Por: Oscar Montes
@leydelmontes
Las últimas salidas de Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, cada uno por su lado descalificando las actuaciones y los logros del otro, han dejado en evidencia que para las elecciones presidenciales de 2014 cada uno de ellos correría con caballo propio. En el caso de Santos, el escenario de una posible reelección es cada día más incierto por cuenta de las encuestas y del propio Uribe, su “nuevo peor enemigo”. Uribe, mientras tanto, no solo ha sufrido un severo desgaste ante la opinión pública, sino que sigue sin encontrar el sucesor ideal, pues en sus filas no hay nadie con su arraigo popular.
Así las cosas, tanto Santos como Uribe empiezan a vivir una encrucijada que los podría llevar en un futuro a reconciliarse por razones pragmáticas o a romper cobijas definitivamente. Hoy por hoy es mucho más probable el segundo escenario que el primero, pero como diría el exministro Sabas Pretelt, “la política es dinámica” y lo que hoy parece absurdo, mañana es realidad. Un senador del Partido Liberal con quien conversé en estos días sobre la pelea de Santos con Uribe me dijo con desparpajo, “hoy no están juntos en la foto, pero no descarto que mañana aparezcan sonrientes”. No obstante, la absoluta incomunicación que hay entre Santos y Uribe empezó a abrir la posibilidad de una candidatura ajena a las huestes santistas o uribistas. De hecho, analistas como Andrés Oppenheimer no descartan que se abra paso un candidato de izquierda con reales posibilidades de triunfo. ¿Quiénes ganan y quiénes pierden en este enfrentamiento Santos-Uribe? ¿Es posible una candidatura presidencial de consenso entre Santos y Uribe?
La pregunta es: ¿reelección o no reelección?
Juan Manuel Santos venía trabajando con paciencia y mucho tino su segundo mandato presidencial. Desde que asumió la Presidencia de la República diseñó una estrategia que le permitiera cumplir sus promesas en ocho años de mandato y no en cuatro. De ahí expresiones como aquella de que aspiraba a hacer todas las tareas en un primer período, pero que si no cumplía con ese cometido, no descartaría postularse a la reelección. Pero en los últimos meses sus cálculos políticos han variado dramáticamente por cuenta de las encuestas y de la implacable arremetida de Álvaro Uribe, quien ya afirma públicamente que haberlo respaldado “ha sido una equivocación enorme”. Con encuestas poco favorables y con Uribe de enemigo, Santos sabe que el escenario de un segundo mandato empieza a ser incierto y por ello estaría pensando en un Plan B que le permita, sobretodo, neutralizar a Uribe y darle continuidad a sus programas. Hasta el momento esa carta parece ser Germán Vargas Lleras, su ministro estrella y quien cumple con un requisito muy importante para los fines de Santos: es el único colombiano al que Uribe quiere menos que al propio Santos.
¿Es posible una tercería de centro-izquierda?
Las diferencias, al parecer irreconciliables, entre Santos y Uribe cambian abruptamente el escenario electoral del 2014. Pues si Santos puede pero no quiere y Uribe quiere pero no puede, es necesario entonces empezar a barajar con nuevas cartas, entre ellas las de alcaldes y gobernadores exitosos que puedan aspirar a la Presidencia con posibilidades reales de triunfo. Uno de ellos es, sin duda, el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, quien no solo logró una altísima votación, sino que aún mantiene muy buenos niveles de aprobación. En cambio Gustavo Petro, Alcalde de Bogotá, quien llegó al cargo con el rótulo de presidenciable ha visto descender sus acciones de forma dramática, hasta el punto de que por ahora su mayor preocupación es alejar el fantasma de una revocatoria de mandato. El riesgo que corren tanto Santos y Uribe como sus seguidores es que sus peleas le abran la posibilidad a una candidatura de izquierda, como acaba de ocurrir con la Alcaldía de Bogotá, donde Petro le ganó a Enrique Peñalosa, amigo de ambos.
¿A qué está jugando Álvaro Uribe?
Ante la imposibilidad de volver a la Presidencia -sueño que se frustró por cuenta del fallo de la Corte Constitucional- Uribe quiere jugarse la carta de un mandato por interpuesta persona; es decir quiere llevar a la Casa de Nariño a alguien realmente incondicional y no un traidor como califica a Santos. El problema es que ese ‘alguien’ no aparece en el panorama, pues los verdaderamente incondicionales o tienen muy pocas posibilidades de triunfo -como Francisco Santos- o están presos, como el exministro Andrés Felipe Arias. Ante ese escenario, Uribe ha concentrado su atención en atacar sin pausa a Santos a quien fustiga todos los días con sus trinos y a quien no le reconoce el más mínimo logro. El expresidente Ernesto Samper ha dicho que nunca antes en la historia habíamos tenido un expresidente dedicado a ponerle “zancadillas” a su sucesor. Y tiene razón. Tanto es así que Uribe logró lo que parecía imposible: ‘pastranizar’ a Samper y ‘samperizar’ a Pastrana, pues los dos critican su comportamiento con Santos.
¿Es factible un candidato Santo-uribista?
Tratándose de Santos y Uribe nunca ha sido más cierta aquella frase de que en política nada está escrito. Ello significa que por muy absurdo que parezca hoy, tampoco hay que descartar un candidato que sea capaz de llevarlos a una mesa de diálogo para que dejen de lado sus diferencias y construyan una candidatura que los deje satisfechos a ambos. Para empezar, ese escenario deja sin ningún juego a los candidatos incondicionales tanto de Santos como de Uribe, mientras que le abre espacio a una candidatura de consenso. La pregunta es ¿quién es capaz en estos momentos de acercar a Santos y a Uribe? ¿Hay alguien capaz de unir al agua con el aceite? En estos momentos solo dos personas podrían cumplir con ese propósito: Luis Alberto Moreno y Óscar Naranjo. Nadie más. El problema para Santos y Uribe es que ni Moreno ni el general Naranjo tienen interés en postularse a la Presidencia de la República. Moreno está muy contento en la Presidencia del BID y Naranjo aprendió la lección de quien fuera su jefe, el general Serrano, quien aspiró a la Presidencia con resultados precarios. Estamos, pues, a la espera de la carta que se jueguen Santos y Uribe.