Por Darío Acevedo Carmona
Como siempre, en un hecho que ocasiona daño mortal, como el que se perpetró en Bogotá contra el ex ministro Fernando Londoño Hoyos, son variadas y distorsionadas las explicaciones e hipótesis que se lanzan por parte de diversos sectores y personalidades. Hay quienes relacionan el bombazo con la entrada en acción del Tratado de Libre Comercio firmado por Colombia y Estados Unidos. Entre los enemigos del mismo se cuenta a las guerrillas colombianas, las únicas que podrían acometer un atentado de este tipo. Sin embargo, la asociación entre los dos hechos no parece muy evidente ya que de haber sido ése el objetivo de los terroristas lo hubiesen dirigido contra algún funcionario público de alto rango que hubiese liderado las negociaciones del TLC. Londoño no llegó a tener responsabilidades en esa materia ni ese fue su campo de acción en el sector público.
Otra asociación que se hace con el atentado es que ese día (15 de mayo) se aprobaría en la Cámara de Representantes del Congreso colombiano, en sexto debate (se requieren 8), el proyecto de ley que establece un Marco Legal para la Paz en Colombia que ha sido objeto de intensas discusiones entre el Gobierno de Santos, que cuenta con el apoyo de las fuerzas de la Unidad Nacional (conservadores, liberales, Cambio Radical y Partido de Unión Nacional) y las fuerzas uribistas que se oponen al mismo alegando que dicha ley consagra la impunidad para los comandantes guerrilleros incursos en delitos de lesa humanidad y les abre la puerta para participar en política. Al respecto, cabe anotar que siendo Londoño un acérrimo crítico de la iniciativa, el atentado contra su vida tendría el objeto de evitar su aprobación, lo que indicaría que los autores del atentado eran partidarios de Londoño, lo cual es absolutamente descartable; nadie manda a matar un amigo para obtener lo que ese amigo busca. Es la idea del autoatentado o autoinmolación, muy propia de culturas fundamentalistas, y que se ventiló cuando fue asesinado el dirigente conservadorAlvaro Gómez Hurtado (1995) durante el gobierno de Ernesto Samper, dando a entender que la extrema derecha atacaba a la extrema derecha.
Considero que ante la imposible identificación in situ e ipso facto de los responsables de este crimen, es decir, en cuanto no se apresó a nadie en flagrancia, cabe entonces el análisis de otras probabilidades. En primer lugar, aclarar quién fue la víctima, contra quién fue dirigida la bomba. Fernando Londoño Hoyos es un prestigioso y lúcido intelectual militante del partido Conservador. Fue ministro del Interior durante el primer mandato presidencial de Álvaro Uribe Vélez, cargo desde el que impulsó la política de Seguridad Democrática que fue tan exitosa en la desmovilización y debilitamiento de los grupos armados irregulares -paramilitares y guerrillas. En los últimos años ejercía de periodista al frente de un programa radial matutino habiéndose convertido en crítico pertinaz del presidente Santos a quien consideraba débil y contemporizador con las guerrillas y prisionero de un afán esnobista y figuracionista, que se había entregado en manos del gobernante venezolano en detrimento de la seguridad del país. Desde dicha tribuna defendió con ardor y lealtad la obra de Uribe Vélez. Así pues, Londoño Hoyos, además columnista en varios diarios nacionales y regionales, se había ganado un puesto destacado, como líder, dirigente intelectual y combatiente político de las diversas corrientes que apoyan y defienden al ex presidente Uribe.
Este es un asunto clave para avanzar en la hipótesis correcta. Al atacarlo a él, atacan el uribismo, atacan la Seguridad Democrática, la señal es que quienes son seguidores de Uribe deben callarse. Quieren sacar del camino a aquel que los debilitó y a quien se opone a una negociación política con las guerrillas en la que el Estado no sea claramente el que imponga las condiciones.
¿Quién, entonces, pudo ser el responsable? En el país desde hace varios años sólo hay una organización con capacidad para realizar este tipo de atentados: las FARC. Los organismos de seguridad del Estado han encontrado señales serias y contundentes de órdenes del Secretariado para atentar contra Londoño y otros líderes de primera línea del uribismo. Esa es la organización que coloca bombas, carros bomba y otros artefactos de efectos indiscriminados en pequeños pueblos y en grandes ciudades. Se descubrió que fueron los autores del atentado contra la cadena radial Caracol en agosto de 2010 también en Bogotá, ciudad en la que tienen redes muy bien camufladas que sólo actúan en momentos muy especiales. Un atentado como el que comentamos sólo puede ser cometido por una organización muy bien compartimentada, disciplinada, con experiencia y tradición en la materia, con amplia capacidad de planeamiento y con recursos para hacer los seguimientos durante mucho tiempo. De tal forma que la coincidencia con el TLC y la Ley Marco de la paz sólo es eso, una coincidencia. El plan urdido se deriva, según informes de inteligencia policial, de una orden recibida tiempo atrás. El propósito u objetivo es silenciar el uribismo matando a sus jefes, hacer demostraciones de fuerza en el sentido de que pueden causar mucho daño en ciudades capitales, crear una atmósfera de miedo y pánico, tal como intentó hacerlo en su momento el cartel de Medellín bajo la dirección de Pablo Escobar, para acobardar a la población y llevarla a aceptar, por la vía del desespero y la angustia, a unas negociaciones de paz que supongan colocar a las guerrillas en posición de igualdad con el Estado colombiano.
Ninguna otra organización armada ilegal tendría motivaciones o intereses para haber realizado el atentado. Las mafias actúan en pequeños grupos y carecen de gran operatividad militar, las Bacrim -grupos dedicados al transporte y comercialización de las drogas y a la lucha por el control del microtráfico urbano tampoco tienen esa capacidad operativa ni han demostrado estar en una lógica de confrontación con las instituciones. Hay grupos que en estos momentos están negociando su entrega a la DEA, como acaba de ocurrir con los cabecillas de «Los Rastrojos». Sólo a los locos fanáticos de la extrema izquierda o a analistas muy despistados se les puede ocurrir que el atentado haya sido fraguado por militares descontentos con la política de paz del gobierno. Ello supondría que esos militares habrían hecho el absurdo de ordenar la muerte de uno de sus principales y más esclarecidos defensores. Infobae América