POR: ÓSCAR MONTES
En Colombia todos los días ocurren historias que nada tienen que envidiarle a las que protagonizan El Chapulín Colorado, El Chavo del Ocho, El Chómpiras, Doña Florinda y el profesor Jirafales, entre otros personajes creados por Roberto Gómez Bolaños.
Como si se tratara de varios capítulos de Chespirito, el Chómpiras y el Chapulín Colorado, célebres personajes creados por el genial humorista mexicano Roberto Gómez Bolaños, que acaba de fallecer en México, el Gobierno Nacional vivió una complicada semana en materia política, en la que –inclusive– sufrió su primer revés en el Congreso de la República, pues “no contaba con la astucia” de varios congresistas –incluyendo a los de la Unidad Nacional–, quienes se encargaron de sepultar una de las promesas de Juan Manuel Santos en la pasada campaña reeleccionista de permitir la reelección de los actuales alcaldes y gobernadores del país.
Una vez terminó de hundirse la iniciativa del Gobierno, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, la emprendió contra los senadores de la Comisión Primera que pusieron fin a esta aventura y los cuestionó por haber respaldado –según él– una decisión abiertamente antidemocrática. “Se impuso el hundimiento exprés, promovido por algunos senadores”, señaló Cristo, molesto y muy afligido por la primera derrota política que le propinó el Congreso al Gobierno. “Es lamentable –declaró el Ministro del Interior– que la Comisión Primera del Senado, sin escuchar al Gobierno Nacional, a alcaldes y gobernadores, haya ‘pupitreado’ en veinte minutos un proyecto que es de enorme importancia para el país”.
La votación de la iniciativa no pudo ser más contundente: 12 votos en contra y ninguno a favor. Todos los senadores de la Unidad Nacional terminaron dándole la estocada al proyecto que permitiría la unificación de los períodos de alcaldes, gobernadores y presidentes de la República. A la postre se demostró que el presidente del Congreso, senador José David Name, tenía razón cuando afirmó que la reelección de alcaldes y gobernadores había “nacido muerta”.
Mientras el ministro Cristo vivía una semana de pasión, su colega de Hacienda, Mauricio Cárdenas Santamaría, debió ponerse el traje de Chapulín Colorado para decirles a los industriales y empresarios del país: “que no panda el cúnico”, ante la inminente reforma tributaria que se nos viene encima y que –necesariamente– también terminará golpeando los bolsillos de la clase media. “Es una reforma tributaria contra la pobreza”, afirmó Santos para tratar de bajarle los decibeles al impacto que produjo el anuncio. De muy poco sirvió la declaración presidencial, puesto que los colombianos “sospecharon desde un principio” que la temida reforma tributaria sería una realidad, así el presidente Santos haya dicho que escribiría en piedra que no impondría nuevos impuestos a los colombianos.
En materia de paz, la historia tiene mucho más que ver con el Chómpiras y Chaparrón Bonaparte, que con el súper héroe del “chipote chillón”. En efecto, el proceso de paz entre el Gobierno y las Farc vivió la peor crisis desde que se iniciaron los diálogos en La Habana, por cuenta del secuestro del general Rubén Darío Alzate, en las selvas del Chocó, cuya liberación ha sido anunciada por las partes para hoy. “¿Sabías que la gente sigue diciendo que tú y yo estamos locos, Lucas?”, debe ser una de las frases que más pronuncian Humberto de la Calle y alias Iván Márquez, jefe de los negociadores de las Farc.
La negociación de La Habana ha soportado la que es –sin duda– la prueba de fuego más severa desde que se iniciaron los diálogos hace más de dos años. El Gobierno –en cabeza del presidente Santos– ha sufrido el mayor desgaste y ni siquiera el retorno a sus casas, sanos y salvos, del general Alzate, su asesora jurídica en la Fuerza de Tarea Conjunta en el Chocó y todos los soldados y policías secuestrados por las Farc, logrará que las conversaciones recuperen la credibilidad que se ha visto afectada gravemente por cuenta de las acciones del grupo guerrillero.
En Colombia, mientras tanto, hay más de un candidato esperando que Santos les tenga un poquito de paciencia y respalde sus aspiraciones. Uno de ellos es el ex ministro de Trabajo Rafael Pardo, cuya campaña prendió motores por la Alcaldía de Bogotá y espera contar con el apoyo de todos los partidos de la Unidad Nacional, incluyendo por supuesto el del propio presidente. Ocurre, sin embargo, que Clara López –cuyo respaldo a la campaña reeleccionista fue definitivo para el triunfo de Santos– también espera –como si se tratara de Doña Florinda– que el Profesor Jirafales-Santos esta vez le diga que sí y no solo le lleve un ramo de rosas como contentillo. ¿Gusta pasar a tomar una tacita de café? Es la invitación de Doña Florinda-López al esquivo profesor Jirafales-Santos, quien –como cosa rara– también está carameleando con el Chavo del Ocho-Pardo.
¿Qué pasará en estos nuevos capítulos criollos de los personajes del inmortal Chespirito? ¿Quién se quedará con los afectos del profesor Jirafales-Santos? ¿Será que en esta oportunidad Doña Florinda-López derrotará una vez más al Chavo del Ocho-Pardo? ¿Cuál será la suerte de la reforma tributaria del Chapulín-Cárdenas? ¿Qué pasará con Chaparrón Bonaparte-De la Calle y sus diálogos de La Habana?
