Análisis Ley del Montes: ¿Qué hay detrás del desplome de Santos?

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1b_santosPor OSCAR MONTES

La estrepitosa caída de 14 puntos en la imagen del Presidente, en los últimos dos meses, está directamente relacionada con el manejo de los diálogos de La Habana y la masacre de los soldados del Cauca por parte de las Farc.

El presidente Juan Manuel Santos acaba de entrar a las temibles arenas movedizas de menos del 30 por ciento de aprobación en las encuestas. Se trata de la cifra más baja –y preocupante– desde que llegó a la Casa de Nariño en 2010. En efecto, según el más reciente estudio de Gallup –dado a conocer la semana pasada– Santos apenas cuenta con el 29 por ciento de aprobación de su gestión, cuando dos meses atrás tenía el 43 por ciento. Para decirlo en plata blanca: al perder 14 puntos en dos meses, la imagen de Santos se desplomó.

Desde los tiempos de Ernesto Samper y de Andrés Pastrana, ningún presidente había llegado a tan precarias cifras de aprobación. Mientras el primero de ellos debió lidiar con el desprestigio del escándalo del proceso 8.000, por el ingreso de dineros del cartel de Cali a su campaña presidencial; el segundo padeció el desgaste de la negociación con las Farc en el Caguán. A los dos se les convirtió en un suplicio la terminación de sus mandatos.

En lo que tiene que ver con Santos, gobernar por debajo del 30 por ciento de respaldo no solo compromete su gobernabilidad, sino que lo debilita de forma severa a la hora de afrontar eventuales crisis políticas, económicas y sociales, como le ocurre –por ejemplo– a Nicolás Maduro, quien gobierna con apenas el 21 por ciento de aprobación por parte de los venezolanos.

Las experiencias de Samper y Pastrana demuestran que no es sano desde ningún punto de vista que un presidente gobierne con tan bajos niveles de aprobación.

Muy seguramente esa fue una de las razones que llevó a Santos a buscar acercamientos con su principal enemigo político, Álvaro Uribe, cuya imagen empezó a crecer en las encuestas. La reunión del pasado miércoles entre el ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez –hoy por hoy el hombre fuerte del Gobierno en materia política– y el jefe natural del Centro Democrático, busca tender puentes que le permitan al Gobierno una mayor maniobrabilidad para manejar asuntos espinosos, como los diálogos de La Habana y la economía, sector que empieza a mostrar preocupantes signos de deterioro. A ello hay que sumarle la inconformidad de influyentes sectores sociales, como los maestros, cuya protesta –de prolongarse– podría comprometer la permanencia de la ministra Gina Parody en el cargo.

La caída estrepitosa en la aprobación de la gestión de Santos tiene que ver con el manejo que dio al asesinato de diez soldados por parte de una columna de las Farc en el Cauca. La encuesta de Gallup fue realizada una semana después de la masacre y ella refleja la desaprobación de los colombianos al tratamiento de la tragedia por parte del Presidente.

Amigos del Gobierno sostienen que la fecha de elaboración del estudio comprometió la imagen de Santos, pues consideran que Gallup tomó la “fotografía” en el momento menos oportuno.

“Preguntarles a los colombianos sobre el proceso de paz en momentos en que las Farc acababan de asesinar a varios soldados era correr el riesgo de que la respuesta fuera la desaprobación de los diálogos, como en efecto ocurrió. Santos está pagando un precio muy alto por las atrocidades de las Farc”, me dijo un senador de la Unidad Nacional, quien también comparte la teoría de que la “fotografía” de Gallup fue tomada en el peor momento.

No obstante, si el manejo de la tragedia de la masacre de los soldados hubiese sido acertada, seguramente hoy no estaríamos hablando de que la imagen de Santos se desplomó en las encuestas, sino que se disparó.

La cuenta de cobro de los ciudadanos también afectó la negociación con las Farc en La Habana, puesto que en febrero el 72 por ciento de los colombianos estaba de acuerdo con los diálogos, mientras que ahora solo el 57 por ciento los respalda. Según el estudio de Gallup, el 82 por ciento de los encuestados no está de acuerdo con que los guerrilleros participen en política, que es otro resultado demoledor para el Gobierno y los delegados de las Farc, quienes aspiran a que los jefes subversivos tengan participación directa en futuros procesos electorales. Y como si ello fuera poco, el 79 por ciento de los encuestados no confía en que las víctimas –el centro de la negociación- sean reparadas.

Pero a los amigos del Gobierno les preocupa tanto el desplome de Santos como el incremento de la imagen de Álvaro Uribe, quien pasó de tener un 43 por ciento de favorabilidad a un 59 por ciento. Ello significa que mientras la imagen de Santos cayó 14 puntos, la de Uribe subió 12.

Y ello tiene que ver directamente con el manejo que ambos le dieron a la muerte de los soldados del Cauca. Mientras la tragedia mostró a un Santos distante y con poca capacidad de reacción, cuya primera respuesta fue un frío y distante trino en su cuenta Twitter en el que “lamentaba” los hechos, Uribe se mostró solidario con los familiares de las víctimas, hasta el punto de que el padre de uno de los soldados muertos lo invitó para que lo acompañara al sepelio.

La imagen de las Fuerzas Militares alcanzó el 75 por ciento, cifra que la consolida como la institución más apreciada por los colombianos. Se trata de un enorme respaldo a quienes confrontan a diario con las organizaciones criminales del país, entre ellas las Farc, cuyo rompimiento al cese unilateral que había sido decretado por ellas quedó en evidencia con el asesinato de los soldados del Cauca.

