¿Día del campesino?

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Por: Uriel Ortiz Soto (*)

Es indudable que el día del campesino, máximo escenario para conseguir la paz, debería celebrarse en todos los municipios de Colombia, sin embargo, vale la pena recalcar que los discursos sobran y las adulaciones también, lo que se requiere es estructurar planes y programas de desarrollo que generen una producción primaria para que nuestros campesinos en épocas de crisis tengan productos de diversificación, para ofrecer tanto en los mercados nacionales como internacionales, coordinados con los acuerdos TLC, firmados por Colombia con diferentes países del Hemisferio.

Pero además es importante reflexionar en el día del campesino, sobre la difícil situación en que se encuentran millones de pequeños y medianos productores, que un día acudieron a un préstamo en el Banco Agrario, en los actuales momentos se encuentran con sus predios embargados y los tan cacareados anuncios de condonación se han convertido en toda una burla, que no los deja tener tranquilidad en el desarrollo de sus arduas faenas.

Por eso siempre he creído que el Estado, debe responder por lo que el campesino produzca, no puede ser que los induzcan a cosechar determinado producto y finalmente nadie les responde por su agroindustrialzación y posterior comercialización, considero que nos estamos acercando a la hora de que el Estado le subsidie al campesino, además, de todos sus prestaciones sociales, le otorgue un subsidio por cultivar la tierra.

Los pontífices de palacio con su presidente a bordo, este año se olvidaron que el campesino existe y forman parte de la geografía de esta Colombia inmortal, ni siquiera un aplauso o una palmadita en la espalda para hacerlos sentir que pertenecen a nuestro averiado Estado de Derecho, que ya prácticamente está en manos de las Farc, gracias a que después de la tregua unilateral que levantaron y que simplemente la venían cumpliendo a medias, han sacado a relucir todo su arsenal de venganza para demostrar su poderío, frente a un gobierno pusilánime y ambivalente, que se resiste a aceptar que estos bandidos no son angelitos y tienen un poder destructor tan alarmante, como lo han demostrado en los últimos días con la voladura de oleoductos, y demás infraestructuras de energía, dejando vastos territorios sin los más elementales servicios públicos.

El día del campesino fue institucionalizado mediante decreto 155 de 1.965 en el gobierno del presidente Guillermo León Valencia, señalando el primer domingo del mes de junio de cada año, para festejar a quienes día a día arrancan a la tierra pródiga el pan para abastecer los mercados locales con excedentes internacionales, no obstante las adversidades que se les presenta en sus rudas faenas por el abandono en que siempre los han mantenido los Gobiernos de todas las épocas; no olvidemos que siempre han sido el caballito de batalla de los políticos y logreros que en épocas preelectorales y electorales, siempre son el escenario para lucirse en las plazas públicas prometiéndoles lo divino y lo humano, pasadas las contiendas electorales se olvidan del asunto y ni siquiera les vuelven a dirigir el saludo.

Pero además, la responsabilidad del día del campesino también debe competer a los diferentes gremio de la producción: como fedcecafé, fedecacao, fedepalma, fedearrroz, entre muchas otras organizaciones del sector agropecuario que se lucran del sudor de las gentes del campo, devengando sueldos estrafalarios y con un séquito de aduladores y empleados innecesarios que se la pasan recorriendo el mundo a costos bastante altos y con resultados sumamente pobres.

Por eso, no nos apartamos que en lo que resta del mes de junio, se continúe celebrando la fiesta del campesino, que a mi modo ver debería cambiársele de nombre, para dar paso a una serie de reflexiones sobre actividades de capacitación, enseñándoles a estructurar proyectos posconflicto para que una vez firmado el acuerdo de paz, – si es que nos dejan-, nuestras gentes del campo tengan pleno conocimiento de causa de que es lo que tienen que hacer cuando a sus municipios y veredas regresen quienes fueron desplazados de sus predios o estuvieron en los grupos al margen de la ley, y regresan en calidad de reinsertados.

Los señores gobernadores y alcaldes, que se encuentran próximos a culminar su mandato, deberían prestarle un último servicio a la patria: es el de estructurar planes y programas de desarrollo para la época posconflicto, esta tarea aunque parezca dispendiosa es bastante fácil de diseñar siguiendo los siguientes protocolos:

1º- Levantar el censo de la población desplazada y reinsertada, formado grupos de identidad productiva, teniendo en cuenta la experiencia y los coeficientes sociales de desarrollo del municipio o vereda donde se vaya a desarrollar el proyecto posconflicto.

2º- Levantar el mapa productivo del municipio, por productos, encadenándolo con las veredas, con el fin de identificar las oportunidades con las cuales los grupos vulnerables tienen mayor identidad. Es aquí donde se puede identificar la cantidad de producción por cosecha.

3º- identificar los productos, previo el estudio de mercado, y los factores de agroindustrialización, con el fin de determinar los costos por cosecha y mercadeo.

4º- Crear las cadenas productivas y las alianzas estratégicas, con el fin de establecer los volúmenes de producción dentro de la región.

5º- Formulación del proyecto productivo y de posconflicto con el fin de ofertarlo a los mercados nacionales e internacionales y a los organismos de crédito.

Cada gremio del sector agropecuario tiene la capacidad, no solamente financiera, sino también logística para que organicen sus productores afiliados y les permitan, que mediante el esquema de la agricultura por contrato se les de la oportunidad a pequeños medianos productores para que se formen inicialmente como microempresarios rurales.

No olvidemos que las mayores fortalezas para conseguir la paz en nuestro País, están en el campo, lamentablemente en los actuales momentos esas fortalezas se han convertido en falencias, las cuales hay que cauterizar para dar paso a un desarrollo rural integral y productivo.

Finalmente no olvidemos que “la paz vendrá del campo”

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