¡Ya basta de tantas mentiras…!

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La doble moral y el cinismo de las Farc no tienen límites. Y lo que sucede con el periodista Roméo Langlois, corresponsal de varios medios de comunicación de Francia, es la más fehaciente demostración de que ese grupo guerrillero no respeta las más elementales normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH), ni tampoco sus propios compromisos, puesto que hace tan solo algunas semanas anunció que no volvería a secuestrar.

Ahora pretenden hacernos creer que el corresponsal de guerra no está en su poder, en su afán por bajarle la presión internacional a una más de sus acciones criminales. Así ha sido siempre. De hecho, las Farc niegan que secuestran y que son narcotraficantes. De manera que no hay que llamarse a engaños: Roméo Langlois está en poder de las Farc y está secuestrado, así ellas digan que se trata de un “prisionero de guerra”.

Calificar al periodista Langlois como “prisionero de guerra” es ignorar los postulados del DIH, que, se supone, deben conocer para poder respetarlos. Veamos: Langlois no hace parte del Ejército de Colombia, así se haya puesto por cualquier circunstancia un casco y una camiseta de las que usan soldados regulares. Nunca ha pertenecido al Ejército, jamás ha portado un arma de uso privativo de las Fuerzas Militares de Colombia. No es, pues, un soldado colombiano. Sus únicas “armas” son una cámara filmadora y una grabadora.

Pero, además, las Farc tampoco tienen la condición de “ejército beligerante”, o de contraparte del Ejército de Colombia. De hecho, a juzgar por sus actos, se trata de una organización terrorista que tiene en el secuestro de civiles y el narcotráfico la mayor fuente de sus ingresos. Cualquier grupo que realiza actos de terror es terrorista. Así de simple.

El estatus de beligerancia que ahora pregonan es el mismo que han echado por la borda con sus acciones. Siempre que se han sentado a una mesa de negociación –llámese Tlaxcala, México, o El Caguán, en la llamada zona de distensión- sus actuaciones demenciales, como el secuestro masivo y el asesinato no solo de nacionales sino de extranjeros, han obligado al Gobierno a levantarse, ante la imposibilidad de continuar conversando. En Tlaxcala fue el asesinato del ministro Argelino Durán Quintero -que siempre negaron- y en el del Caguán fue la retención y posterior asesinato de varios indigenistas norteamericanos que fueron secuestrados en la frontera con Venezuela, así como de la ministra Consuelo Araujonoguera. Ambos actos criminales fueron negados por las Farc, hasta que las evidencias demostraron lo contrario.

Pero, además, las Farc son de doble moral y cínicas en el caso del periodista Roméo Langlois, porque en varias oportunidades el periodista las ha contactado para hacer reportajes televisivos que han sido transmitidos en Francia y en otros países de Europa, en las que ellas han podido mostrar la “otra cara de la guerra”, esa que tanto les gusta vender a la comunidad internacional y donde aparecen como los Robin Hood de América Latina.

De modo que cuando Roméo Langlois les sirvió para mostrar su “faceta humana” no era un infiltrado, o un vendido al enemigo. Ahí sí era un periodista profesional que cubría el conflicto desde todos sus ángulos. Pero cuando se encontraba haciendo exactamente lo mismo, pero desde las filas del Ejército de Colombia y tuvo la mala suerte de verse envuelto en un combate y ser secuestrado por ese grupo guerrillero, entonces Roméo Langlois adquiere la condición de “prisionero de guerra”.

Que quede claro: Roméo Langlois cayó en poder de las Farc en su condición de periodista. Punto. Esa ha sido, es y seguirá siendo su profesión. Cubrir la guerra desde todos los frentes y no solo desde uno de ellos es exactamente lo que debe hacer un buen periodista. Para acercarse a la verdad, que es la razón de ser del oficio, todo periodista tiene la obligación de hablar con las partes involucradas, mucho más si se trata de un conflicto armado.

Ahora bien, si las Farc lo que quieren es que los periodistas colombianos y extranjeros mostremos la guerra desde sus trincheras, entonces que nos secuestren a todos y nos declaren “prisioneros de guerra”. Si lo que quieren es que cuando hablemos de las Farc no digamos que secuestran, asesinan personas inocentes y son una organización narcotraficante, entonces bien pueden proceder contra todos aquellos que aún creemos en la libertad de expresión y en la búsqueda de la verdad como bien supremo y razón de ser del periodismo. Pero que sepan muy bien que son ellas las únicas responsables de lo que le suceda al periodista Roméo Langlois, a quien tienen en calidad de secuestrado. ¡Ya basta de tantas mentiras! ¡No más cinismo!

Óscar Montes
[email protected]
@leydelmontes

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