulares, los que madrugan a comprar pan, los que compran carros, no importa si son usados, o los que viajan a Miami o hacen turismo en el Caribe.

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