Alberto Nájar
BBC Mundo, Ciudad de México
La escena iba bien: con las tijeras en la mano, El Chavo tomó una de las coletas de La Chilindrina y sin más cortó un pedazo de pelo. La niña se echó a llorar con sus típicos aspavientos.
Pero esa vez había salido mal. El guión decía que el niño cortaría un par de centímetros de cabello: el trozo arrancado era cinco veces más grande.
La actriz María Antonieta de las Nieves -a la sazón, «La Chilindrina»- se dio cuenta casi de inmediato. Pero como no podía detener la grabación –ni tampoco recuperar su pelo-, no le quedó otra que llorar más fuerte, esta vez de verdad.
El responsable no era otro que uno de los actores de comedia más populares de América Latina: Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, quien falleció este viernes a las 85 años, después de luchar más de una década con enfermedades respiratorias y diabetes.
La travesura de aquel día de grabación sería una de tantas que marcarían los 24 años que duró al aire su personaje más famoso, el niño que vivía en un barril en una vecindad de su México natal.
«Fue sin querer queriendo», fue la disculpa que Bolaños le dio a de Las Nieves, según le contó a BBC Mundo 40 años después.
Chavo del Ocho
Los programas «El Chavo del Ocho» y «El Chapulín Colorado» son todavía hoy de los más vistos en México, Argentina, Venezuela, Perú o Guatemala. Algunos especialistas dicen que El Chavo es el más exitoso en la historia de la televisión latinoamericana.
Aún en la era de las redes sociales, pasaron eximidos la prueba del tiempo: Chespirito -Shakespeare «chiquito», según explicara él- llegó a ser también uno de los personajes con más fanáticos en Twitter, donde se llama @ChespiritoRGB y al que se unió por consejo de su hijo Roberto.
Su primer mensaje, el 28 de mayo de 2011, causó furor en la red. «Hola. Soy Chespirito. Tengo 82 años y esta es la primera vez que ´tuiteo. Estoy debutando. ¡Síganme los buenos!».
Y lo siguieron. Un día después de inaugurado, su perfil tenía más de 100.000 seguidores. La semana siguiente ya eran medio millón, y el último registro es de varios millones.
Eran aquellos niños -que ya crecieron- de su audiencia original, sus padres -que ya son mayores-, y hasta los hijos y los nietos de los anteriores, que conocieron el programa incluso años después de que se dejara de grabar.
«Te descalabro los cachetes
Roberto Gómez Bolaños estuvo muy cerca de no llegar a este mundo. Su madre Elsa Bolaños-Cacho Aguilar tomó por error un medicamento para aliviar la gripe que puso en riesgo su embarazo de varias semanas de gestación.
El médico –su hermano Gilberto- recomendó practicar un aborto, pero ella se negó. «Y así fue como pude nacer yo el 21 de febrero de 1929», escribió Chespirito en su libro autobiográfico «Sin querer queriendo», publicado en 2006.
La infancia de Gómez Bolaños fue parecida a la vida de El Chavo. Como el personaje de la televisión, tuvo amigos muy cercanos y traviesos que conocieron todos los rincones y secretos de la colonia del Valle, que era entonces (1933) un suburbio poco habitado y que ahora es el tercer barrio más cotizado de la capital mexicana.
El niño Roberto también era bueno para «las trompadas» (golpes), y en su camino desde la escuela primaria al bachillerato se topó con muchos «Quicos», su alter ego de la vecindad a quien El Chavo frecuentemente soltaba manotazos después de advertir: «Ahora sí te descalabro los cachetes (mejillas) de marrana flaca». Cada golpe sonaba en pantalla como un campanazo.
Según contó en sus memorias, Gómez Bolaños siempre inició sus cursos escolares con un pleito, lo cual era una forma de enfrentar su baja estatura. «La desventaja física me generaba un complejo de inferioridad», escribió.
Pero el afán por las trompadas desapareció cuando quiso ser ingeniero y un profesor de topografía lo reprobó. Chespirito encontró al maestro en una fiesta de la escuela y le reclamó su calificación. «A usted no le conviene estudiar esta carrera», respondió, mientras el alumno le agarraba las solapas del saco.
Tuvo razón. Al poco tiempo Gómez Bolaños consiguió empleo en una agencia de publicidad, donde empezó a escribir guiones de programas de radio y televisión.
Fue el primer paso «para cambiar por completo la trayectoria de mi vida».
«Se me chispotió»
En 1969 Chespirito era ya un cotizado guionista, e incluso tenía un espacio en el canal 8 de televisión llamado «Los Supergenios de la Mesa Cuadrada», donde los personajes leían supuestas cartas enviadas por el público y contestaban con bromas y alusiones a la coyuntura del momento.
En ese programa, Gómez Bolaños era acompañado de Rubén Aguirre, Ramón Valdés y María Antonieta de las Nieves. Aunque era un espacio bien recibido por la audiencia, Chespirito decidió cancelarlo, y en su lugar presentó a un superhéroe vestido de rojo, con antenitas de vinil, trusa deportiva amarilla y un corazón en el pecho con las letras CH.