“Es que no me tienen paciencia”
Siguen sin entenderse las razones por las cuales el Gobierno decidió embarcarse en la aventura de tramitar en el Congreso el proyecto de reelección de alcaldes y gobernadores del país. No tenía ninguna presentación que el Gobierno con una mano propusiera eliminar la reelección presidencial y con la otra promoviera la reelección de los actuales alcaldes y gobernadores, aunque la justificación de la iniciativa fuera la unificación de sus períodos con los del presidente de la República. La verdad de esa osadía es muy simple: Santos necesitaba del respaldo de alcaldes y gobernadores del país para lograr su segundo periodo y por esa razón se comprometió a sacar adelante su reelección, tarea que resultaba poco menos que imposible, puesto que los nuevos congresistas necesitan tener nuevas fichas en las administraciones locales y regionales. A ellos se suma que muy pocos cuentan hoy por hoy con un respaldo que garantice su reelección. Todo lo contrario, la gran mayoría de ellos –como ocurre con Gustavo Petro en Bogotá- ha sufrido un enorme desgaste y cuentan con muy poca favorabilidad en las encuestas. A la postre quien pagó los platos rotos de la temeridad gubernamental fue el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, quien sufrió una estrepitosa derrota, que lo deja muy magullado para sacar adelante toda la agenda legislativa. Ahí sí –como diría el Chavo del Ocho– el ministro Cristo les diría a sus antiguos colegas “es que no me tienen paciencia”.
“Síganme los buenos”
Que un ministro de Hacienda saque adelante una reforma tributaria es tanto como una proeza. Pero que lo haga en tiempos electorales es no solo una proeza, sino que quien lo logre merece que el Gobierno de turno le levante una estatua en la Casa de Nariño. La razón es muy sencilla: ningún congresista va a querer cargar con el bacalao de ir a las regiones a pedir que voten por sus candidatos, mientras en el Congreso respaldan iniciativas del Gobierno que establecen más impuestos para los bolsillos de los electores. En esta oportunidad quienes tienen que ir a poner la cara en departamentos y municipios son los congresistas y no el presidente Santos, quien ya cumplió con su propósito de ser reelegido. Una reforma tributaria que afecte a la clase media –que es el grueso de los votantes– es el tiquete para una debacle electoral de los candidatos del Gobierno en las elecciones del próximo año. Punto. No hay manera de que los candidatos de la Unidad Nacional triunfen si los congresistas que los respaldan aprueban una reforma tributaria que atente contra el sector productivo (industria y comercio) y contra los consumidores. Una reforma tributaria en momentos en que la economía empieza a sufrir un severo bajonazo es tanto como encender una mecha en un cuarto repleto de dinamita. Y el ministro Cárdenas tendrá que olvidarse –por ahora– de una eventual candidatura presidencial. De manera que desde ya puede anunciarse que su grito de –“¡Síganme los buenos!”– no tendrá mucha acogida, pues más bien parece una tomadura de pelo del Chapulín Colorado, que en realidad quiere decir: “Síganme los bobos”.
“Se aprovechan de mi nobleza”
Si alguien ha abusado de la nobleza de los colombianos son las Farc, que no dejan de cometer actos de terror que están a punto de acabar con la paciencia de quienes respaldan los diálogos de ese grupo guerrillero con el Gobierno. No hay un solo día en que las Farc no cometan un atentado contra la población civil, soldados y policías, o contra la infraestructura nacional. El secuestro del general Rubén Darío Alzate –cuya liberación fue anunciada para hoy– fue la acción que terminó por colmar la paciencia del presidente Santos, quien decidió de manera unilateral suspender los diálogos. El Gobierno anunció que con las liberaciones se reanudarán las conversaciones en La Habana. Aunque el propio presidente calificó las liberaciones de los soldados Paulo César Rivera y Jonathan Díaz –efectuadas esta semana– como una demostración de la “madurez” de las conversaciones, es evidente que los secuestros no solo minan la confianza de la contraparte de las Farc, sino que afectan la credibilidad de la opinión pública en la negociación. En otras palabras: es mucho mejor negociar sin secuestrados que con secuestrados, algo que a los delegados de las Farc les ha costado entender. De manera que las Farc no solo se han aprovechado de la nobleza del Gobierno y de los colombianos, sino que deberán demostrar que los secuestros y actos de terror no fueron cometidos “sin querer queriendo”.
“Tómalo por el lado amable”
Uno de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá deberá escuchar de labios del presidente Juan Manuel Santos, la célebre frase del Chómpiras: “Tómalo por el lado amable”. Ello quiere decir que con todo el dolor del alma deberá respaldar a su contradictor político. Los candidatos que se pelean el guiño presidencial en estos momentos son su ex ministro de Trabajo y ex alcalde encargado de Bogotá Rafael Pardo, y la ex candidata presidencial por el Polo Democrático Alternativo Clara López Obregón, cuyo respaldo fue decisivo para el triunfo de Santos en la segunda vuelta presidencial. Pardo no solo conoce muy bien la problemática de la capital del país, sino que cuenta con el respaldo de partidos de la Unidad Nacional, como el liberalismo y Cambio Radical. López, por su parte, pasará la cuenta de cobro por sumarse a la campaña santista y haberle aportado una buena cantidad de votos para su triunfo. Parodiando un capítulo de las aventuras ocurridas en La Vecindad, está vez el profesor Jirafales-Santos deberá escoger entre el amor ofrecido por Doña Florinda-López y el cariño del travieso Chavo del Ocho-Pardo. De la decisión que tome el profesor Jirafales-Santos dependerá sin duda de la suerte de La Vecindad-Bogotá y –sobre todo– de kiko-Pacho (Santos), quien también quiere quedarse con el control del barrio con el respaldo del Señor Barriga-Uribe, quien no deja de repetirle al profesor Jirafales-Santos: “Es que no me simpatizas”. Mientras a los lejos Doña Florinda-López le dice al profesor Jirafales: “Vamos Tesoro, no te juntes con esta chusma”.