Por: Oscar Montes.–
Desde que se vio envuelto en el famoso escándalo por no portar licencia de conducción y, al parecer, por manejar en estado de embriaguez, al senador Eduardo Merlano ha sido difícil cogerlo en una verdad. Cada frase que ha pronunciado desde el domingo 13 de mayo en la madrugada, cuando fue protagonista del incidente al norte de Barranquilla, sólo ha servido para reafirmar aquel sabio refrán muy popular en nuestra Región Caribe según el cual primero cae un mentiroso que un cojo. Veamos, pues, las perlas de nuestro Honorable Padre de la Patria:
Cuando los agentes de la Policía le piden la licencia de conducción y le solicitan que se someta a la prueba de alcoholemia, Merlano les dice que “llamemos al Coronel y no pasa nada”. ¿Qué pretendía el Senador con esa frase? ¿Significa, acaso, que si ellos no cumplen su orden entonces este no los acusa ante su superior?¿Significa que el Coronel le permitiría violar la Ley, algo que los patrulleros le impedían?
Minutos más adelante Merlano suelta la siguiente perla: “Me tiene triste esta vaina, que esta credencial no sirva para nada”, como si el documento que lo acredita como Senador le diera licencia para violar la Ley y pasarse por la faja las órdenes que le estaban impartiendo los uniformados. ¿Pretendía el Senador que la credencial sirviera para eximirlo de someterse a la prueba de alcoholemia? ¿O es que acaso aspiraba a que le sirviera de licencia de conducción?
Pero cuando el escándalo estalló y Merlano pretendió justificar su actuación, terminó enredándose en las espuelas. Por ejemplo, para decir que no estaba ebrio cuando fue requerido por la Policía, afirmó que se había sometido a una operación de columna de alta complejidad y que por ello tenía prohibido tomar trago. Pero para su desgracia el médico que lo atendió sostuvo que el Senador no tiene ninguna restricción ni prescripción para el consumo de alcohol. Ello no quiere decir que Merlano estuviera borracho: quiere decir que mintió cuando dijo que no podía tomar por orden médica.
Pero como si todo lo anterior fuera poco, cuando le preguntaron si tenía licencia de conducción, Merlano respondió que sí. No obstante, el secretario de Movilidad de Barranquilla Jaime Pumarejo, en rueda de prensa que convocó el pasado miércoles, lo desmintió informando que hasta ese momento no existía un registro local o nacional que diera fe de que el Senador tenía licencia de conducción. Pero –oh sorpresa- al indagar por la licencia de conducción del senador, EL HERALDO se encontró con que la misma había sido expedida el 16 de mayo de 2012 en Corozal; es decir tres días después del incidente de Merlano con los agentes de la Policía. El secretario de Tránsito de Corozal Tarcisio Pérez no supo explicar cómo fue expedido el documento y porqué se hizo con tanta celeridad. Ya tendrá oportunidad de hacerlo. Quizás la premura del trámite tiene que ver con el hecho de que tanto Merlano como Pérez son viejos amigos y ambos hacen parte de las directivas del Partido de La U en Sucre.
Así las cosas, quien debe dar explicaciones convincentes sobre su actuación es el senador Merlano, cosa que no ha ocurrido. Quien debe demostrar que al momento de los hechos tenía licencia de conducción y no estaba bajo los efectos del alcohol, es el senador Merlano. Y –sobre todo- quien debe ofrecer disculpas por pretender burlar la Ley y abusar de su condición de privilegio como servidor público es el senador Merlano. ¡Faltaba más que ahora seamos nosotros quienes tengamos que ofrecerle disculpas a él y a sus 50.000 votos!, que tampoco son tantos, puesto que según el Consejo Nacional Electoral sólo alcanzó 37.195. Lo dicho: primero cae un mentiroso que un cojo.