Para defenderse del enemigo utilizaba un martillo de plástico que soltaba un sonido agudo al golpear: el Chipote Chillón.
Originalmente el personaje se llamaría Chapulín Justiciero, pero luego el actor le bautizó con el nombre que lo hizo famoso: El Chapulín Colorado.
Aparte del superhéroe, en el programa aparecían otras escenas de comedia, como «Los Chifladitos», junto a Rubén Aguirre -«Lucas Tañeda»-, en el que Chespirito interpretaba al personaje Chaparrón Bonaparte.
Pero Aguirre fue contratado por el canal 2, y para llenar el hueco el guionista presentó el acto de un niño pobre que tenía un problema con el vendedor de globos de un parque.
La escena fue muy bien recibida por el público, y en poco tiempo rebasó la audiencia del programa original. Así nació, en 1971, El Chavo del Ocho al que se incorporaron Ramón Valdés, María Antonieta de las Nieves y el propio Rubén Aguirre.
Luego se sumaron otros: el reportero Carlos Villagrán, a quien Chespirito conoció en una fiesta; Edgar Vivar, médico de profesión, Angelines Fernández, actriz de reparto, y Florinda Meza, a quien el guionista encontró cuando interpretaba un monólogo en un set adaptado como vecindad.
El programa tuvo un impacto enorme en México y América Latina, por donde el grupo viajaba con frecuencia.
Miles de personas los recibieron en cada visita, algo que no esperaban los actores. «La verdad nunca lo imaginamos, pasaron 10, 15 años, y decíamos ‘uf, cómo ha durado'», recordó La Chilindrina.
«Pasaron 20 años y congregábamos tumultos dondequiera que íbamos y decíamos: esto es algo maravilloso. Pero pasaron 30 años y decíamos qué pasó, porque el programa se acabó a los 24 años de haberse grabado (por primera vez)».
«Es que no me tienen paciencia»
Graciela Fernández Pierre tenía 15 años cuando conoció a un vecino de 22, famoso en el barrio por su pandilla Los Aracuanes. Era Roberto Gómez Bolaños, con quien se casó al poco tiempo.
La pareja tuvo seis hijos. Tras dos décadas juntos decidieron separarse, cuando Chespirito y Florinda Meza decidieron vivir juntos.
No fue la única ruptura. A finales de 1977, Carlos Villagrán, quien interpretaba a Quico en la vecindad, se fue del grupo; poco después se fue también Ramón Valdés. El Chavo del 8 se mantuvo al aire tres años más como programa, y luego se incorporó como parte de la serie «Chespirito», que terminó en 1995.
En ese período, los guiones de la vecindad eran prácticamente los mismos de la primera época.
Mientras, Chespirito filmó tres películas, produjo una novela, protagonizó una obra de teatro y hasta participó como compositor en el festival de la Organización de Televisión Iberoamericana (OTI) con la canción «Nacer», que hablaba del aborto.
Fue un tema que lo acompañó toda su vida. Incluso en la década de 2000 participó en campañas antiaborto y apoyó a los gobiernos del conservador Partido Acción Nacional (PAN).
Muchos criticaron el respaldo a ese partido, aunque la polémica en torno a Chespirito y sus personajes lo acompañaron por más de cuatro décadas.
«Buenas noches, vecindad»
Una tarde, Gómez Bolaños llegó apresurado a una junta, y al sentarse a la mesa se dio cuenta de que había olvidado sus cigarrillos.
Chavo del 8
Los programas de Chespirito han sido muy populares para varias generaciones de latinoamericanos.
«Ni modo -pensó-, no me pasa nada si no fumo un rato». La reunión duró varias horas. Cuando terminó, entró a otra más y después, cansado, se fue a dormir a casa.
Así siguió durante varios días, con agenda llena, hasta que de pronto Chespirito cayó en cuenta que tenía una semana sin cigarrillos, y que realmente no los necesitaba. En ese momento dejó el hábito.
Pero tal vez su decisión fue tardía. Durante décadas, desde que era joven, había fumado más de una cajetilla por día. Y en la madurez el hábito le ajustó cuentas.
Chespirito enfermó de diabetes y luego padeció problemas respiratorios que lo obligaron a mudarse a la playa en Cancún, donde permaneció los últimos años de su vida y donde falleció este viernes.
En 2012, cuando se realizó uno de sus últimos homenajes, Roberto Gómez Bolaños tuvo que ser atendido en una ambulancia, porque la emoción le causó problemas para respirar.
Pero en su retiro nunca dejó de escribir. Su hijo Roberto Gómez Fernández dijo que su padre dedicó sus últimos días a un texto del que sólo él conocía el contenido. «Ya lo verán», dijo.
El 5 de abril escribió en su cuenta de Twitter: «¡Gracias a todos, lo que me escriben cada día, es hermososisisisisisisisisísimo! Lo amo, Chespirito».