Por Carlos Obregón
Los países garantes, la comunidad internacional y la opinión en Colombia, claves para salvar el proceso.
En las negociaciones de paz, en estas de Colombia y en las que se han llevado a cabo en otras partes del mundo, todo es incierto y expuesto a riesgos: desde una frase infortunada o un error militar como parece ser el secuestro del general Rubén Darío Alzate, junto con un suboficial una abogada en el Chocó. En el caso de las de La Habana, la exposición a un fracaso es alta porque se está negociando en medio de la confrontación.
Pasó con el Ira, en Irlanda, donde mató a un policía en pleno proceso de negociación con el gobierno de Tony Blair. Lo que se creyó sería un revés para la paz, terminó superado luego de la amenaza de Blair de acabar con la negociación si seguía la violencia.
El secuestro del general Alzate no es la primera gran crisis del proceso, pero sí la más difícil de sortear y las razones abundan. Primero, por el momento de desgaste del proceso –a Santos no le han faltado gana de producir una crisis–, pero al mismo tiempo por estar en la antesala la discusión de temas definitivos como la dejación de armas en el que es clave que haya confianza entre los militares y los voceros de las Farc. También porque puede ser usado por esa guerrilla para presionar lo que hasta ahora no ha obtenido: el cese bilateral del fuego, el canje de prisioneros o cualquier otro tipo de propuestas que han planteado por fuera de la mesa.
La opinión ha terminado acostumbrándose a oír a hablar del secuestro de soldados, pero difícilmente aceptara la humillación del secuestro de un general que por su formación y trayectoria pareciera ser un convencido de la necesidad del fin del conflicto.
¿Están en riesgo las negociaciones de La Habana? Por lo que ha dicho el presidente Juan Manuel Santos –que con acierto tomó la decisión de suspender las conversaciones—la intención por ahora no es romper porque él cree que conversar es la mejor forma de poner fin a la guerra. Pero ello no significa que no se esté caminando por una línea delgada que se podría romper por una acción desacertada de quienes tienen al general en su poder; por una fallida operación de rescate o por unas condiciones inaceptables que imponga el Secretariado.
Pero de cómo se logre superar este momento sí dependerá la suerte del proceso. Esta vez, hay una ventaja y es que la liberación no depende exclusivamente de Timochenko sino que estará mediada por Noruega y Cuba, los países garantes, presionada por la comunidad internacional y soportada internamente por el apoyo que el país le dé al presidente Santos.