En la encuesta de Gallup también salió muy bien librado el vicepresidente Germán Vargas Lleras, cuya favorabilidad llegó al 56 por ciento, mientras que su desfavorabilidad es del 25 por ciento. De igual manera, cuentan con gran respaldo los programas de vivienda y de infraestructura que él lidera desde la Vicepresidencia y que son ejecutados por los ministros Luis Felipe Henao y Natalia Abello. ¿Cómo se explica el desplome de Santos? ¿Cómo recuperar imagen y gobernabilidad? ¿Qué hacer ante las nuevas tormentas: paros y estancamiento de la economía? ¿Qué pasará en las elecciones de octubre?

Asesinato de soldados del Cauca, fatal para Santos

El cinismo con que los delegados de las Farc abordaron la masacre de diez soldados en el Cauca demuestra no solo su falta de compromiso con la negociación, así sus delegados en La Habana digan lo contrario, sino su desprecio por el pensamiento de la inmensa mayoría de los colombianos. Para una organización guerrillera que cuenta con el rechazo de más del 90 por ciento de los colombianos, perder unos puntos más en las encuestas poco o nada les preocupa. No ocurre lo mismo con Santos, quien sabe muy bien que cada punto que pierda en la aprobación de su gestión se traduce en una menor gobernabilidad y en mayores rechiflas. Punto. Ningún presidente está dispuesto a someterse cada ocho días a tener que soportar insultos en cada una de sus presentaciones en público. Mucho menos Santos, que –aunque lo niegue– vive muy preocupado de su imagen y de la aprobación de su gestión. La cuenta de cobro por el manejo que le dio a la masacre de los soldados llegó antes de lo esperado y con altos intereses.

Decisiones con alto costo político

El mensaje del Gobierno a las Farc, luego del asesinato de diez soldados en el Cauca, no puede ser el de que aquí no ha pasado nada y que esa acción criminal no tendrá repercusiones en la mesa de negociación. Lo que ocurrió es muy grave y el Gobierno tiene la obligación de hacérselo saber. No se trata de romper la negociación, sino de manifestar con contundencia y sin titubeos el rechazo que producen esos actos de terror. Las Farc deben saber que –por mucho que se haya avanzado– no se trata de una negociación irreversible y que por ello mismo debe comprometerse con el cumplimiento de unos plazos que permitan recuperar la confianza perdida. Deben saber –además– que cada acto de terror reduce el margen de manejo del Gobierno y lo lleva a pensar en escenarios hasta ahora no considerados, como el rompimiento o la misma suspensión, como ocurrió cuando se presentó el secuestro del general Alzate en el Chocó. Cada decisión del Gobierno –como la suspensión de los bombardeos a los campamentos guerrilleros– tiene un enorme costo político y militar para el presidente Santos, como se refleja en encuestas como la de Gallup. Mientras ese asunto le quita maniobrabilidad a Santos, a las Farc las envalentona.

Economía con signos preocupantes

Una cosa es que un presidente enfrente una crisis económica con un buen respaldo popular y otra muy distinta es que lo haga con una aprobación precaria, como podría sucederle a Santos. El evidente e inquietante frenazo de la economía, como lo muestran recientes estudios –entre ellos el de Fedesarrollo– prendieron las alarmas en el alto gobierno, que sabe muy bien que la única manera de capotear el vendaval es con un buen respaldo político, algo que no ha podido lograr, especialmente en lo que tiene que ver con el Centro Democrático, partido que alcanzó casi la mitad de la votación en las pasadas elecciones presidenciales. Un respaldo de menos del 30 por ciento no le garantiza a Santos sortear con éxito futuras tormentas en materia económica, que podrían presentarse –entre otras razones– por cuenta de que los ingresos por exportación de petróleo se redujeron en un 51 por ciento en el primer bimestre del año. Ello debido a la caída de los precios del petróleo. Las ventas del comercio también han estado por debajo de las proyectadas, al igual que la ejecución en distintos municipios y departamentos. A ello se suma el creciente inconformismo en sectores sociales que,
inclusive, respaldaron la candidatura reeleccionista de Santos, como es el caso de los profesores de Fecode.

Perseverar, perseverar y perseverar

El mismo día que se conocieron los resultados de la encuesta de Gallup, se reunieron el ministro de la Presidencia, Néstor Humberto Martínez, y Álvaro Uribe. Al término de la misma, Martínez declaró que habían tratado diversos temas, como economía y diálogos de paz. Además, afirmó que el Gobierno tiene el compromiso de “perseverar, perseverar y perseverar” en su propósito de abrir diálogos políticos con diversos sectores, entre ellos el que lidera Uribe. Es –sin duda– una buena decisión. Nadie entiende cómo el Gobierno negocia con las Farc en La Habana y no habla con Uribe en Bogotá. La caída de 17 puntos en el respaldo a los diálogos demuestra que la paciencia de los colombianos también tiene un límite, lo que obliga al Gobierno a explorar nuevos escenarios, como el de buscar puntos de encuentros con los opositores a la negociación. En el caso de Uribe –por ejemplo– él ha dicho que es necesario que los guerrilleros de las Farc se concentren en uno o varios sitios, lo que permitiría un mayor control sobre sus actos, así como una verificación internacional.

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